Hace un par de días, una clienta de Mailterapia me decía algo como “si consigo salir de esta, trataré de no juzgar nunca a los demás y aceptarles como son”. Yo le contesté con algo que vengo pensando hace mucho tiempo: que a veces, lo más valioso que podemos hacer por otros es no hacer.
Los humanos tendemos a definirnos desde la acción. Vas a una reunión del instituto y lo que explicas tiene que ver con el sí: sí me he casado, sí tengo hijos, sí tengo trabajo, sí he conseguido este o aquel logro. Estamos en silencio junto a alguien y pensamos en qué podemos decir, hacer, proponer. Queremos mejorar como personas y nos preguntamos: ¿qué hábitos puedo añadir? ¿qué puedo mejorar? ¿qué proyectos puedo comenzar? No hacer no es sexy. La mayoría de las veces, nadie se da cuenta. Si vuelves a ver a una amiga y no haces ningún comentario sobre el horrible abrigo naranja que lleva, ella nunca se dará cuenta de lo buena persona que eres.
No hacer requiere voluntad y humildad a partes iguales.
Sin embargo, insisto: gran parte de lo positivo que podemos hacer por otras personas consiste simplemente en no hacer. En quedarse callados. En agarrarse las manos y taparse la boca.
¿Cuáles son algunas de esas no-acciones?
No juzgar
Hay un ejercicio de meditación que consiste en terminar cada pensamiento de juicio que pasa por nuestra cabeza con “el cielo es azul”. La idea es contrarrestar la fuerza poderosa de nuestra aversión y nuestro apego con algo que simplemente es. Si tratas de hacerlo, te darás cuenta de que la mayoría de tus pensamientos no son tipo cielo: juzgamos, juzgamos todo el rato, a cada cosa que vemos le ponemos el sello de nuestra aprobación o nuestro rechazo.
Quedas para comer con alguien en un restaurante. Te subes al metro y vas pensando que odias el metro, o que te encanta el metro, que vaya pintas que tiene el chaval con rastas que se acaba de subir, que te agota la gente que lee el periódico y casi te lo mete en el ojo. Bajas del metro: no te gusta que la parada de Sol ahora se llame como una óperadora de móviles, te gusta el bolso que acabas de ver en un puesto, no te gusta que haga tanto calor en esta época del año, te parecen horribles las sandalias de cuña. Sales, paseas hasta el restaurante y tienes otros cien juicios en veinte metros. Te sientas con tu amiga y te cuenta que dejó a su novio (te parece bien), que ha conseguido un nuevo trabajo (te parece bien, aunque ¿seguro que quiere trabajar en esa empresa? Debería buscar algo mejor), das tu opinión sobre su corte de pelo y le dices que tú, si fueras ella, te apuntarías a una de esas webs para encontrar pareja, que está la cosa muy mala.
Uf.
A la parada de Sol le da igual que la juzgues, pero a tu amiga es muy probable que no. Piensa en ti mismo. ¿Cuántas veces no haces algo, o haces algo, por miedo a lo que dirán los demás? Si dejo este trabajo, la gente pensará que estoy loco. Si me pongo un piercing en la nariz, pensarán que soy un hippie y un radical y mi tía Elena dejará de hablarme. A veces, ni siquiera te hace falta que te juzguen verbalmente: lo sabes por su mirada, y lo sabes también porque cuando estás con tu amiga, habláis y criticáis a todo el mundo, y te imaginas que ella también lo hará contigo.
Por eso, intentar no juzgar (o, al menos, no verbalizar los juicios; no juzgar es de iluminados) puede ser una buena idea. Mi amiga Elsa no juzga. Le cuentas las cosas, asiente y sonríe. Te dice su opinión solo si se la pides, y suele ser una opinión muy tolerante y amable. No juzga a otra gente en su ausencia, ni critica, ni cotillea (demasiado ;). Y por eso estando con ella te sientes segura. De mayor quiero ser como Elsa 🙂
No dar soluciones si no te las han pedido (y a veces ni siquiera entonces)
La educadora americana Vicki Hoefle enseña a los padres a “ponerse cinta aislante” frente a sus hijos. Su teoría es que necesitan exponerse a los problemas del mundo real y buscar soluciones por ellos mismos. Dice que si como padre saltas enseguida cuando tu hijo tiene una mínima frustración, y le sugieres las soluciones que tú, como adulto, tienes cuarenta años de experiencia en aplicar, quizá al niño le salgan las cosas bien, pero no aprenderá nada; o quizá no le salgan bien porque, al fin y al cabo, ¿quién eres tú para pensar en la solución que le viene mejor a tu hijo, si el que más sabe de su vida es él?
Hace algún tiempo, cuando trabajaba con enfermos oncológicos en La Paz, estuve trabajando con una paciente a la que habían operado de cáncer de pulmón y habían tenido que sacarle uno de los pulmones. Ni mis propuestas ni las de otros psicólogos que habían estado antes con ella parecían funcionar: la relajación le ponía nerviosa, la meditación le agobiaba, tratar de ser positiva (¡¡esa propuesta no era mía!! Lo juro) acababa con su paciencia. Mejoró cuando a ella, que era una gran amazona antes de la enfermedad, se le ocurrió participar en un programa de terapia con caballos para niños con problemas. ¿Cómo se me iba a ocurrir eso a mí? Ella era, y es, la jefa de su vida.
No hace falta ser padres o psicólogos para dejar que la gente tome sus propias decisiones. Quizá, sin darte cuenta, estás tratando de decirle lo que tiene que hacer a tu hermana (¡apúntate a un módulo!) o a tu mejor amigo (¡deja a la zorra de tu novia!). La mayoría de las veces, la gente hará lo que le da la gana. Y si hacen caso a nuestra solución, ¿cómo podemos saber que es mejor que la suya?
Por último: como ya dije en la Guía Definitiva para Confiar en uno Mismo, uno tiene que hacerse dueño de sus propios errores. Y si alguien sigue tu consejo y resulta ser un error, será tu error, y no el suyo. Cuando elegí Cádiz para hacer el PIR, pasé varios meses pensando que me había equivocado, y que no sabía qué narices pintaba yo ahí en el culo del mundo (gaditanos: os quiero, pero Cádiz está donde Cristo perdió el mechero). La gente me había aconsejado otros lugares: Málaga, Córdoba, Madrid. Pero mientras estaba en Cádiz y el levante casi se me llevaba volando, pensaba que aquello podría o no haber sido un error, pero era MI error. Ya aprendería.
No hacer comentarios sobre el peso de alguien
Esto se parece mucho a no juzgar, lo sé, pero me parece lo bastante importante como para dedicarle su propio apartado.
Estamos fuertemente condicionados para comentar sobre el peso de la gente. Decir “qué bien estás, ¡has perdido peso!”, o “tú has engordado, ¿no?”, con cierta cara de desaprobación. También están las variantes: “huy, qué delgada estás, tienes que comer más”, o “has ganado un par de kilos, te sientan muy bien”.
Lo primero es que no tenemos ni idea de por qué la persona ha ganado o perdido esos kilos. Quizá ha perdido peso porque ha empezado a comer sano, hacer deporte y dormir más… o quizá está deprimido. O tiene un problema de tiroides. O un inicio de diabetes. O quizá todo eso lo que le ha hecho es ganar peso (sí, a veces comer sano implica ganar peso). A lo mejor le han recetado corticoides para una enfermedad autoinmune y está hinchado. O quizá se partió la mandíbula hace un mes y ha adelgazado porque lleva ese tiempo alimentándose a batidos.
Lo segundo es que nuestra percepción del cuerpo del otro no tiene por qué coincidir con la suya. Y a lo mejor a ti te parece que está mucho mejor con dos kilos más, o menos, pero quizá para esa persona esos kilos de menos o de más suponen la diferencia entre estar sano, tranquilo y feliz, o estar obsesionado con la comida, sin dormir y sin que le baje la regla. Lo más probable es que no tengamos ni la más mínima idea de con qué peso o con qué aporte calórico esa persona se siente bien, energética y feliz. Quien mejor lo sabe es él.
Y lo tercero es que si tú te has dado cuenta ahora de que esa persona ha ganado o perdido peso, él se ha dado cuenta hace semanas, o meses. Se dio cuenta cuando ganó un kilo, o dos, o cinco, pero seguro que antes que tú. Y seguro que ya tiene una idea de lo que quiere hacer respecto a ese peso, y no necesita tus consejos.
¿Y si es el otro el que nos dice “uf, he engordado/adelgazado, me veo fatal”? ¿Qué hacemos? Lo primero, averiguar si se siente fatal además de verse fatal. Quizá una manera de abrir una conversación que englobe algo más que el peso sea preguntar: ¿estás bien? ¿Estás descansando suficiente? ¿Cómo van las cosas en el trabajo, con los amigos, con la familia? ¿Te encuentras bien de salud? A lo mejor la respuesta a todas estas preguntas es positiva, y simplemente tenemos que comunicarle a la persona que si se encuentra bien y está sana, nosotros la queremos pese lo que pese.
No quejarse
Me parece que no hace falta explicar esto demasiado. Quejarse (entendido como protestar sin hacer nada útil para que la situación cambie) no sirve para nada. Y es desagradable. Y da mal rollo. Y, al mismo tiempo, es trementamente tentador, y a veces hasta relajante. A pesar de esto, creo que pocas cosas mejoran tanto el ambiente como no quejarse e intentar ver (sí, voy a decirlo) el lado positivo de las cosas. No tanto por ti, sino por los demás: así el que eligió esa peli que era un horror, o la que insistió en ir a la playa aunque hiciera viento*, no se sentirá mal por tenernos al lado jurando en arameo.
*Este ejemplo está patrocinado por vivir cuatro años en Cádiz.
No desanimar a quien empieza un PGL (Proyecto Grande y Loco)
Mi primo se ha presentado a las pruebas de acceso de la Real Academia de Arte Dramático. El otro día, comentando la noticia, otro primo dijo algo como “tampoco le vamos a desanimar, que a lo mejor acaba siendo el nuevo Antonio Banderas”. Pensé que lo más probable es que todos los que comienzan un Proyecto Grande y Loco, desde ser actor hasta montar una startup o irse a la India de búsqueda espiritual, sean vistos por los demás como un poco locos. Y, sin embargo, algunos o consiguen. Quizá uno de esos sea mi primo.
“Ya, Marina – dirás tú -, pero es que mi hija ha decidido que quiere ser modelo y va a dejar la carrera de Medicina en el quinto año, y sinceramente, no es muy guapa y además mide un metro y medio”. Bueno, ¿qué sabemos nosotros? Quizá alguien la descubra y la llame belleza picassiana. Natalie Portman quería ser modelo, pero como era bajita, probó suerte como actriz, y ahí la tienes.
Conclusión
Lo importante aquí son las consecuencias. Si las decisiones locas de tu hija, o tu pareja, o tu mejor amigo, van a caer sobre tu espalda, tienes derecho a protestar y a dar tu opinión; al fin y al cabo, te has convertido en su inversor principal. Pero si van a caer sobre la suya y él está dispuesto a afrontarlo, ¿por qué no dejar que pruebe y se arriesgue? ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Hasta aquí mis cosas que puedes NO hacer por mí, jipi. ¿Se te ocurre alguna más? Seguro que se me queda alguna en el tintero. Lo importante, sin embargo, es el mensaje: vive, deja vivir, escucha más, habla menos. Que por algo tenemos dos orejas, dos ojos y una sola boca.
Un tema peliagudo has puesto sobre la red Marina 😉
Hay tantas circunstancias que no siempre actuamos más con los oídos que con la boca y sobre todo, si los actos de los demás nos atañen.
Comprobé que las personas utilizan la queja para acercarse y tratar de comunicarse con la otra persona. Hay un intención positiva detrás. Muchas veces es educacional y aunque no lo pongo de excusa, siento que hay que saber escuchar lo que tratan de decirnos. Pero sí, al fin y al cabo, se trata de aprender a escuchar.
Dices de no dar soluciones si no las piden y respecto a la chica que decidió asistir a terapia con caballos… pienso que tomó la decisión bajo unas propuestas que la encaminaban. Se le abrió un camino que ella fue probando hasta que decidió experimentar con algo diferente y maravilloso.
Creo que en determinados momentos y circunstancias, solo las propuestas (consejos no) abren una senda participativa. Una puerta para explorar. Es una mano que se extiende para confiar.
No es lo mismo ante la queja decir «podrías» que «deberías/tendrías».
Hasta para darle un toque de humor … Podrías dejarme en paz, ¿no crees?
Un abrazo
Voy a imprimirme esto y empapelar mi cuarto entero con él.
Un abrazo,
Qué buen artículo Marina, y con qué gracia cuentas las cosas importantes, leches!
Me ha hecho sonreir leer que expones una cosa tal y como yo la he pensado más de una vez. No sabes la de tentaciones que me han dado en mi vida ante determinados comentarios, contestar con un dramón de película, sólo para después de desmentirme, ver con qué cara se queda la otra persona. A veces, hay quien se lo merece, por creer que sólo su percepción es la única verdad.
Un beso, nos ayudas mucho con tus entradas, con tu darte toda en generosidad desmedida, y espero que te vaya muy bien esta aventura de la mailterapia.
Cris.
Un post muy sensato, quien mejor que uno mismo para saber lo que quiere en la vida, los demás no están en tu piel y sin embargo a veces forzamos a que los demás vivan y sientan según nuestra vision , hablamos demasiado sin saber la repercusión de.nuestras palabras a quienes van dirigidas y podemos hacer más mal que bien, en fin, hay que aprender a escuchar, es más relajante porque ni juzgas
Mopi, me ha emocionado mucho el post. Muchas gracias por hablar tan bien de mi persona. Se me han saltado las lágrimas(la foto es muy emotiva).
No sé hasta qué punto va en contra de la filosofía del post escribir un comentario, pero ya estoy en ello, así que ahora no voy a detenerme.
La verdad es que me esfuerzo en no juzgar, aunque evidentemente sí lo hago. Creo que cuando hacemos un juicio muy pesado es porque hay algo que se refleja en nosotros, así que cuando no hemos conseguido no juzgar podemos detenernos en observar el juicio y cómo se refleja en nosotros. Por ejemplo, el otro día en una clase, me encontré juzgando a mis alumnos por no entender algo que había explicado muchísimas veces. Los peores juicios los hice mentalmente, aunque sí verbalicé algo así como: » no me lo creo, me voy a tirar por la ventana».
Luego de camino a casa, me sentía mal por la crueldad de mis juicios ya que mis alumnos son amor y me tratan estupendamente y yo racionalmente no creo en esos juicios. Después me di cuenta que me molestaba porque significaba que yo no lo había explicado de forma que lo entendieran y que en realidad el juicio era hacia mí misma, ya que para mí la mayor satisfacción es que entiendan las cosas y puedan aprobar el examen. Al final, todo ego.
Lo de los niños, me ha encantado. Vicki Hoefle es una crack., aunque he de reconocer que mi hija es mi asignatura pendiente. Me resulta MUY difícil el no hacer con ella.
Mil besos corazón
Ay, Marina, como neurótica de la vida incapaz de sacarse de la cabeza las críticas/juicios/expectativas de los demás, no sabes lo de acuerdo que estoy con este artículo. Me gusta que me ayuden a pensar cuando lo necesito, pero lo cierto es que la mayoría de las veces damos consejos concretos desde nuestra perspectiva, y encima nos molestamos si no los siguen.
En la línea de lo que comentas, creo que también podríamos reducir las expectativas que proyectamos sobre los demás. Por ejemplo, en las relaciones, a menudo nos ofendemos si no nos devuelven las llamadas o las visitas con la frecuencia con que a nosotros nos parece correcta o «normal», cuando cada uno tiene la suya. Y ya ni te digo la expectativa de los padres sobre los hijos en plan no te vayas lejos nunca o ten hijos ya para que yo pueda tener nietos (!).
Genial artículo, gracias.
Me gustó leerlo! En cuanto a los juicios …además de los que hacemos sin que nadie lo pida (detallazo) yo añadiria los que hago acerca de cada paso que doy, cosa que hago, digo, pienso…auto-cañita…
Abrazos!!!
Tremendo tema!!!! Me he dado cuenta que me resulta más sencillo no juzgar a las personas que amo y son mas cercanas (siempre haciendo un consciente esfuerzo por no hacerlo) que a quienes no conozco, me hace sentido lo que comenta Elsa sobre que nos reflejamos al juzgar… GRACIAS!!!
Marina, qué lindo post para leer un viernes al mediodía, yo personalmente lucho cada día para estar en ese camino del no juzgar, se me hace difícil pero lo sigo intentando, sobre todo cuando veo el día a día de mis nietos y «juzgo» a sus padres, este finde a quedarte calladita Marta!!!!
Cuanta razón!!!
Aunque creo que haría falta un máster para aplicar esto!! Somos una sociedad muy juzgona (esto creo que viene de los ambientes más rurales, donde cualquiera que se saliera un poco del tiesto era hipercriticado) y por los medios de comunicación por cada 100 críticas aparece una o dos propuestas positivas…como salir de esto??? Y luego está otro tema, muchas veces ves que alguien cercano se esta equivocando y es de esas situaciones,(ej, su pareja le hace más mal que bien) que si se lo dices es mala idea porque seguramente se pondrá en tu contra y si no dices nada, sufres porque ves que le están haciendo daño y solo te queda esperar a que se de cuenta el mismo. Hay algo más que puedas hacer?? O esperar a que el se de cuenta es la única opción?? La verdad es que una vez que me pasó esto mismo, al final él se dio cuenta y ahora está mucho mejor con otra persona e incluso nos pidió perdón por su comportamiento. Lo que está claro es que aprendió la lección…
Gracias una vez más!!
Salgo a la calle y esquivo un tremendo zurullo de perro sobre la acera. Estoy a punto de emitir un juicio poco favorable sobre el propietario del chucho -sobre todo cuando pienso en las seis o siete que recojo diariamente del mío- pero recuerdo este post y me controlo. Cuando voy a cruzar la calzada por el paso de peatones un BMW con la música a todo trapo pasa raudo a escasos centímetros de la puntera de mis zapatos y lanzo algunos juramentos que se pierden en la banda sonora de esa peli tan manida que se titula «Tráfico rodado en la gran ciudad» o la popular «Estamos en obras. Perdonen las molestias». El metro está hasta la bandera y el aire acondicionado no funciona. Debido a la crisis, muchas personas han dejado de usar desodorante hoy. «No juzgar», me repito a mí mismo como si fuese un mantra, «no juzgar». A pesar de todo llego puntual a mi cita con un viejo amigo. La puntualidad, sin embrago, es una virtud poco vistosa cuando el otro llega tarde y mi amigo se deja caer con media hora de retraso. «Me quedé viendo Sálvame de Luxe hasta tarde… Por cierto, ¿qué te parece el nuevo piercing con forma de hueso que me he hecho en la punta de la nariz?». Y entonces… entonces le digo la verdad. Yo también soy humano.
Ahora en serio, un gran post, Marina. Aunque no sea fácil aplicarlo.
Yo puedo ser politicamente correcto con gente en general.pero no me gusta ser ni que lo sean conmigo NEUTRAL cuando se trata de la familia o conocidos mas cercanos,porque ya mas bien me huele a hipocresia.
Hola,Alvaro ! sabes,no se trata de ser «politicamente correcto», ni siquiera «neutral» y menos que menos «oler a hipocresia» !?! , sino de cambiar esquemas a los cuales las personas estan acostumbradas. Nuestros y por ende de los que nos rodean. Y esto te lo digo por propia experiencia ……!!!!!! Estas lineas son mi regalo para ti, si, asi como lo lees,que por que te hago un regalo sin conocerte? Pues porque al leerte, comprendi que estabas esperando una respuesta de alguien, y como yo dejo de ser neutral cuando el otro lo necesita,asi te lo hago saber. Asi que acepta este regalo ,valoralo y usalo para transformar tuvida,si quieres,y si no,esta bien. Un calido abrazo !! Susana Salvaje.
Simplemente Fantastico!!!!!! AL LIBRO,URGENTE,Y EN VARIOS IDIOMAS !!!! Gracias por compartir!!!!!