La sabiduría es como el agua subterránea: está al alcance de todos, pero hay que cavar un poco.
[Te doy un tiempo, oh, querido jipi, para que te recuperes de este pildorazo de conocimiento y profundidad psicológica y seguimos]
La sabiduría puede rescatarse incluso de pozos aparentemente tan contaminados e insalubres como el maldito SPM.
Estaba yo ayer en mi hospital, luchando por hacer un trámite burocrático que no supone un gran problema ni debería requerir una gran solución. Pregunté a una señora, que me mandó a otra, que me dijo que no sabía y me mandó a otra, que buscó un mail que en teoría mi jefe le había mandado y no lo encontró. Llamé a mi jefe, intenté ponerle en contacto con la señora, ella fue desagradable conmigo y acabé esperando frustrada en una silla de plástico. Burocracia simple y llana en un entorno laboral cualquiera.
Y, de repente, me entraron ganas de llorar. Me sentí nerviosa y angustiada, se me hizo un nudo en la garganta y casi se me escapa una lagrimita. Todo me parecía TAN injusto. ¿Por qué no son las cosas más sencillas? ¿Por qué la gente no es amable? ¿Por qué al final vamos a morir todos? Estaba ahí sentada, patidifusa ante mi propia estupidez, pensando: vale, Marina, la burocracia es mala pero, seamos sinceros: no es para tanto. ¿Qué te pasa?
Saqué mi móvil, consulté mi aplicación para ciclos menstruales MyDay (que nadie se ría; es un gran invento) y encontré la respuesta. La respuesta tiene tres letras, y esas letras son SPM. Eso es lo que hace de una psicóloga normal una histérica hipersensible con ganas de matar funcionarios.
Vale, dirás tú. Hasta ahí el SPM. Pero, ¿y la sabiduría?
Buena pregunta, querido jipi.
La sabiduría tiene que ver con que una vez que hube atribuido mi reacción loca a mis hormonas, me sentí mejor. Menos culpable, más en paz con mi naturaleza humana. Quizá habría reaccionado igual en otro momento del mes. No lo sé. Pero encontrar una explicación que no tenía que ver con estar loca me tranquilizó y me hizo reflexionar sobre nuestra relación con las emociones.
Somos personas que piensan y sienten cosas. A la unión de las sensaciones con los pensamientos la llamamos emoción. La emoción es una cosa rara en cuya definición aún no hay acuerdo, pero tiene mucho que ver con encontrar una explicación para las sensaciones físicas que se presentan de vez en cuando en nuestro cuerpo.
Me diréis que uno no busca explicaciones: pasa algo, sentimos algo y punto. Normalmente, en efecto, el vínculo entre la emoción y la causa está bastante claro. Si Pablo me dijera que me odia, no tendría dificultad para identificar el por qué de mis sensaciones desagradables y posteriores intentos de suicidio. A veces, sin embargo, las sensaciones aparecen por otras razones. Por el SPM, por abusar con el café, porque tienes anemia o porque has dormido mal. O porque sí. Pero como somos humanos y hemos evolucionado para buscar causas a los eventos, buscamos. Solemos encontrar. Nos convencemos, una vez más, de que algo va mal en este cerebro nuestro.
No pienses más de la cuenta. Si un día te levantas más tristón, o desanimado, o angustiado, no es necesario que busques las razones. Puede que las encuentres, en cuyo caso empezarás a dar vueltas a lo más negativo de tu vida y retroalimentarás tus propios circuitos. No creo que el pensamiento negativo atraiga acontecimientos negativos, pero sí creo que atrae a más pensamientos y sensaciones desagradables.
O puede que no encuentres las razones y acabes con el clásico pensamiento de «pero si todo me va bien, si estoy sano, si tengo trabajo/pareja/dinero/todo a la vez… ¿por qué me encuentro así? ¿Estoy tarado?». Y la respuesta será no, no estás tarado, pero los seres humanos somos el campo de pruebas del software defectuoso de Dios*, y estamos programados para sentir emociones negativas con más frecuencia y durante más tiempo que las positivas. Son más potentes, más defensivas, nos mueven más a la acción. El hombre primitivo feliz era pasto del león antes que el ansioso, y sus genes tipo zen murieron con él.
Cuando se nubla, no piensas que vaya a estar así siempre. Confías en que el tiempo cambiará, las estaciones se sucederán unas a otras y, en algún momento, terminará la maldita-maldita-Navidad. ¿Por qué no confías también en los ritmos de tus emociones? ¿En los ciclos de tu experiencia? ¿En el suave vaivén de alegría y tristeza que mantiene tu energía en equilibrio? Sólo cuando los estados de ánimo se perpetúan y nos incapacitan son motivos de preocupación. Hasta entonces son… pues eso, la Vida.
Qué pases un maravilloso fin de semana, querido jipi. Sé ultra-feliz, o ultra-triste, según tus biorritmos pero, sobre todo, permanece vivo, atento y libre.
*Sustitúyase por la deidad deseada, por un agnóstico espacio en blanco o por un ateo borrado de la frase entera.
A mí me ayuda mucho saber exactamente porqué me pongo tristona aparentemente sin motivo. A veces es algo tan fisiológico como el SPM o simplemente estrés o cansancio acumulado pero otras me he dado cuenta de que es por algún «mecanismo psicológico». Hace poco aprobé un examen de una asignatura especialmente difícil. Pues en vez de estar dando saltos y salir a celebrarlo, me dió un bajónazo. Tras mucho pensar deduje que estaba angustiada por si no era capaz de repetir la hazaña y suspendía el próximo examen.
En fin… qué complicaditos somos.
¡Hola, Ana!
Creo que no hay problema en buscar las causas si a) no nos quedamos enredados en discusiones con nuestra propia mente y b) nos sirven para emprender acciones útiles. Muchas veces, en situaciones como las que cuentas, nos sentimos mal por tener esas creencias o pensamientos negativos y discutimos con nosotros mismos para cambiarlos. En mi opinión, es una pérdida de tiempo involucrarse en esa cháchara estéril. Suele ser más fácil y rápido asumir que la mente tiene esas costumbres, darle las gracias por su «optimismo habitual» y seguir a lo nuestro en la vida real. No sé si me explico 😀
Besitos y nos vemos por aquí.
Por favor!! Me ha encantado la aplicación!Me volvia loca porque nunca recuerdo cuando me tiene que venir, bueno normalmente se las apaña para no perderse ni un solo viaje jejejeje, el dia que queria chocolate me ponía un poco sobreaviso(soy rara, no me gusta demasiado el chocolate)incluso he llegado a llamar a alguna amiga a ver si ella recordaba!!jajajajajaja
La verdad es que las hormonas son unas cachondas las tias, ehh?Se echan una risas a nuestra costa que para qué!!
Si me da por llorar un día, lo llamo «dia cruzado» y santaspascuas, ni me molesto en buscar causas, porque como muy bien dices al final te centras en lo negativo y te montas una pelotera de cuidado!
Gracias por seguir descubriendome cositas!Solete!
Chu!!
(Sé que a nadie le interesa, pero) Dios mío, mi SPM es infernal. Yo también me pongo a llorar en menos de nada y estoy convencida de que esos días realmente podría matar con mis propias manos a la gente que por lo que sea me incordia. Y a mí también me alivia cuando descubro que es por eso, un montón, además. Apuf.
«No pienses más de la cuenta. Si un día te levantas más tristón, o desanimado, o angustiado, no es necesario que busques las razones. Puede que las encuentres, en cuyo caso empezarás a dar vueltas a lo más negativo de tu vida y retroalimentarás tus propios circuitos. No creo que el pensamiento negativo atraiga acontecimientos negativos, pero sí creo que atrae a más pensamientos y sensaciones desagradables.»
Qué razón tienes, Marina!!! pienso exactamente igual que tú. debe ser mi vocación frustrada de psicóloga… jajjaja
Que buen post!! jajajajaja, en serio más que todo, me hizo reir, me hizo feliz porque este mes parece que el spm me pone contenta! y en otros meses me tira al piso despeinada y en pijamas queriendo ser nada, jajajjaja
es mi naturaleza y poco a poco he aprendido a amarla.
Cariños!!
Eres una límite totalmente compensada y eso es encantador. Toda la parte creativa y empática sin las amenazas y los traumas ¡Da gusto leerte!