Ya escribí hace unos días sobre el fabuloso poder de la renuncia. Renunciar a tener razón en una discusión es una de sus aplicaciones más útiles. ¿Por qué?
En primer lugar, porque casi nunca se gana una discusión. En general, las discusiones no terminan con un “tienes razón, yo no y, además, voy a aplicar todas las ideas útiles que has mencionado en tu discurso para mejorar mi vida”. Si las tuyas acaban así, por favor: invítame a merendar contigo y tus amigos, que estoy segura de que coméis civilizadas galletas de mantequilla, bebéis té con leche y os llamáis unos a otros “Milady” y “Milord”. Las discusiones que yo conozco suelen concluir con un exhausto “sí, vale, lo que tú digas” o porque se agota el tiempo establecido. En el peor de los casos, puede acabar con un enfado horrible que dure meses.
Incluso en el caso de que “ganes”: ¿crees que al otro le gusta? ¿Qué piensas que opina ahora mismo de ti, que has dejado a su ego tirado en el suelo y luchando por respirar? En efecto: te odia. Esto puede ser justo o injusto, moral o inmoral, pero es así. Ganar una discusión puede suponer perder una relación o, en el mejor de los casos, empeorar su calidad. En términos de bienestar, compasión y valores buenrollantes, no merece la pena deteriorar una relación con un ser humano que respira para encumbrar una idea fría y abstracta. Desde un punto de vista más utilitario, una buena relación es más beneficiosa que un buen razonamiento. En eso se basa la psicología de la persuasión. El representante de un laboratorio farmacéutico no discute contigo acerca de la superioridad de los antipsicóticos de marca sobre los genéricos; en lugar de eso, sonríe de forma espeluznante y te invita a comer a un sitio bueno. Cuando saca el tema del fármaco, discutir ni siquiera le hace falta.
Querer tener razón es querer controlar. Se trata de sustituir lo que el otro piensa, quiere, siente o hace por lo que tú crees que debería pensar, querer, sentir o hacer. ¿En serio quieres controlar a la gente? ¿Querrías que alguien te controlara a ti? ¿Qué clase de motivación perversa hay detrás de nuestro intento por, como diría Kundera, conquistar todo el rato la oreja ajena?
También dificulta la generación de nuevas ideas. Para convencer, nos armamos con las herramientas más poderosas que encontramos: datos, cifras, estudios, precedentes legales. Todo eso está muy bien, pero la capacidad para crear algo distinto requiere plantear la cruda verdad de que en ocasiones te inventas cosas. Y, creedme: inventarse cosas no da puntos para tener razón frente a casi nadie. Por otra parte, es justo lo contrario de la agresión controladora, porque supone decir claramente: esto es mío, no tuyo. Acéptalo si quieres; si no, no hay ningún problema y puedes seguir con tu vida tranquilamente (esto, por cierto, no me lo he inventado yo: lo dice Carl Whitaker en «Danzando con la familia». Para que veas que no todo el monte es orégano en Psicosupervivencia ;).
No intentar tener razón, paradójicamente, te da muchas más posibilidades de que el otro escuche tus ideas. El caballo de Troya consiguió cruzar las murallas de la ciudad porque las víctimas no lo contemplaron como estrategia de batalla. Era un regalo. Cuando sabemos que estamos en medio de una discusión, levantamos las defensas mentales para que no entre ningún concepto ajeno a nuestro sistema de creencias. Si planteas de entrada que no vas a discutir o utilizas tácticas alternativas, como el humor, los ejemplos o las metáforas, tienes muchas más posibilidades de que la otra persona te escuche con una actitud favorable.
En ese sentido, está bien recordar que, si bien ganar una discusión es una meta absurda y en general inútil, exponer ideas y recibir las de los demás es bueno. Es así como entramos en contacto con nuevos niveles de complejidad y aprendemos. Además, el desacuerdo y la necesidad de llegar a un consenso son realidades a las que hay que enfrentarse todos los días: ya sea para decidir el nombre de un producto, la intervención con un paciente o dónde se coloca cada uno en la cama. Por eso, es importante cambiar el chip: no discutimos para tener razón, sino que colocamos conceptos y experiencias uno junto a otro, permitimos que se nutran entre sí y escogemos lo que más nos beneficia a todos.
Mañana continuaré con el tema sugiriendo algunas alternativas a tener razón mucho más útiles, beneficiosas y kármicamente amables.
Entretanto, querido jipi, te reto a un sencillo ejercicio práctico: encuentra dentro de este artículo un ejemplo hábilmente camuflado* de cómo exponer una postura sin necesidad de argumentarla. La solución aparecerá mañana 🙂
[Imagen: Dimitris Papazimouris]
* Creo.
Pues tienes toda la razón. Besotes
Poca gente sabe la diferencia entre un debate constructivo y uno destructivo. Y en eso, creo que influye que tenemos poca educación de debate. Sólo sabemos plantearlo como la confrontación de dos ideas «radicalmente» opuestas. No sabemos desidentificarnos con nuestra propia idea que defendemos lo justo como para enseñar a otros cómo lo ves tú, porque como bien dices, todas las discusiones-debate (que le llamen debate me hace gracia, porque debería haber intercambio de ideas, y en realidad me parece cualquier cosa menos eso) empiezan con las defensas mentales preparadas. Too much ego para el body xD.
Y lo digo yo que a menudo quedo atrapada en mi propia inutilidad para debatir 😉
Es curioso…. tu blog suele estar lleno de comentarios, especialmente cuando se toca un tema del día a día, como bien podría ser este….
Y yo simplemente me pregunto, porqué en esta ocasión a penas hay dos…. Quizás me precipite, pero creo que no voy muy desencaminada, si digo que tu pequeño “reto” a encontrar ese ejemplo camuflado, hace que nos podamos retraer a la hora de contestar porque si no lo encontramos podemos sentir que somos o parecemos ¿menos inteligentes?
… pues yo reconozco que no lo he encontrado…. Seguramente no sea la única… ;))
Silvia C
Estoy de acuerdo contigo en que el «reto» puede haber tenido que ver. Pero no creo que se trate de sentirse poco inteligentes, sino de que yo no me he expresado bien o no estaba lo suficientemente claro. De todas formas, la solución está en el artículo de hoy 😉
Besitos!
Yo directamente lo reconozco, este blog, o la mayoría de sus entradas, me superan ampliamente. Me superan tanto que acabo de corregir «malloría»… Y de ahí que apenas comente.
Lo puse entre interrogantes porque no sabía qué palabra utilizar realmente… ¿inteligente? ¿habilidoso? ¿agilidad mental? ¿agudeza? no se….
Posiblemente no se trate de eso, pero es lo que sentí en ese momento… pensé «con lo bien que escribe esta chica y lo clarito que lo pone todo… fijo que es porque estoy empanada… ;)) Imagino que son mecanismos automaticos mentales, je.
El ejemplo no paso desapercibido para mi… y no porque pensara que era ese realmente, sino que mi deformación profesional de comercial me hace contemplar otras posturas….
Yo personalmente no creo que sean iguales los genericos que las moleculas originales… De hecho, hay un +/- 20% de principio activo que legalmente pueden llevar o dejar de llevar los genericos, y más teniendo en cuenta que un omeprazol, por poner un ejemplo, hace unos años costaba casi 30 euros y hoy no llega a los 3 euros… es más que posible que el 20% esté por debajo… Independientemente de los años que puede llegar a tardar en amortizar una molécula un laboratorio farmaceutico…
Este es un claro ejemplo de debate… ;))
Un beso
ummm esta dificililla la cosa hoy!!jejejeje
A mi tambien me gustaria matizar que la gente siempre le pone connotaciones negativas a la palabra discutir, cuando en realidad solo es un intercambio de ideas que puede resultar productivo…pero en el momento que dices «Vale, vamos a discutir esto…» se ponen a la defensiva y ya no hay manera!!
Voy a mirar el proximo para ver tus ejemplos!! (tramposilla que soy)XD
Pues a mí me parece que la autora tiene una visión de la gente que andamos por el mundo demasiado optimista. Y no lo quiero expresar como algo negativo, en absoluto. Creo que en otras entradas ya lo ha expresado. Como ella suele decir «es amor» en grandes cantidades.