Aquí tienes, ¡oh, lector querido!, el artículo sobre la asertividad que llevo algún tiempo prometiendo. La asertividad es un tema importante que a mí, personalmente, me cuesta un montón, así que espero que te resulte útil. Como me ha quedado largo como el infierno algo extenso, lo he dividido en dos partes. La segunda aparecerá en un par de días.
¿Estás listo para adentrarte en el fascinante mundo de decir las cosas claras en lugar de sufrir en silencio? Pues comencemos. Y qué mejor manera de empezar que con un ilustrativo ejemplo.
Juan es un chico de treinta años que vive con su novia, Sofía. Está en paro desde hace un tiempo, y durante el día se dedica a estudiar cursos, enviar el currículum y componer música, que es su gran pasión. Sofía trabaja como profesora de secundaria y vuelve a casa todos los días a eso de las tres. Almuerzan juntos la comida que ha preparado Juan, y después de comer ella se tumba en el sofá a dormirse algún documental. A Juan no le gusta que los platos se queden sucios, así que mientras Sofía duerme, él recoge la mesa y pone el lavavajillas.
Hasta aquí todo bien. Más o menos. El problema es que a Juan, en realidad, recoger la cocina le repatea el hígado. No sólo eso, sino que le da rabia que ambos hayan asumido que es él quien tiene que recoger. Piensa que Sofía cree que, como ella trabaja y él está en paro, le corresponde a él hacer las tareas de la casa. Y aunque reconoce que el trabajo de ella es cansado, considera que hace todo lo que puede por utilizar su tiempo de forma productiva y también se siente cansado después de comer.
Todos los días, mientras coloca los platos en el lavavajillas, Juan rumia sus quejas en silencio, deseando que a Sofía se le ocurra levantarse a echarle una mano. A veces ella le dice “no lo hagas tú, ya recojo yo luego”, pero él prefiere que los platos no se queden toda la tarde en el fregadero y termina por hacerlo.
Éste es un ejemplo típico de conducta pasiva. Como buena psicóloga empollona, yo debería recomendarle a Juan que entrene su asertividad. Que le exprese a Sofía sus sentimientos, que no la acuse de nada y que le pida exactamente lo que espera de ella.
Sin embargo, os propongo que nos adentremos un poco más allá y nos planteemos preguntas interesantes. A saber:
¿Por qué no es Juan capaz de ser asertivo?
¿Cómo lo justifica?
¿A quién beneficia su conducta?
¿Por qué debería entrenar su asertividad en lugar de su capacidad de resignación y aceptación?
Como ya sabréis muchos de vosotros, la asertividad es la capacidad de expresar los propios deseos y defender nuestros derechos sin atacar los de los demás. Está a medio camino entre la pasividad y la agresividad. Ser pasivo y ser agresivo son, en mi opinión, dos posturas diferentes que requieren explicaciones distintas, así que lo vamos a tratar en artículos separados. Hoy comenzaremos con la pasividad.
Ahora viene una de las clasificaciones que Marina se inventa basándose en su observación de la realidad y que quizá no tengan base científica. Bueno. Como siempre: si os sirve, bien; si no, como decía mi profe de psicología fisiológica, gambas al pil-pil (ahora entiendes la foto, ¿verdad?).
Tipos de personas
En este mundo absurdo, las personas suelen dividirse en dos tipos. El tipo uno le echa la culpa de todo a los demás. Seguro que conoces a alguien así. Piensa que la responsabilidad de su falta de dinero la tienen los políticos, que su pareja va mal por culpa de su novio/a, que en el trabajo todos los fallos son del resto del departamento.
Luego está el tipo dos. Quizá tú te identifiques con este tipo. Es el que cree que todo depende de sí mismo. De la actitud con la que se tome las cosas, de cómo trate a los demás, del tipo de vibraciones que atraiga, de su capacidad para adaptarse. El tipo dos es bueno, o eso cree él. “Jo – se dice -, soy estupendo. Lo poco que me quejo. Lo fácil que le hago la vida a la gente. Si todos los demás fueran como yo, el mundo iría mucho mejor”. El tipo dos critica al tipo uno y le manda presentaciones de power point del tipo “sonríe y el espejo te devolverá una sonrisa”.
Ojo: me estoy cebando con el tipo dos porque yo soy muy tipo dos. Los psicólogos somos unos maestros de la comprensión. Entendemos a todos y lo explicamos todo. “No es malo; sólo sufre”. Somos conciliadores y fáciles la mayoría de las veces, y lo peor es que nos creemos que lo estamos haciendo genial. Es cierto que ser fácil, conciliador y ridículamente amable es bueno la mayoría de las veces. También es cierto que merece la pena plantearse la intención y las consecuencias que tiene actuar así siempre.
El tipo dos suele ser más pasivo que asertivo. Juan piensa que él puede amoldarse a la actitud de Sofía; que con tal de evitarle a ella el disgusto de pensar que es una mala novia y que él se siente mal por su culpa, recogería los platos todos los días. La historia que se cuenta Juan es que valora tanto una buena convivencia con Sofía que no la va a poner en peligro por un puñado de platos. Que hay cosas mucho más importantes en su relación que eso.
No somos tan buenos
1. Los límites
Una Verdad Chunga que no incluí en los posts sobre el tema y que quizá trate más adelante es que, en general, actuamos desde el egocentrismo. Esto no es necesariamente malo. Tiene que ver con que el único campo de juego en el que podemos participar es el de nuestra mente, nuestras emociones y nuestras sensaciones físicas. Por mucho que nos empeñemos, no podemos sentir directamente las emociones del otro. A lo que tenemos acceso es a la reproducción que nos monta nuestro cerebro. Sólo podemos acceder a nuestra sensación como respuesta a la suya. Acceder a los eventos internos de los demás es imposible.
Cuando evitamos decir lo que nos molesta, ocultamos nuestras peticiones lícitas fingiendo que nos da igual o nos cruzamos de brazos, enfadados, esperando a que el otro averigüe lo que nos pasa, no lo hacemos por él o porque nos interese mantener su paz mental. Lo hacemos porque queremos mantener nuestra paz mental: porque la sensación desagradable que se deriva de confrontar a la gente no es fácil de tolerar.
Juan no rechaza las sensaciones desagradables de Sofía; rechaza cómo se sentirá él cuando imagine cómo se sentirá Sofía después de escuchar su queja.
A la hora de decidir si ser o no asertivos, debemos estar dispuestos a afrontar nuestro malestar y nuestras sensaciones desagradables, no las del otro. No significa que él no vaya a sentirse mal, sino que nosotros no podremos experimentar esa sensación directamente.
2. Decidiendo por el otro
Nuestra capacidad para asumir la responsabilidad del cambio es una de las herramientas más valiosas que poseemos como humanos. No podemos controlarlo todo; las cosas malas suceden. Pero podemos decidir SIEMPRE. Si te ponen una pistola en la cabeza y te obligan a hacer algo, puedes decidir: entre hacer lo que te piden o que te peguen un tiro.
Nadie dijo que fuera una decisión fácil.
Cuando somos pasivos, decidimos que el otro no va a cambiar incluso antes de pedírselo. Decidimos que expresar en voz alta nuestros límites y nuestros derechos no va a servir para nada. Esto es una excusa para evitar el malestar del que hablaba antes. ¿Cómo vamos a saberlo si no lo decimos? Probablemente, Sofía tiene su propia explicación de lo que está pasando. Quizá piense que Juan se sentirá más útil si se encarga de las tareas de la casa. Quizá crea que a él realmente no le importa nada poner el lavavajillas. Ella es su pareja. Le quiere, y quiere que esté bien. Si se le da la oportunidad de hacer algo por mejorar la convivencia y por tener en cuenta los sentimientos de Juan, no es tan descabellado pensar que va a aceptarlo.
Curiosamente, decidimos por el otro y, sin embargo, somos incapaces de decidir por nosotros mismos. Renunciamos a nuestro poder efectivo para cambiar la situación y para protegernos. Es cierto que los demás pueden o no hacer caso a lo que le decimos, pero siempre tendremos alternativas para minimizar el daño. Dejar una relación en la que nos hieren, irnos de un piso en el que no nos sentimos cómodos o tratar de enfocar la situación de otra manera. Pero esas acciones efectivas para protegernos comienzan después de ser asertivos. Después de dar al otro la oportunidad para cambiar.
Razones para seguir siendo pasivo
Quizá pienses, querido lector, que el subtítulo de arriba es una errata. Que se me ha olvidado incluir un “no” entre “para” y “seguir”. Qué va: está escrito a conciencia. Creo que eres un ser humano inteligente y dueño de sus decisiones. Creo que quizá no cambies nada después de leer este post, pero espero que al menos lo hagas con conocimiento de causa y reclames tu pasividad como una forma válida de enfrentar la vida. Para eso, voy a darte razones para no ser asertivo y continuar callándote lo que sientes y piensas para toda la eternidad.
1. Que “el no ya lo tienes” es una gran mentira
Nos lo dicen mucho cuando nos gusta alguien. “Invítale a una caña – te sugieren -. El no ya lo tienes”. Ésa, querido lector, es una de las mentiras más grandes que existen. Tú no tienes el “no”. Tienes un “quién sabe” la mar de socorrido. En el momento en que el otro te rechaza, las posibilidades de algo bonito que habías ido construyendo en tu mente se desmoronan. Ahora tienes que hacer frente a una situación distinta.
De la misma manera, mientras sigas siendo pasivo y pensando que puedes controlar tú solo toda la situación, no tendrás el «no». Juan podrá pensar que Sofía no le ayuda porque no sabe que le molesta. Si le pide ayuda y ella se la niega, tendrá que vivir con una verdad mucha más complicada: que a veces los demás saben que nos están haciendo daño y no quieren (o no pueden) cambiar nada.
¿Estás dispuesto a vivir con eso? Duele mucho más que aceptar las cosas. Por supuesto, podría salir bien. Sofía podría decidir echarle una mano, o podrían negociar un turno alternativo. También podría salir fatal y terminar en ruptura.
El único consuelo que se me ocurre es que, suceda lo que suceda después de tu conducta asertiva, al menos estará ocurriendo en el plano de la realidad, no en el de tus pajas mentales. Dejarás de representar dentro de tu cabeza las voces del angelito, que te dice que el otro no es tan malo y que debes ser compasivo y ecuánime, y del demonio, que insiste en que nadie con un poco de buena voluntad y dos dedos de frente debería comportarse así.
2. No vas a enfrentarte con el otro, sino con su ego
¿Qué es el ego? (me dices, mientras clavas en mi pupila tu azul pupila de jipi)
El ego, así grosso modo y sin meternos en profundidades budistas, es esa representación de nosotros mismos que tanto nos esforzamos por preservar. La colocamos en un altarcillo en nuestra mente: necesitamos creer que somos buenos, inteligentes y válidos. Además, colocamos al ego en otro altar en la mente de los que nos rodean. Queremos que piensen que somos buenos, inteligentes y válidos.
Y, ¿sabes qué? Si reúnes el valor para decirle a una persona que no te gusta cómo se comporta, le estarás diciendo que no piensas que sea bueno, inteligente ni válido. Preservar nuestro ego es el equivalente emocional de seguir respirando. Lo necesitamos. Haremos cualquier cosa para que no se hunda.
¿Cuál crees que será la respuesta de Sofía si Juan le explica que le gustaría que le ayudara con la cocina? ¿Crees que dirá algo como “tienes toda la razón, tesoro. Siento no haberme dado cuenta de que hería tus sentimientos y te echaré una mano a partir de ahora”? Apuesto a que hay casi un 99% de probabilidades de que no. Quizá dentro de unos días, cuando se le pase el calentón. Lo primero que va a decir Sofía es que está muy cansada, que Juan se pasa todo el día en casa, que creía que no le importaba, que da igual que los platos se queden un par de horas y los recojan después de la siesta. Con esas excusas, lo que hace es intentar que Juan preserve una imagen bienintencionada y lógica de ella. Que entienda que ella no sólo no quería hacerle daño, sino que además tiene razón.
Solemos preferir tener razón a casi todo lo demás, así que con la asertividad nos enfrentamos a un enemigo muy, muy poderoso. El consuelo es que puedes recordar que ese enemigo no es la otra persona, sino su ego y el poder que ejerce sobre él.
3. Tu ego también juega
Adivina qué: tu ego también tiene que ver en esa situación. Si eres pasivo, es más que probable que te identifiques con una imagen de ti mismo como una persona conciliadora, tranquila y adaptable. Explicas a la gente tus problemas con tu compañero de despacho y te justificas: “con la de cosas que yo hago por él. Le riego las plantas cuando se le olvida. Digo que no me importa que ponga la calefacción a tope. Escucho sus absurdas anécdotas de fútbol”.
De repente, eres asertivo y ya no puedes seguir manteniendo esa imagen por mucho tiempo. Ahora has hablado alto y claro, has expresado lo que no te gusta y te has convertido en un quejica. En alguien que no es capaz de amoldarse a las circunstancias y que no es tan bueno como parecía. “Vaya: así que la pequeña y dulce Marina tiene su genio”, pensará la víctima. Y, de nuevo, no será agradable.
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De momento, lo dejamos aquí. Te animo a que reflexiones sobre lo leído y lo compartas en los comentarios. ¿Sigues queriendo ser asertivo? ¿Te has sentido identificado con alguna de las situaciones descritas? ¿Qué soluciones se te ocurren?
En breve volveremos con la segunda parte: Trucos asertivos para jipis pasivos, o por qué defender tus derechos es una buena idea.
Me identifico mucho con la conducta pasiva. Pienso en mí, si pero ante ese ejemplo de platos, me identifico totalmente. Pero hay una cosa, y es que va a llegar el momento en qué Juan salte porque no puede más y Sofía no va a entender nada y que por qué no se lo dijo antes. Hay cosas que tenemos o podemos hacerlas solos, pero cuando se trata de convivencia creo que tenemos que hacer partícipe o hacer ver que no estamos cruzados de brazos.
Es un tema complicado porque parte del cambio que tenemos que hacer personalmente y luego transmitirlo. No va a pasar nada. El problema está, por lo menos en mi, es que no quiero molestar y se convierte en una costumbre que es para siempre y si un día dejas de hacerlo, sea por el motivo que sea, puede que salte «Sofía» de manera extrañada o enfadada.
Espero una segunda parte. Este tema hay que trabajárselo uno muy bien. Gracias!
¡ Hola Marina ! Veo que estaba equicado en el concepto de asertivo que tenía . Pensaba que responde a una persona que escucha con cariño, que dice sí con la mirada al que esta hablando, que comprende y anima al otro y basicamente no le lleva la contraria en casi nada . Llevo años tratando de encontrar la palabra que define ese concepto ¿ Me podrías decir cual es ?
Bueno, ya te responderá Marina, pero desde mi punto de vista, la palabra sería empatía: escuchar activamente a la otra persona, sintonizar con sus sentimientos, mostrarle comprensión. Es algo muy bonito escuchar y mostrar empatía a los demás. Pero claro, si es algo que se hace absolutamente siempre y como dices «no le lleva la contraria en casi nada»… entonces es un comportamiento claramente pasivo, que como ella explica en el artículo, puede tener sus pros y sus contras.
En mi opinión a largo plazo tiene muchos contras… al final estás negándote siempre lo que quieres por hacer feliz a otra persona. Por lo que terminarás frustrado y harto de ser tú quién se sacrifica siempre por los demás. Y te evitará conseguir muchas cosas que realmente quieres por no ser capaz de decirlas o por no llevar la contraria.
Violeta:
NO creo que ser pasivo pase por «hacer feliz a la otra persona», sino por un acto de cobardía. Creo que ser ASERTIVO tiene que ver con la valentía de enfrentar las cosas que no te gustan e intentar cambiarlas, de salir de la comodidad, de la zona de confort que ineriormente te mantiene en la «paja mental» de pensar que lo hacemos por el otro…. Disculpas mi honestidad, no es contigo… es conmigo mismo.
Marina: Me parece genial lo que estás haciendo a través de esta herramienta, a disposición que profundicemos este y otros temas para mi beneficio.
Muchas gracias. Pablo
Gracias Marina. Muy interesante. Sobre todo esa explicación sobre los motivos q nos llevan a practicar el bello arte de ser pasivos.. Evitar conflictos, mantener nuestra autoimagen buenrrollista.. A veces más apostar por un buen clima.. Por ejemplo puede resultarte más importante estar trankilo en una terraza q pedirle al camarero q t cambie la cocacola normal por la light q le pediste…
Desde luego la conservación y estabilidad es un buen motivo para ser acomodaticio.. Pero perdemos muchas oportunidades d estar mejor. Conozco una pareja q él llevo a la playa a ella cuando empezaron pq pensaba q a ella le gustaba, aunq él no soportaba la playa.. Ella le vió a él emocionado y todos los años le sugeria ir a la playa.. Hasta 4 años después no le dijo q a ella no le gustaba… Q LO HACIA POR EL… Jijij Importante comunicarse aunq cambie muchas veces las cosas para mal…
Siro eso puede ser alguien empático. Aunq si siempre le da la razòn puede ser excesivamente diplomático o sumiso, acoplándose al otro en todo. Puede ser otro ejemplo d pasividad.
Muy interesante (¡y útil!) este artículo. Estaba reflexionando especialmente sobre la última parte, sobre esa imagen estupenda que tenemos de nosotros mismos, en la que decimos «con la de cosas que yo hago por él. Le riego las plantas cuando se le olvida. Digo que no me importa que ponga la calefacción a tope. Escucho sus absurdas anécdotas de fútbol». Es cierto que hacemos todas esas cosas, y nos contamos a nosotros mismos que las hacemos de forma altruista porque somos así de buenos. Pero no. En el fondo esperamos que la otra persona lo note, o que el resto de personas de alrededor lo noten, y nos digan, o por lo menos piensen, lo buenísima persona que somos. Y es muy curioso porque luego esperamos gestos a cambio, como si fuera un contrato que teníamos hecho «yo hago esto por ti, y tú haces otras cosas por mí». Y habría que plantearse que igual la otra persona no quiere que hagas esas cosas por ella, ni quiere ese intercambio de favores ni nada.
A mí me ha sucedido desde ambos puntos de vista. Me he hartado de tener mil detalles con otra persona, haciendo «pequeños sacrificios» (como el ejemplo que dabas) y luego esa persona ha hecho lo que le ha venido mejor y punto. Y claro, yo me siento como estafada. Pero luego me ha pasado justo al revés con la persona que vivo. Que un día cuando he protestado por algo, me responde «¡Con todo lo que yo hago por ti! Si recojo tus cosas y las guardo, y ordeno tu armario. Si a veces hace falta ir a la compra y no te digo nada y voy yo, por no molestarte. Si cuando ves algo en la tele no te digo que yo quiero ver otra cosa, y me adapto». Y entonces yo respondo: «¿Y te has planteado que yo en realidad no quiero esas cosas? Puede que prefiera ordenar mi armario yo, y no me guste que me lo ordene otra persona. Puede que quiera que me digas que hay que ir a la compra y vaya con mucho gusto. Puede que me de igual lo que veo en la tele y lo ponga por poner, y no tenga problema con cambiar a tu programa favorito». En realidad esa persona no me está haciendo ningún favor práctico, nada que yo quiera o necesite… pero en su mente, siente que está sacrificándose a diario por mí, y yo estoy siendo ingrata. Y todo por no comunicarnos, por quedarnos en esa zona de confort, en ese «quién sabe» la mar de socorrido, como tú dices. Precisamente ha hecho mucha gracia el comentario anterior de Vergel… esa pareja 4 años yendo a la playa, cada uno convencido de estar haciendo algo bonito e importante por el otro xDD
¡Espero con mucho interés la segunda parte!
Violeta has dado en el clavo! Suscribo al cien por cien tus palabras.
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Hola Marina:
Yo creo que en general soy pasiva, pero tengo dos o tres personas agresivas en mi entorno cercano (familia) que me hacen MUCHO daño. De todo el artículo me quedo con esto: Ser asertivo es darle al otro la oportunidad para cambiar. Y coincido contigo en que solemos ser muy egocéntricos, yo sé perfectamente que no les digo ciertas cosas a ciertas personas por temor a su reacción y al daño que me producirá dicha reacción, y de hecho cuando ya no puedo más y estallo casi siempre alguien de mi entorno cercano me dice «te has pasado con fulano o mengana». No sé lo que opinarás tú de esas terceras personas «distorsionadoras»…
Ainhoa te entiendo y puedes estés viviendo de los vampiros emocionales o chantajistas emocionales. Un tema que me gustaría que Marina tratase en profundidad algún día porque trae tela y algunas veces cuesta para que no te hagan más daño si respondes o no y al final, te muestras pasivo.
¡Interesante post! Yo soy una pasiva de manual, y tengo claro que en muchísimas ocasiones es por lo que dices, por evitarme las malas sensaciones que me producen los conflictos. Eso, y que no sé enfrentarlos, con lo que pienso que quizás algo útil para aprender a ser asertivo sería aprender habilidades para resolucionar conflictos, con lo que visualizarnos ahí sin saber qué hacer una vez el otro ha marcado posiciones y es el ENEMIGO no constituyera el primer freno.
Otro punto que me ha dado que pensar es el de reclamar nuestros derechos. ¿Cuáles son nuestros derechos y cuáles del otro? Parece una excusa para no actuar, y seguro que lo es (:, porque por ser asertivo no vas a «robar» derechos, solo poner sobre la mesa tus emociones para llegar a algún sitio con el otro, pero sí que creo que no todos tenemos la misma percepción de lo que es «el derecho de uno». Por ejemplo, se me ocurre el caso de los vuelos, y de cómo nos lo tomamos cuando se retrasan. ¿Es mi derecho que el avión salga a su hora y si no es así está justificado que me queje, o sería más oportuno que comprendiese que a veces las cosas no salen según lo prefijado y ya está? No lo sé, pero sí que creo que algunas personas, por circunstancias de la vida, sentimos que tenemos menos «derechos» que otras. Y quizás esa sería otra posible forma de arrancar, saber valorar lo que es justo que reclames y lo que no, y eso me parece muy complicado…
Lo estoy pensando y creo que quiero seguir siendo pasiva así en general, pero tengo mucho interés en aprender a ser asertiva para cuando es verdaderamente necesario, y lo sabes, y tiras de pasividad porque no hay na más en tu historial de habilidades. Espero ansiosa la parte de los consejos prácticos.
¡Saludos!
Madre de dios, yo soy una tipo dos de manual, y en realidad me he sentido identificada con *todo* lo que has dicho de Juan. Y con la frase «Cuando somos pasivos, decidimos que el otro no va a cambiar incluso antes de pedírselo» ya directamente parece que te hayas colado en mi mente.
Jo, soy un cliché tipo dos 🙂 Esperaré la segunda parte. Y muchas gracias por todo lo que escribes! 🙂
Eii chiquilla genial articulo…cuando lo lea con mas calma te pongo un comentario como toca…quiero masticarlo bien antes. Si puedo comentarte que el tema quejas me toca a mi mas en el ámbito laboral en que lo único que pretendo es que se hagan mejor las cosas (al menos bajo mi punto de vista claro)…quizás lo que doy como sugerencias ‘subidas de tono’ por el estrés (via sarcasmo) se tomen como quejas…debería mantenerme en la linea de la sugerencia o tomar caminos más creativos….o finalmente pasar a ser pasivo (con los dientes apretados) y olvidarme del tema….seguiré. Enhorabuena 🙂
Un artículo muy claro y con ejemplos muy cercanos. Es muy ameno. Te centras en la gente pasiva y asertiva, pero ¿y los agresivos? Los que decimos las cosas atacando siempre porque quizá nos hemos cansado de hacerlo todo (o al menos de tener esa sensación), o de que nos tomen el pelo (o creerlo) y eso hace que estemos a la defensiva siempre.
¿Qué opciones hay para el cambio? O somos casos perdidos y por esos no lo nombras? 🙂
Un saludo!! Y encantado de leerte de nuevo
¡Hola!
Un comentario rápido para decirte que voy a escribir sobre la agresividad más adelante, pero he preferido separar un artículo de otro porque me parecía más comprensible y porque así me iba a quedar demasiado largo.
Un abrazo 🙂
Hola. Ofrezco soluciones a priori. Me parece que llegar a esa situación de hartazgo en la que se encuentra Juan puede evitarse.
El reparto de tareas debe quedar establecido en una relación, o debe establecerse si se produce una situación como la de Juan (que puede ser sobrevenida, lo del curro, me refiero).
Y si no se estableció con anterioridad, él debe hablar y decírselo a ella. El cariño se hace a base de roce, ¿ no? Quizás haya bronca o recelo durante un tiempo entre ellos, pero seguramente ESO no será motivo de ruptura, eso me parece a mí.
Quizás pueda parecer simplista; siempre he sido muy responsable con las tareas del hogar. Si a él le repatean los cacharros sucios después de comer, una de dos: o se traga el repateo durante una hora hasta que ella le ayude después de la siesta, o los recoge él. Salut.
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me ha encantado tu articulo Marina. Lo encuentro genial. Gracias, lo compartiré.
Me considero una pasiva tipo 2 que continuamente lucha por salir de este circulo. Actualmente mi hijo de 12 años me ha contado unas vivencias en las que veo que es exactamente igual que yo, pero se queja de ¡NO QUIERE SER ASÍ!.
¿Como puedo ayudarle si yo misma no puedo salir de mi forma de actuar solo en contadisimas ocasiones?.
Ademas, la mayoria de las veces en que lo he intentado, salgo con una sensacion de frustracion mucho mayor que antes de «solicitar mis derechos», pues siempre veo que no he sabido exponer mis puntos de vista corectamente, o que me he callado cosas que habia querido decir.
Me gustaria soluciones practicas para salir de este circulo vicioso que es el quejarse de no saber quejarse.
Gracias por compartir lo que sabes y espero tus soluciones….. si las tienes.
Un abrazo
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Soy una persona pasiva….. siempre lo he sido…. pero debo admitir que no lo soy siempre. Es mi mecanismo de defensa, para esas situaciones dificiles, en las que temes herir a alguien o tienes miedo de enfrentarte a la verdad, miedo de la critica. Supongo que los pasivos pensamos demasiado en las posibilidades, incluso sin saberlo creamos muros de indiferencia porque sabemos o mejor dicho tenemos miedo de lo peor que pueda pasarnos, miedo de no ser capaces de enfrentar la verdad de.nosotros mismos o de otros…. tenemos en consideracion todas las variables… y a la larga probablemente la incapacidad de manejar emociones o situaciones o mantener el autocontrol aea la justificaion a esta pasividad. Supongo que se trata de amar la paz emocional y mental, sin llegar al conflicto y continuo cambio.
Vaya, resulta que todos los que leemos esta web somos pasivos? o que tal vez solo respondan o lean este post los pasivos? o que todos nos creemos pasivos? o tal vez.. me salté los comentarios de los que dicen no serlo…
Bueno, es igual, el tema es que yo también me identifico como tipo 2 total, y la de problemas que me trae eso y yo quiero cambiar de boquilla pero se me hace insufrible ¿existe la fobia a enfrentarse con la gente o con las situaciones? las veces que lo he intentado o me ha dado por llorar o por temblar y acabar bloqueada diciendo «sí» a todo por lo que mi fobia crece ante la derrota, y me gano la imagen de inutil del culo lerda cobarde. Así que tengo un problema, yo lo veo gordo Michelin.
Así en plan egocentrico y psicoanalítica me remito al cole, yo, 9 años, no supe enfrentarme a otra cría de 9 años y a partir de ahí y que no supe enfrentarme a todo lo que derivó de la situación fui la tonta la clase durante 4 años, se rieron, me robaron, pegaron, acosaron insultaron… terrible… de ahí a estudiar con 30 años y que me sintiera igual y me pasara parecido aunque a otro nivel, claro, y de ahí a trabajar con 35 y que me pasara lo mismo en mi empresa aunque igualmente a otro nivel y terminando en mi despido.
Es grave el tema, tanto que.. me quede con mi pasividad enganchada por el pánico que tengo a enfrentar las situaciones o me decida a dar el salto y posterior batacazo (me baso en mi experiencia) no veo salida al tema este…
Terapia, sí, sigo sin querer enfrentarlo, y sin querer padecer por no enfrentarlo…
Me sentí totalmente identificada con el artículo, es harto difícil para mí ser asertiva, más con una pareja que es extremadamente cruel al momento del enfrentamiento, tanto que más de una vez me llego a cuestionar si lo que estoy pidiendo o sintiendo tiene asidero. Cada vez que pido algo, me hace sentir como que si yo no supiera en realidad lo que quiero, o que lo que quiero no es bueno o no es lógico. A veces pienso que no saco nada bueno de la relación, pero despúes recuerdo lo buenos momentos y lo veo jugando con nuestro hijo y otra vez pienso en que soy yo la que tiene que cambiar y ser más amable. En mi caso fueron 10 años de pasividad, de hacer todo lo que mi pareja siempre quiso sin chistar, para que luego en el momento en que más sensible estaba y que más lo necesité que fué luego de tener a nuestro hijo, él se fije en otra mujer. Me sentí estafada como dijiste, totalmente traicionada, pensé justo eso «con todo lo que hice y hago por él, todos los sacrificios». Si bien hay muchísimas actitudes que los dos cambiamos, sigo siendo muy pasiva y aguanto muchas cosas que no me terminan de gustar. No sé como salir de este círculo….