Hace algún tiempo, un amigo me preguntó si me consideraba más escritora que psicóloga o viceversa. Al principio no supe qué responder. Luego lo planteé de otra forma. Si tuviera que elegir entre ver pacientes o escribir, ¿qué elegiría? Ahí no había dudas. Renunciaría a muchas, muchas cosas antes que a escribir.
Siempre me he resistido a la idea de la “escritura terapéutica”. No creía en el concepto: para mí el arte por el arte, la literatura pura y dura que sólo quiere acercarse a una realidad cruda y hermosa, siempre han sido diferentes de la intención de ayudar. El escritor no es moral, no es paternalista. El escritor explica lo que sabe lo mejor que puede, pero no es responsable de hacer feliz a nadie.
Por otra parte, los escritores no son felices; eso lo sabe todo el mundo. Un buen escritor siempre tiene que estar un poco torturado. Vestir de negro, llevar gafas de pasta, fracasar en el amor y fruncir el ceño cuando le miran, como si estuviera rumiando ideas profundas y terribles que no puede contarle a nadie. Un escritor lucha contra sí mismo. Escribir le duele, porque tiene que utilizar sus emociones y vaciar el tuétano de sus huesos. Oh, ah, uh. Así que cuando pensaba en escritura terapéutica, algo dentro de mí se rebelaba. Mejor dejemos cada cosa donde está.
Veinte años después de empezar a escribir, sin embargo, me encuentro con que la escritura me hace feliz. No es sólo que no escribir sea mucho peor, como dijo una vez Paul Auster: es que escribir es estupendo. ¿Por qué? Porque es una herramienta sencilla para hacer presente de manera cotidiana las cualidades que intentamos desarrollar el resto del tiempo: la atención, la tranquilidad, la compasión, la energía, la claridad mental. Es una especie de gimnasio para el espíritu.
Convertirte en un escritor te cambia. Comprendes el cambio y aceptas con elegancia el argumento de tu vida hasta ahora. Lees a la tú que eras hace dos años, recuerdas cómo te sentías y por qué tomaste ciertas decisiones, y sientes una profunda compasión por ti misma y tu existencia. Esa compasión también se traslada a los demás. Puedes mirar con ojos anchos lo que te rodea y darte cuenta de que las personas no somos los estereotipos con los que nos resulta cómodo manejarnos, sino un conjunto de detalles más o menos tiernos.
Todo eso que dicen de disfrutar de las pequeñas cosas, vivir en el presente y ver la botella medio llena, la escritura lo consigue. No es lo mismo navegar por la cafetería a primera hora, cansado y medio dormido, pensando en el trabajo y en la prima de riesgo, que intentar observar para escribir luego. Entonces te fijas en cómo las muñecas de los camareros se mueven para servir el café, en la chica que está sentada en una esquina metiendo distraída el dedo en el azúcar, o en el punto justo en que el aire caliente con olor a tostadas de dentro se mezcla con el frío de fuera.
Con la escritura dejas de juzgarte. Tu mayor tragedia se convierte en tu mejor historia. Piensas en lo hecha polvo que te ha dejado tu ex e intentas reflejarlo, como decía Grace Paley, con toda la verdad y la belleza de la que eres capaz. Entonces escribes sobre aquella última noche juntos, sobre cómo te levantaste al baño durante la noche y te pusiste a llorar al ver vuestros cepillos juntos frente al espejo. Recuerdas cómo repasabas con el dedo la piel de su espalda, tratando de aprendértela por si no podías volver a verla nunca. Escribes eso y se te está partiendo el corazón, pero resistes ese dolor y lo atraviesas. Meses más tarde desentierras el texto, y de repente te das cuenta de que el dolor se ha ido: el tiempo ha hecho su trabajo, y a ti no te queda más que el disfrute voyeurista e insano de leer una buena historia.
Escribir bien, entendiendo “bien” como con honestidad, energía y cariño, también es un regalo. Escribo a mis pacientes cuando se me olvidan cosas que decir en consulta, y a mis compañeros cuando quiero comentarles casos clínicos sin que se me pierdan los detalles. Escribo artículos contestatarios para las huelgas, crónicas sobre los días de escalada para mi club de montaña, entrevistas imaginarias y cartas de amor. He escrito textos para bodas, recién nacidos y cumpleaños, y hay pocos regalos que gusten más a la gente. Porque escribir es mirar, y al final en este mundo no sólo buscamos a alguien que nos quiera: queremos a alguien que nos mire.
No creo que haga falta un talento especial. Hace algún tiempo leí acerca de un libro sobre escalada que se llama Cómo escalar 7a; 7a es un grado de dificultad moderadamente duro. El autor decía: “si estás leyendo este libro, ya tienes todo lo necesario para escalar 7a”. De la misma forma, si está en ti la voluntad de sentarte a escribir para que te ayude, ya tienes todo lo necesario para que escribir te ayude.
De ahora en adelante, intercalaré en este blog algunos textos y propuestas de escritura terapéutica. Sé que es un tema menos «universal» que las de otros posts, y que a lo mejor a ti, jipi que lees esto, la escritura te importa un carajal. Aun así, dale una oportunidad. Es un superpoder que merece la pena tener. Ordena ideas, apacigua recuerdos, te ayuda a entender la mente ajena, te relaja, te hace sentirte más grande de lo que pensabas que eras. Es casi como volar. De hecho, estoy bastante segura de que si me dieran a elegir entre poder volar o poder seguir escribiendo, me quedaría con la escritura. Así que hazte una idea.
¿Y tú, jipi? ¿Has escrito alguna vez? ¿Te ha ayudado? ¿Te gustaría intentarlo? Cuéntalo en los comentarios 🙂
Me encanta el post de hoy. Cómo describes tus observaciones tan sutiles de la vida diaria y todo el artículo en sí. Creo que sería muy interesante que nos dieras pistas de escritura terapéutica . Yo he rellenado muchas libretas escribiendo , por pura terapia , sin ningun valor literario .Me ha ayudado muchísimo . Ultimamente lo hago poco , porque tengo muchos hobbies , pero me gustaría hacerlo otra vez y tus ideas seguro que son valiosas.
Escribir es compartir contigo mismo como te sientes. Expresar muchas veces las cosas que quizás no tengas tiempo de expresar en palabra o no te apetezca hacerlo. Besos!
Estuve un tiempo viviendo fuera y la verdad que escribir mails y cartas a mis amigos fue lo que me mantuvo a flote, no estaba yo muy allá en aquella epoca…y si, es posible que debiera volver a escribir y superar esta verguenza al que diran sobre lo que escribo…algun ejercico en particular podrias proponerme para que le pierda un poco el miedo??
Muchisimas gracias por inspirarnos!
Hola Marina,
Yo tengo un problema (entre otros :-)) y es que me hago trampas al solitario. Cuando tengo algún momento chungo y siento el impulso de escribir para aclarar ideas o liberar el malestar, me cuesta mucho ser sincera en lo que expongo, no sé si por miedo a que alguien lo lea o por miedo a mi propia realidad. Otro problema es que aunque no tenga ninguna intención literaria y ni siquiera vaya a enseñarle el texto a alguien, no puedo escapar a la crítica: «pero qué mal expresado, que poco fluido, que mal, que mal, que mal». Así que finalmente lo dejo y de terapéutico tiene poco para mí. Por eso admiro a los que reunís estas características: sinceridad, claridad y calidad.
Me encantará leer cualquier cosa que escribas al respecto, me parece un tema muy interesante.
Me encantan este tipo de actualizaciones 🙂 Un besote.
Escribir me ha ayudado a reflejar en palabras como me siento y las cosas que me estaban pasando, este año empecé una especie de diario, cada día intento escribir algo, al releerlo veo que he avanzado más estos últimos meses que en la década pasada, estoy metido en proyecto, parecido a lo que nos obligaban a realizar en el cole, resumir un libro, pero esto es algo que quiero hacer desde mi corazón, ya que este libro me ha dado el toque de atención que me faltaba, el gusanillo de la escritura me ha picado.
Antes podía leer y leer posts, ahora me gusta participar y poner mi granito de arena, estar en contacto con otras personas que tienen ideas y experiencias parecidas a las mías.
A mí me encanta escribir… Lo hago poco, lo hago a mi forma, y lo hago para mí principalmente…
Me parece una terapia cojonuda, una forma de darle forma al pensamiento y ordenarlo, leerlo, y darte cuenta de que realmente eso que dices es lo que realmente querías decir… Lo reflexionas, a veces encuentras respuestas en el camino, y otras te desahogas y sonríes, pues es como compartir una parte de ti… Eso que tú sabes hacer tan generosamente… Y posiblemente parte de tu éxito… No sólo escribes muy bien, también haces que la gente se sienta identificada con lo que escribes porque compartes tu ingenio, tus conocimientos, y tu humanidad, con todo lo que ello conlleva…
Cuantas veces he escrito y luego lo he borrado o lo he roto!! porque como me dijo una vez mi amiga Chus en uno de mis ataques de victimismo, los sentimientos a veces no podemos controlarlos, no podemos siempre decidir qué pensar, pero en cambio sí podemos decidir qué hacer con esos sentimientos, cómo exteriorizarlos, cómo gestionarlos…
Me ha gustado especialmente esto… » Porque escribir es mirar, y al final en este mundo no sólo buscamos a alguien que nos quiera: queremos a alguien que nos mire»
Precioso… A veces pasamos de puntillas sin mirar… y sin que nos miren, por eso es tan importante poder imprimir un poco de ti, aunque sea sólo para pasado un tiempo hacer balance de tu evolución personal ( qué egocéntrico ha quedado esto jajajja)
A ti se te nota mucho esta evolución a lo largo de tu blog hace 5 años… Enhorabuena!!
Un beso
Silvia
Yo escribo medio diariamente, me gusta y también me ayuda a ordenar ideas o canalizar emociones, dejarlas en el papel y quedarme un poco tranquila. Pero muy a menudo me pasa lo que a Cigi, los jueces me pueden aunque el destino de mis escritos solo vaya a ser un rincón oscuro. De hecho, creo que ahí es donde se me tuerce el proceso, en la parte comunicativa. Escribir para mí, vale, pero escribir para que sea leído, si lo intento, me bloqueo. También los temas más «chungos» me cuesta abordarlos, y me imagino que la escritura terapéutica tendrá que ver con eso. Así que me encantaría leer más sobre este tema.
Yo estoy escribiendo ahora mismo, aplicando prácticas y conocimientos de lecturas, para aclararme las ideas sobre mi vida y mis relaciones, como introspectivamente (ufff !!) para que no se me dispersen y poder volver sobre ellas: hay que lavarse el celebro de vez en cuando y darse un buen centrifugado.
Pero sobre ficción y eso, no, no tengo nada que contar.
Es la segunda vez que escribo un comentario en este blog. Y las dos veces en el mismo dia. Ahora que leo este post, entiendo muchas cosas de las que percibi en el primero.
De «escritor» a escritora, gracias.
Qué bonito este post, Marina. Yo también creo que escribir es terapéutico. A mí me gusta aunque no lo hago tan bien como tú!! Un abrazo!!
Sencillamente lindo! Que enfoque tan simple y bonito has plasmado aquí 🙂
Anima a cualquiera a escribir. Buen trabajo Marina.
Simplemente porque nace de mí. Me gusta escribirme. Como yo lo siento, es un ejercicio clarificador y liberador. Plasmar los pensamientos fuera de mi mente es una labor concienzuda y la escritura me ayuda. Es una forma de verse y si lo muedtras a los demás, también de compartirse.
Me ha gustado el artículo.
Saludos