El post de hoy es una colaboración de Núria Gallego Carbonell, de La escritora de tu vida.
Ayer se cumplieron 10 meses desde que comparto mi vida con Bubbles, el gato que aparece en la foto de la izquierda.
Muchas personas se consideran superiores a los animales por las capacidades cognitivas que tenemos los humanos. Sin embargo, yo no comparto esta opinión.
Hay algo en lo que ellos son mucho más expertos: vivir el presente.
Cuando se despierta a las 6:30 de la mañana, Bubbles no se levanta pensando:
“¡Oh, my God! Tengo que controlar las malditas golondrinas. No sé cómo lo hacen para esconderse en el tejado.
Y tengo que asegurarme de que Núria o Miguel me ponen mis 4 raciones de comida. Espero que no se olviden ni una.
Mierda, ya llego tarde para ver salir el sol.
También tengo que cazar todos los insectos que entren en casa.
Ay, ¡qué hambre! Qué ganas de desayunar.
Luego tengo que darme una buena limpieza, que se está muy a gustito tomando el sol recién lavado.
Y que no se me olvide dormir mis 16 horas diarias. Con suerte, me pasaré la tarde entera en un regazo.
Mmmm…. Cordero….
¡Mierda, mierda! Ya voy tarde para todo. Será mejor que me dé prisa.”
Bubbles no se estresa por cumplir con sus tareas de felino. Sencillamente, las hace cuando tocan.
Sin embargo, tú y yo, que no tuvimos el privilegio de nacer gato doméstico, sí nos preocupamos por nuestras obligaciones. De hecho, los humanos comunes tenemos muchas y poco tiempo para terminarlas.
Ante esto, lo que acostumbramos a hacer es ir de un lugar a otro como una peonza, tachando acciones de nuestra to do list y reaccionando a los imprevistos que se nos presentan.
Pasamos el día apagando fuegos y alimentando los pensamientos en nuestra cabeza.
De esta forma, terminamos exhaustos, cansados de dar vueltas, hartos de los demás y de nosotros mismos. Si hemos tenido un día particularmente estresante, incluso es posible que hayamos acumulado tensión en el cuerpo.
Quizá nos duele la cabeza o la espalda o hemos apretado los dientes. Quizá nos sentimos frustrados, enfadados o tristes.
Pero no podemos detenernos demasiado, mañana nos espera una lista igual o más larga que la de hoy.
Así no hay forma de vivir el presente, lo que tanto recomiendan en Autoayudalandia.
Pero no todo el horizonte es descorazonador. Hay una forma de evitar el baile de la peonza día tras día o, por lo menos, existe la posibilidad de recargar las pilas y prevenir algunos de tus malestares: tomar ejemplo de los animales y vivir en el cuerpo.
Vivir en el cuerpo es estar presente en él. Se trata de sentir las sensaciones que hay en cada una de las partes que lo componen.
Por ejemplo, se trata de saber cómo están tus piernas y tus pies. Reconocer si están cansados antes de que duelan, si te sostienen con seguridad, si son flexibles o rígidos.
También se trata de reconocer, cuando estás en tu rutina, cómo reacciona tu cuerpo.
Imagina que llegas tarde al trabajo y el metro se retrasa. ¿Sabrías decir lo que ocurre dentro de ti? No me refiero a lo que piensas. ¿Sabrías detectar si contienes la respiración o si tu estómago se tensa?
La mayoría de las personas viven atrapadas en sus pensamientos y no son conscientes de ello. No se han acostumbrado a sentir el sol en su piel, el peso de la comida en el estómago, el sostén que ofrecen los pies o la tensión en su espalda tras muchas horas en la misma postura.
Sin embargo, cuando estás en contacto constante con tus sensaciones corporales, te resulta mucho más fácil vivir en el presente.
La diferencia entre la mente y el cuerpo
Quizá alguna vez has leído que mente y cuerpo son lo mismo. Y sí, lo son, porque no pueden separarse. Por ahora, todavía no hay cabezas pensantes insertadas en líquidos al estilo de Futurama.
Como no pueden separarse, forman un sistema único que se relaciona. Es decir, los cambios que acontecen a nivel mental influyen en el cuerpo. Y viceversa: las variaciones en el cuerpo, se representan en la mente también.
Por ejemplo, muchas veces, tras una buena sesión de deporte, te gustas más y te sientes más confiado.
No obstante, a pesar de que son un sistema único, no tienen la misma función.
La mente nos sirve para proyectar, analizar y planificar. No puede parar nunca quieta, porque su función natural es pensar.
Los pensamientos son como una radio que, siempre que la enciendes está reproduciendo un programa u otro.
El neocórtex, la parte de nuestro cerebro que nos hace humanos (y que compartimos con los chimpancés, los bonobos, los gorilas y los orangutanes), se formó para memorizar, hablar, reflexionar, solucionar problemas…
El cuerpo nos sirve para relacionarnos con el mundo. Mediante él, podemos percibir lo que nos rodea a través de los sentidos, movernos y sentir nuestras emociones.
Usamos el cuerpo para actuar en el presente. Esas acciones producen unos estímulos que nos provocan sensaciones y sentimientos.
Por ejemplo, piensa en las mariposas del estómago que sientes cuando estás enamorado, o en las lágrimas que te caen cuando ves una peli triste o en los gritos que pegan algunas personas cuando se enfadan.
En los tres casos, una emoción ha provocado una reacción física.
Esto no quiere decir que no haya una reacción mental en forma de pensamientos. Por supuesto que la hay. Como te he comentado, cuerpo y mente no pueden separarse el uno del otro.
Lo bueno que tiene el cuerpo es que, cuando conseguimos centrarnos en las percepciones corporales, los pensamientos lo tienen un poco más difícil para despistarnos del momento presente.
No obstante, el problema que tenemos es que muchas de esas reacciones corporales son inconscientes, ya que en algún momento de nuestra vida nos fueron útiles y decidimos quedarnos con ellas. Ahora ya no nos sirven, pero seguimos usándolas sin darnos cuenta.
Por ejemplo, de pequeña, debido a las circunstancias que viví, aprendí que era mejor no dar mi opinión y quedarme calladita. Mi forma de evitarlo fue tensar la mandíbula. Por eso, muchas veces, cuando alguien me cuenta algo con lo que no estoy de acuerdo, mi tendencia es apretar esa zona.
Si estoy presente en mi cuerpo, sintiéndolo, puedo reconocer esa reacción y decidir si quiero o no cambiarla. En cambio, si en ese momento estoy perdida en mis tribulaciones, no me daré cuenta de ello y, quizá, más tarde, me sentiré triste o me dolerá la mandíbula.
Al igual que los animales, tú también puedes acostumbrarte a integrar tu realidad presente a través de tus percepciones corporales. Para ello, voy a explicarte unas sencillas prácticas para aplicar en tu vida.
3 claves para conectar con tu cuerpo
En muchos lugares, se recomienda meditar para vivir el presente. Y es una buena forma de conseguirlo. No obstante, reconozco que sentarme a observar la respiración no me ha traído demasiados resultados en el pasado.
Me resultaba muy difícil quedarme quieta para observar mis inhalaciones y espiraciones. Siempre terminaba perdida en mis pensamientos.
Lo que inspiró un cambio verdadero en mí fue integrar el movimiento en mis meditaciones. Para ello, me sirvió la terapia de movimiento.
La terapia de movimiento es un conjunto de técnicas que te ponen en contacto con tus sensaciones y tensiones corporales. De esta forma, consigues conectar con tu realidad y con tus emociones a través de tus reacciones físicas.
Algunas de sus prácticas están enfocadas a la expresión de tus sentimientos para que puedas aliviar tus malestares corporales. Por ejemplo, puedes liberarte de tus dolores en 5 minutos con este ejercicio.
Pero la base de la terapia de movimiento es conectarte con el cuerpo y, por lo tanto, con tu realidad presente. Para hacerlo, te vendrá bien tener en cuenta estas 3 consideraciones.
Movimiento constante
¿Cuánto movimiento hay en tu vida? ¿Trabajas 8 horas diarias frente al ordenador y te levantas sólo para ir al baño o a por un café? ¿Vas a todas partes con el coche y deseas aparcar lo más cerca posible del lugar? Si este es tu caso, estás firmando tu sentencia de muerte.
Porque todo lo que no se mueve, muere. Incluso las plantas, que no pueden alejarse de donde están arraigadas, giran.
Quizá ahora mismo estás pensando que tú no entras en la categoría de los sedentarios porque vas 3 ó 5 días al gimnasio. Pero sí.
No te estoy recomendando hacer deporte, que está muy bien y es saludable; aunque habría que revisar cómo es tu rutina de ejercicios para ver si realmente es buena para el cuerpo.
Estoy hablando de integrar el movimiento en tu día a día. Es decir, te animo a que te pongas alarmas cada hora, levantes el culo de la silla y te pongas a estirar, bailar, hacer un saludo al sol, subir escaleras o lo que a ti te apetezca.
Necesitas mover el cuerpo para percibir tus sensaciones, porque ellas son las que te conectan con tus necesidades reales. Por ejemplo, cuando sientes el estómago vacío, por un momento, tienes que centrarte en tu presente para decidir qué vas a comer.
Sin embargo, cuando te mantienes inmóvil, dejas de percibir esa información. De hecho, puedes probarlo en casa: mantén tu brazo inmóvil durante 10 minutos, sin hacerle caso, y verás como dejarás de notar su presencia.
Si necesitas ideas de lo que puedes hacer, puedes consultar esta infografía.
Los 5 sentidos
Este tipo de actividad acostumbra a usarse al principio de los talleres de movimiento. Su finalidad es bajar revoluciones, disminuir el nivel de pensamientos y empezar a conectar con el cuerpo.
Para ello, lo que tienes que hacer es dejarte llevar; andar o moverte libremente por el lugar donde estés y empezar a fijarte en lo que perciben tus sentidos.
Para que puedas practicarlo en casa, te detallo los pasos:
- Empieza a andar por la sala en la que estás. Deja que sea tu cuerpo el que decida cómo quiere moverse. Rápido, lento, con pasos cortos o largos. No trates de controlar tus andares. Si lo deseas, en cualquier momento, puedes detenerte también. Puedes moverte como sientas que es necesario.
- Observa el lugar en el que te encuentras. Fíjate en las luces y las sombras, en los objetos, en aquellos pequeños detalles que no miras en tu día a día. El color de la lámpara, tu sombra proyectada en el suelo, lo que hay encima de la mesa. Mira todo aquello que llame tu atención como si fuera la primera vez.
- A medida que vas observando, traspasa tu atención a los ruidos que hay en el lugar que te encuentras. Quizá son los coches de la calle, una conversación lejana, un pájaro. O quizá son ruidos que tú haces. Tu respiración entrando y saliendo, tus pasos, tus dedos golpeando en la pared o el suelo.
- Poco a poco, a tu ritmo y según tus apetencias, toca los objetos que te rodean. Párate por un momento a conocer las diferentes texturas o temperaturas que hay a tu alrededor. Siente la diferencia entre la temperatura ambiental, la taza con infusión o el metal de la estantería. O déjate llevar por el roce de tu ropa en la piel.
- Cuando te apetezca, huele aquello que te rodea. Si te fijas, te darás cuenta que un cojín no tiene el mismo olor que la almohada de al lado. Date el permiso para detenerte a inhalar lo cotidiano, aquello que te envuelve y que, normalmente, no percibes de esta forma. Huele el suelo, las paredes, los cristales de las ventanas y todo aquello que quieras.
- Ahora, empieza a percibir el gusto que hay en tu boca o en tu brazo. Y sigue saboreando aquello que normalmente no está en ella. Quizá son las cortinas o un libro. Si estás en el exterior, puedes probar la hierba, la corteza de un árbol o una piedra. Observa el mundo a través de tu gusto.
- Por último, siente tu cuerpo en el momento presente. Fíjate en lo que hay en él ahora. Quizá hay una zona que está tensa o dolorida. Quizá ha aparecido una gran sensación de bienestar. Sea lo que sea, permite que esté aquí y ahora. Cuando te sientas satisfecho y hayas tenido suficiente, puedes abrir los ojos para seguir con tu vida en contacto con tus sentidos y tu cuerpo.
También te he grabado un audio para que puedas practicarlo sin estar pendiente de cuál es el siguiente paso.
Para que la experiencia sea más placentera, te recomiendo hacerla en la naturaleza, pues los estímulos que recibirás serán mejores. Porque fijarse en la textura de una flor es más gratificante que observar el respaldo de una silla.
Rutina matinal
Una buena forma de integrar el movimiento en tus días es iniciarlos con una rutina matinal. Cuando empiezas tus jornadas con ejercicios de terapia de movimiento o cualquier otra técnica que conozcas que te haga estar presente en ti, esa consciencia se traspasa a lo largo de las horas.
Así, es mucho más fácil acordarte de hacer una pausa en medio del trabajo para practicar yoga o tendrás más ganas de estirar las piernas y dar un paseo. Tu cuerpo se habrá acostumbrado a estar en movimiento.
Si te soy sincera, hasta hace unos meses, yo no había sido capaz de integrar este hábito en mi vida. Finalmente, lo conseguí gracias a dos herramientas.
Por un lado, conseguí levantarme a las 6:30 de la mañana con un despertador implacable que me obliga a hacer una foto de mi oficina casera para apagarlo. Se llama Alarmy.
Y, por otro lado, el curso de Marina, Transforma tus mañanas, que me ayudó a encontrar motivos para perseverar en mi hábito.
Gracias al curso, diseñé mi rutina matinal de movimiento perfecta. Si visitas el enlace, podrás descubrir los ejercicios que hago para mantenerme presente a lo largo del día.
Encuentra tu forma única de vivir el presente
Cuando empecé a vivir en mi cuerpo, me transformé. Antes, tenía serios problemas para saber cómo me sentía frente a las situaciones que se me presentaban. Por eso, me sentía perdida y acumulaba dolores en el cuerpo.
Cuando la terapia de movimiento me enseñó las técnicas necesarias para conectar conmigo misma, aprendí a expresar mis emociones y me sentí más libre para vivir la vida como realmente quiero. Una vida centrada en disfrutar del presente.
Conectar con el cuerpo tiene innumerables beneficios; sin embargo, no todo el mundo se siente cómodo en él. Por eso, te animo a que encuentres tu fórmula única para vivir el presente.
Si eres una persona muy analítica, quizá te irá mejor un método que te ayude a vivir el presente con la ayuda de la mente.
Si te mueves más por las emociones o tu intuición, puedes poner en práctica algunos de los ejercicios que te propongo en mi página web para aprender a escuchar tu cuerpo.
Sea cual sea la fórmula que escojas, no te olvides de ponerla en práctica. Sin tus acciones diarias, seguirás atrapado en el pasado o el futuro.
Y si, como yo, vives con un animal, aprende de él. Fíjate en lo que hace para disfrutar del momento presente.
Ahora te toca a ti. ¿Tienes alguna estrategia para vivir el presente? ¿Alguna duda sobre los ejercicios que te he explicado? Escríbeme y seguimos la conversación en los comentarios.
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Soy Núria Gallego Carbonell. Soy facilitadora de autoconocimiento a través de la terapia de movimiento y la escritura. Hace unos años, el dolor de cabeza, los cólicos menstruales y la ansiedad me perseguían. No sabía qué hacer para vivir sin dolor.
Todo cambió cuando aprendí que tenía todas las soluciones dentro de mí. Mi cuerpo sabía qué necesitaba para superar mis malestares. Sólo tenía que detenerme a escucharlo. Para ello, la Terapia de Movimiento y la Escritura fueron mis dos herramientas básicas.
Tras 6 años de autoconocimiento a través del cuerpo, he encontrado mi fórmula para superar el dolor físico y emocional.
Puedes conocerme mejor en mi web, La escritora de tu vida.
Hey Nuria! En mis clases de Yin yoga hacemos esctatic dance antes de empezar, como modo de meditación en movimiento. Hay un par de días de seminario sobre ello el primer fin de semana de Julio en Granada! Si te interesa te paso los detalles…
Me encantó tu post y como escribes *.*
Chuuuuu!!
¡Hola, Charo!
Me alegro que te haya parecido interesante el artículo.
Suena muy interesante el seminario en Granada, pero justo tengo otra formación ese finde, así que no podré asistir. Gracias por la recomendación igualmente 🙂
Un abrazo,
Núria.
Núria, has hecho un mix de Caro y Chan: Charo. Me encanta 🙂 Caro, ¿dónde das las clases de Yin Yoga en Granada? Que me interesa.
Un abrazo para las dos.
¡Anda, es verdad!
Mil disculpas, Caro Chan. Leí mal tu nombre 🙁
Un abrazo para ambas.
Peonzas, títeres, yoyós… se me ocurren montones de metáforas para simbolizar nuestra forma de vivir. Qué irónico que nos creamos el pináculo de la Creación.
Donde mejor siento mi cuerpo y vivo el presente es en medio de la naturaleza. Por desgracia vivo en una gran ciudad y tiendo a desconectarme (por pura supervivencia). A veces voy dando un paseo con mi madre y, a pesar del Alzheimer, no deja de señalarme la basura que la gente tira por la calle o detalles de ese tipo que yo ni siquiera percibo. Creo que salgo a la calle y me pongo en modalidad «cruce-semáforo-paso de peatones» mientras mi mente vuela en otras coordenadas. No, eso no es vivir el presente.
Un post muy muy interesante, Núria. De esos que hay que releer (en serio) y pinchar en los enlaces.
¡Gracias!
¡Hola, Jorge!
Gracias por tu mensaje.
Tienes razón, las ciudades no están pensadas para que vivamos conectados con nosotros mismos y el presente. Por suerte, hay algunos parques que pueden darnos un respiro en medio del caos.
De todas formas, si te apetece proponértelo, también puedes andar por la ciudad poniendo atención en lo que perciben tus sentidos y tu movimiento. Así, también podrás percatarte del olor de una floristería, las risas de los niños, los colores de un mural en la pared, etc. Todo eso es agradable y está en la ciudad 😉
Un abrazo.