Hoy, en el coworking virtual en el que trabajo, alguien ha dado un consejo buenísimo:
«Si quieres ser capaz de calcular mejor el tiempo que necesitarás dedicar a una tarea, piensa en cuánto tardaría en hacerla otra persona».
Es cierto: vemos a los demás como un poco lerdos y a nosotros mismos como el tipo de Limitless.
No solo eso, sino que contamos con que los otros se distraerán, procrastinarán, se atascarán, mientras que nuestra vida será una balsa de aceite sin interrupciones.
Pensaba algo parecido hace unos días mientras escribía mi novela: «ojalá pudiera leerla desde los ojos de otro».
Cuando lees un libro ya publicado (y está bien hecho) tiene una pátina de realidad. Sabes que no, pero es como si la historia existiera.
Con tu novela (o con la mía, al menos), como sabes que todo es mentira, piensas que los demás se darán cuenta y te acusarán de mala escritora.
Otro ejemplo más: lo fácil que es arreglarles la vida a los demás.
Los problemas de otros siempre se ven claros, fácilmente resolubles, que aún están ahí porque el otro es vago o un poco torpe.
¿Los nuestros? Inevitables y absorbentes tramas del destino que nos arrastran sin que nosotros, víctimas de tragedia griega, lo podamos evitar.
¿Qué tienen en común estos tres ejemplos?
La distancia.
La importancia de distanciarse se ve con facilidad cuando comparas ponerte tu mano sobre los ojos o poner la misma mano en la misma posición, pero alejada diez centímetros.
Con distancia tienes perspectiva, serenidad y sabiduría para saber cuál es el siguiente paso a tomar.
Te da eso que todos ansiamos y poca gente tiene: claridad sobre ti mismo y lo que de verdad quieres hacer con tu vida.
Como tantas cosas, es más fácil decirlo que hacerlo.
Pero hay varios ejercicios en Reescríbete que ayudan mucho.
Por ejemplo: uno que se llama El lector extranjero y otro al que bauticé en su día El periódico de tu vida.
Son, consistentemente, dos de los favoritos del público. Los haces y te ríes un rato. Después, además, ya has tenido una experiencia reveladora (un insight) sobre cómo funciona tu mente en realidad y, al igual que pasa cuando aprendes a leer, una vez que lo ves, ya no puedes dejar de verlo.
Cambia por completo tu forma de relacionarte con ella y, por tanto, tu vida.
A mí me parece una buena inversión.
Si crees que te puede servir, vente y la aprovechas tú también.
Por cierto, si no has puesto en práctica lo de la mano en los ojos, prueba ahora. Ponla pegada primero y a diez centímetros después. La diferencia (en tu capacidad de ver más cosas, no solo tu mano) es abismal.
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Muchas gracias por compartir la idea. Me parece sencilla pero muy muy práctica. Con permiso, compartiré la idea y tu artículo en el canal y en el grupo de Telegram.
(Por supuesto, estás invitada)
Un saludo desde Canarias!