Esta mañana me ha escrito una chica que ha venido a consulta unas cuantas veces. Está planteándose una decisión importante en su vida y no sabe qué hacer. «Ninguna de las opciones me parece inteligente», me dice en el mail.
«Es normal», he contestado yo. En una decisión difícil, ninguna opción parece superior a la otra. Es normal la sensación de atasco o que ninguna lista de pros o contras parezca darte una respuesta clara.
Si fuera fácil, si una opción fuera inteligente y otra absurda, ya lo habrías resuelto.
Bienvenida al maravilloso mundo de tomar decisiones.
Es tan difícil que el verano pasado fui al Congreso Mundial de Psicología Contextual en Sevilla, había casi cien talleres y charlas, y solo uno, UNO, hablaba de toma de decisiones. Lo daban unos chicos turcos en un inglés macarrónico, en un sótano oscuro con el aire acondicionado demasiado fuerte. Nos explicaron que habían buscado bibliografía sobre el tema y que no hay casi nada.
¿Por qué no hay miles de euros en investigación dedicados a la toma de decisiones, cuando es un tema que en consulta aparece todo el rato? TODO EL RATO. Quizá porque como terapeuta, es fácil verte absorbido por la indecisión de tu cliente. Te entran ganas de decir: «es verdad, no hay forma de solucionar esto, tirémonos juntos de un puente», pero como es probable que al Colegio de Psicólogos eso no le parezca muy bien desde el punto de vista deontológico,te callas y tratas de echar un cable.
Y cuando llevas ya a unos cuantos indecisos en tu historial, y tienes un blog para pensar sobre estos temas, te decides, por fin, a atacar a tu Waterloo intelectual y escribir un artículo sobre cómo tomar decisiones.
Tratas, como Homer, de poner a Jesús, a Alá y a Buda de tu parte.
Te pasas un mes y pico sin actualizar, escribiendo y revisando y reescribiendo, y al final lo que te sale es lo que tienes a continuación.
Espero que te sirva.
El PSTD: Proceso Psicosuperviviente de Toma de Decisiones
Como al parecer estoy en territorio cuasi-inexplorado, me he tomado la licencia de inventarme un proceso de toma de decisiones en cuatro partes:
- La parte cero es el trabajo previo: concretar y aclarar lo que vas a decidir. Si estuvieras organizando una casa, esta parte sería el equivalente a tirar lo que no te sirve, para no tener que perder el tiempo ordenando y clasificando lo que no quieres quedarte.
- El paso uno, propiamente dicho, va de crear un contexto adecuado, es decir: entender qué es, y qué no es, decidir. Ajustar tus expectativas. Alimentar tu confianza en que, pase lo que pase, estarás más o menos bien.
- El paso dos es recoger información sin pasarte. Aprender más sobre los caminos que están frente a ti, pero no permitir que esa búsqueda te paralice.
- Por fin, en el paso tres, decides. Te lanzas a la piscina. Quemas las naves. Eliges una metáfora que te guste más que las anteriores.
- Después de decidir, en el epílogo, practicas la compasión hacia tu personita, evalúas el resultado de la decisión y te recuerdas que, probablemente, todo está más o menos bien.
Si lo sigues, te garantizo que llegarás a una conclusión clara, que actuar te será sencillo y que… Muahahaha, ¡era broma! Si lo sigues, tendrás tu dilema entre un 5 y un 10% más claro que al principio, con suerte, pero al menos te habré convencido de que tienes que decidir en algún momento y tu vida será mejor por ello.
Trabajo previo: concreta y aclara lo que vas a decidir
Decidiendo decidir, o domando a la Sophie interior
Si te has atascado en una decisión difícil, pero difícil de verdad, lo más probable es que una parte de ti esté así:
Sin embargo, antes de la decisión entre A y B hay una muchísimo más fácil: la decisión entre decidir y no hacerlo.
Quedarte en el atasco de la indecisión no tiene más que desventajas: genera angustia y te hace perder tiempo, oportunidades, dinero o todo lo anterior. Además, impide que cualquiera de los caminos que tienes frente a ti se despliegue plenamente. La vida está llena de puertas, pero estas puertas solo se abren cuando has cruzado la anterior.
En el momento en que decidas, por ejemplo, que quieres dejar a tu pareja, aparecerán nuevas opciones: puedes cambiarte de casa, o de ciudad; puedes abrirte una cuenta en Tinder o abrazar el celibato; puedes adoptar tres gatos porque ahora tu ex, que era alérgico, ya no vive en tu casa.
Pero para ver esas opciones, tienes que cruzar la puerta.
El problema viene cuando crees que no cruzar ninguna puerta las va a mantener todas abiertas. Funciona justo al revés: es el bloqueo, el hecho de quedarse en tierra de nadie, lo que hace que poco a poco nos vayamos quedando sin alternativas.
Lo bueno es que esta primera parte está clarísima. Tienes que decidir. Y tienes que hacerlo tú. Nadie te va a sacar del atolladero. Comprométete con tomar una decisión en firme antes de un tiempo. Ponte una fecha límite, y ten claro que escojas lo que escojas, habrás decidido algo, y eso ya será mucho mejor que lo que tienes ahora. Pase lo que pase, habrás acertado.
Este es el momento de recordarte a ti misma que hasta Sophie decidió a cuál de sus hijos mandar a la cámara de gas. Si ella pudo, tú también puedes.
¿Te estás poniendo excusas para no decidir?
Si al leer lo anterior has pensado: «La Marina esta es una radical. Tampoco hace falta decidirlo todo-ahora-ya. Lo iremos viendo con el tiempo», existe un riesgo importante de que tú, my friend, estés racionalizando.
[Pausa para buscar «racionalizar» en la RAE. Vale, no significa lo que creía que significaba. Busquemos un sustituto. ¿«Justificándote con argumentos racionales»? Dios. Luego la gente se queja de que hablo en Spanglish. El castellano es bonito, pero ortopédico.
Voy a dejar «racionalizar». También voy a dejar este párrafo para proteger a mi ego académico: mi Lázaro Carreter interior]
¿Qué situaciones se prestan a la racionalización? Aquellas en las que decidir es más incómodo que no hacerlo. Cuando tienes que dejar ese trabajo con un sueldo fantástico, hacer una mudanza o bloquear por fin a tu ex del whatsapp. Si tu situación actual es cómoda, si no tienes presiones inmediatas para decidir, y si el resultado sacudiría el statu quo de tu vida, quizá pienses que decidir no es tan urgente, y que entre tanto puedes seguir aprovechando la situación actual.
Uno de los mayores aprendizajes de 2017 ha sido que mi peor enemiga soy yo: que dejo de hacer las cosas que me convienen porque se me da genial convencerme de que en realidad no es lo que quiero. Es duro darse cuenta de esto, porque si no puedes confiar en la voz de tu cabeza, ¿qué te queda?
Te propongo que en lugar de pensar en ti como una persona voluble como el viento, reconozcas la existencia de varias «partes» dentro de ti que a veces desean cosas distintas. Una es la más infantil, la que lo quiere todo ahora-ya, la que anhela que las cosas sean fáciles. Otra es la adulta, la sensata, la que es capaz de mirar a largo plazo y sabe qué es lo que quiere en su vida. Cuando nos ponemos excusas somos como esa madre que consiente a su hija todos los caprichos porque es incapaz de verla llorar. ¿Qué hace una buena madre? Con todo el amor que siente hacia su hija, es capaz de ser firme y decirle que se tiene que lavar los dientes aunque no le apetezca, porque si no se le van a caer a pedazos.
¿Es tu decisión falsamente difícil?
Philippa, un personaje de Ana, la de Tejas Verdes, estaba atribulada porque la pretendían dos chicos muy parecidos: Alec y Alonzo. Los dos eran chicos guapos, de buena familia, que estaban locos por ella. Esa es una decisión difícil de tomar.
Spoiler alert: al final, sin embargo, aparece un tercer hombre, de cuyo nombre no puedo acordarme, y que no es ni guapo, ni rico, ni de buena familia, pero que a Philippa le encanta. Se va con él y, para ello, tiene que ignorar lo que su familia quiere y seguir a su corazón. Fin del spoiler. La decisión difícil de tomar se convierte en una decisión difícil de ejecutar.
Si tu trabajo te está secando el alma y lo que tú quieres de verdad es ser actor, pero para eso tienes que renunciar a un contrato fijo y abandonar un proyecto que depende al cien por cien de ti, y matricularte en una escuela de actores, y ya tienes cuarenta años, y encima tendrías que buscar un trabajo a tiempo parcial para mantenerte, y además la escuela de actores de tus sueños está en Laponia, tu decisión no es difícil de tomar, sino difícil de ejecutar. Los pasos son muchos, o son muy complejos, pero el primero, el de elegir un camino, es fácil. ¡Y eso es bueno! Congratúlate si tienes frente a ti una decisión de este tipo. Es mucho más fácil que las situaciones Alec-Alonzo. Los problemas de ejecución son cuestión de ir dando pasitos hasta llegar al otro lado.
Esto me recuerda a la parodia de Bricomanía que hacían en Homo Zapping (enlace al final):
«¡Hoy vamos a aprender a construir un rascacielos!
Paso uno: estudia la carrera de arquitectura durante seis años.
Paso dos: reúne setecientos millones de euros y compra una parcela edificable.
Paso tres: proyecta tu rascacielos.
Paso cuatro: construye tu rascacielos.»
Es gracioso porque el de Bricomanía era vasco y porque lo normal es pensar que eso es muy difícil y que cómo vas a hacerlo. Pero hey, en esta vida hay gente que construye rascacielos, y en realidad el camino está bastante claro, y si quieres construir tu rascacielos interior, empieza y constrúyelo.
Ahí va la ostia, pues.
Para comprobar si tu decisión es falsamente difícil, puedes hacerte esta pregunta: «si un hada me concediera cualquiera de los dos resultados con una varita mágica, ¿cuál querría?»
Prioriza. PRIORIZA
Las grandes decisiones de la vida tienen grandes consecuencias, y cuando pensamos en todo a la vez, nos hacemos un lío y nos parece que tenemos que solucionar un montón de dilemas ahora-ya. Sin embargo, la mayoría de las veces algunos de esos dilemas dependen de otros. Identifica el primer nudo del enredo y te será más fácil deshacer los demás.
Por ejemplo: imagina que no sabes si seguir con tu pareja actual, porque es muy introvertido y a ti te encanta salir de fiesta. Además, él ha conseguido un trabajo en China y no ves claro si quieres mudarte allí. Para colmo, tú no sabes si tener hijos y tu chico siempre ha tenido clarísimo que sí.
Te encuentras dándole vueltas a tres dilemas a la vez: ¿quieres tener hijos? ¿Quieres estar con este chico? ¿Quieres irte a vivir a China? Se te mezcla todo a la vez, te pones a buscar «chinos comen perros leyenda urbana» en Google y terminas con la sensación de que tu vida no tiene ni pies ni cabeza.
Sin embargo, si vas por partes descubrirás que:
- Si decides no seguir con este chico, no tiene sentido pensar en el dilema de China, a no ser que quieras irte tú por tu cuenta.
- Si tienes claro que no quieres tener hijos, y él sí que los quiere, tampoco es necesario que gastes mucho tiempo pensando en el resto de la relación, porque para la mayoría de las personas este desacuerdo es lo bastante fuerte como para dejarlo.
En esta situación hipotética, tu prioridad es decidir si quieres o no tener hijos. El resto de los dilemas pueden esperar. Resiste la tentación de bajarte Duolingo para ver si el chino es de verdad tan difícil como dice todo el mundo y céntrate en el primer nudo del enredo.
Vale, hemos terminado con el trabajo previo. Vamos a la toma de decisiones propiamente dicha.
Paso 1: prepara tu estado mental («dar sera, pulir sera»)
Después del trabajo previo, tu casita mental está más limpia. Hay menos trastos. Has decidido decidir, te has librado de las excusas, has plantado cara a la falsa dificultad y has identificado el primer nudo. Ahora vamos con la creación de un estado mental adecuado.
Piensa en esta parte del artículo como el momento «dar sera, pulir sera» de Karate Kid. Tú quieres luchar ya contra el rubio malévolo, quieres aprender kárate: buscar información, decidir, salir de esta puñetera incertidumbre de una vez por todas. Pero aún no es el momento, Pequeño Saltamontes. Has de hacer un poco más de trabajo interior.
La parte mala es que ninguno de los caminos es perfecto
Nadie viene a mi consulta diciéndome: Marina, no sé si escoger la opción A, que es perfecta y tiene todas las ventajas, o la opción B, que es una mierda absoluta. Nadie duda entre el jamón de bellota Cinco Jotas o la paleta de hembra del Mercadona. Si dudas es porque no tienes pasta para el Cinco Jotas; entonces, es una decisión falsamente difícil y tu problema no es decidir, sino reunir el dinero.
[No sé muy bien cuál es la opción vegana de esta metáfora. ¿Dudar entre el tempeh y el tofu? ¿Entre un Kumato ecológico y un tomate insípido y transgénico, cultivado en un invernadero sin alma? Acepto sugerencias.]
Cuando dudas, es porque las dos opciones son imperfectas. Porque, elijas el camino que elijas, va a haber partes difíciles, momentos incómodos y una dosis más que generosa de incertidumbre. Mientras antes asumas esto, menos tiempo vas a pasar fingiendo que no sabes qué camino tomar, cuando lo que pasa es que estás esperando a que los inconvenientes de uno de esos caminos desaparezcan.
Si no sabes si vivir en Madrid o en Gijón, el problema no es que Madrid sea grande y estresante, o que en Gijón llueva mucho. Esa es la realidad. El problema es que, por mucho que esperes, Madrid no va a convertirse en una ciudad manejable con el aire súper limpio, ni Gijón en la nueva Torremolinos. No puedes cambiar las ciudades, sino tu voluntad de afrontar sus defectos.
A veces, esperar cambia las cosas. Puede que si aplazas lo bastante tu decisión, el calentamiento global convierta, de hecho, a Gijón en la nueva Torremolinos. Entonces la cuestión importante vuelve a ser: ¿qué te estás perdiendo por esperar en vez de decidir ahora? ¿Te compensa?
La parte buena es que lo más probable es que estés bien
Si es 1912 y tú estás dudando de si comprar un pasaje en el Titanic o quedarte unos días más en Southampton haciendo turismo, entonces vale: hay una decisión en la que vas acabar fatal.
La mayoría de nosotros, por suerte, estaremos más o menos bien, hagamos lo que hagamos. No te estás jugando la vida. Ni siquiera te estás jugando tu eterna felicidad, porque los seres humanos somos inmensamente adaptables.
Te propongo dos ejercicios mentales muy útiles para comprobar esto.
- El primero es imaginarte que alguien toma la decisión por ti. ¿No sabes si seguir en la carrera o dejarla? Imagina que te prohíben cambiarte de carrera y tienes que terminar esta. ¿Estaría tu vida acabada, o podrías encontrar la forma de ser feliz, de buscar nuevas soluciones, de cultivar la curiosidad?
- El segundo es mirar hacia atrás, hacia las decisiones que has tomado, y preguntarte cómo estás ahora: probablemente, más o menos bien; en el peor de los casos, mejor que si no hubieras decidido nada.
Paso 2: recoge información sin pasarte
Has dado cera. Has pulido la cera. Tienes los palillos en la mano para atrapar a la mosca de la indecisión si se atreve a pasar frente a ti. Ahora, Y SOLO AHORA, es el momento de revolcarte por el apetitoso barro de la búsqueda de información.
La información no te libra de la incertidumbre
Hay una historia en el libro Qué hago con mi vida, de Po Bronson, en la que una chica quiere cambiar de profesión y se zambulle en una búsqueda interior. Hace millones de ejercicios, reflexiona, medita, escribe y, finalmente, decide que le gustan los misterios y que quiere ser médico. Escribe una carta inspiradora a las mejores universidades yanquis y, por supuesto, le admiten en todas. Empieza a estudiar medicina y… lo deja a los tres meses porque no se había dado cuenta de que iba a tener que tratar con gente vieja y enferma.
No importa lo bien que te prepares para tomar una decisión o lo claro que lo tengas: siempre va a haber puntos ciegos que no aclararás hasta que no estés ahí, sobre el terreno.
Cuando yo me mudé a Margalef, un pueblecito catalán con montones de roca para escalar, pensé que sería una buena decisión: la naturaleza, escalada diaria y pocos gastos. Mi punto ciego fue que no me gusta vivir tan lejos de la civilización, porque soy introvertida y me aíslo. Ahora tengo estrés postraumático rural: cuando llego a un sitio con pocos habitantes, me pongo nerviosa e hiperventilo hasta que recuerdo que no es para siempre. La idea de retirarme a un pueblecito me aterra, pero no creo que hubiera podido saber esto sin la experiencia de vivir en Margalef.
¿Qué hacer entonces? Tómate la decisión como un paso más en tu recogida de información. Yo no me equivoqué decidiendo ir a Margalef; en lugar de eso, aprendí algo más para mi siguiente movimiento en la búsqueda de un buen sitio para vivir.
Tatúate en la muñeca que por mucha información que busques, nunca vas a saberlo TODO del camino que tienes delante; y menos mal, sería aburridísimo. Y ya que tienes la aguja en la mano, tatúate en la otra muñeca que es normal, e incluso valiente, tomar una decisión, seguirla, recoger nueva información y después cambiar de idea.
¿Dónde buscar la información adecuada?
Ahora ( y solo ahora) te doy permiso para que des rienda suelta a tus ganas de informarte. Lee libros. Pregunta a gente. Medita y haz regresiones a vidas anteriores.
¿Qué buenas fuentes de información puedes usar, además de la clásica lista de pros y contras?
- Lo que en el pasado te ha hecho sentir plenitud, satisfacción, etc. Sigues siendo la misma persona, así que es probable que ahora también funcione. A los humanos nos gusta la novedad, y recuperar algo del pasado suele sonar cutre y falto de glamour, pero a veces sirve.
- Lo que hace sentir plenitud, satisfacción, etc., a otra gente que conozcas, a ser posible parecidos a ti. Todos queremos sentirnos como esa oveja especial que no sigue al rebaño, pero nos parecemos mucho entre nosotros.
- Tu intuición. Dicen por ahí (eufemismo que indica que no voy a buscar bibliografía que respalde esta afirmación) que la intuición no es más que la forma del cerebro de recopilar de forma inconsciente y rápida un montón de datos complejos; si tus tripas señalan con mucha claridad en una dirección, quizá sea ese el camino a seguir.
Otra herramienta interesante es hacer una lista detallada de qué tendrías que hacer para seguir cada uno de los caminos frente a ti. Por ejemplo: si me mudo a Canadá, el primer paso podría ser buscar en Internet cuáles son las mejores ciudades para expatriados; el segundo, contactar con alguien que ya haya estado allí; el tercero, averiguar opciones para conseguir un visado… Esto separa la decisión en sí del agobio logístico de poner en marcha cada opción, y puede darte más datos para imaginarte en cada uno de esos momentos y predecir cómo te sentirás.
Por último, recuerda que buscar información para una decisión personal, tuya, no es un proceso científico que al final da como resultado, en una bandejita de plata, la opción A o la B, junto con un certificado de garantía sellado que te asegura que esa es la mejor opción. NO. Es un proceso confuso, imperfecto, muchas veces intuitivo y a menudo irracional.
Yo pasé meses buscando información sobre las distintas plazas PIR, y al final me fui a Cádiz porque:
- Me imaginaba un novio surfero y moreno con una pulserita en el tobillo.
- Quería ir a la playa.
- Mi residente mayor fue muy amable conmigo.
¿Fue un proceso perfecto, racional, científico? No. Fue una decisión humana. Una apuesta. ¿Obtuve el mejor resultado posible? No lo sé, pero pasé muuuucho tiempo en la playa, y quizá eso lo convierta en una mala decisión porque voy a morir de un melanoma en unos años, pero no hay forma de saberlo porque así es como funciona la realidad.
Ponte límites
Por mucho que metas el termómetro en el agua de la piscina, que le preguntes a la gente que ya está nadando o que hagas regresiones guiadas por un chamán a aquella vez que te metiste en una piscina cuando tenías seis años, en algún momento te tienes que tirar. Pon una fecha límite en la que dejar de darle vueltas al asunto y asume que para cuando llegue esa fecha, tendrás aún la sensación de que no dispones de información suficiente.
Me acabo de dar cuenta, revisando el artículo, de que ya he hablado de la fecha límite en el primer paso. Es tan importante que lo voy a dejar repetido. Es más: voy a decirlo otra vez.
PONTE UNA FECHA LÍMITE.
Paso 3: dando el salto
Ha llegado el momento, ¡vas a tomar la decisión! Congratúlate. Recuerda que pase lo que pase, es mejor que dejarte vencer por la parálisis.
Vale, todo esto está genial, pero ¿cómo decido? ¿Qué es lo mejor?
Prueba esto: en lugar de pensar en qué es mejor, así en abstracto, pregúntate: ¿qué tiene más probabilidades de aumentar, a medio y largo plazo, tu vitalidad, la satisfacción que sientes hacia la vida, la calidad de cada uno de tus días normales?
Tres puntos de la pregunta son importantes:
- A medio y largo plazo. Como le dijo Rachel a Ross, a veces hace falta tiempo para lograr un poquito de perspectiva.
Trata de imaginarte dentro de diez años mirando atrás, examinando cómo elegiste emplear tu dorada juventud, o mediana edad, o donde quiera que estés ahora, y pregúntate: ¿cómo se siente tu yo del futuro? ¿Siente orgullo, plenitud, vergüenza, hastío? Imagina el discurso que quieres que den el día de tu jubilación o en tu funeral: ¿qué decisión tomaste según lo que escuchas ahí? - Vitalidad y satisfacción. No es exactamente lo mismo que bienestar o placer. Hay decisiones que te hacen sentir placer (comer galletitas) y que no te generan satisfacción o vitalidad. Trata de conectar con esa vibración, más profunda y significativa, que el sentirte-bien-ya-aquí-ahora.
- La calidad de tus días normales. Tu vida ocurre en la normalidad. La normalidad compone una proporción enorme de tu realidad. ¿Puedes imaginar cómo va a ser el resultado de tu decisión la mayoría de tus días, y no solo los especiales?
Cambia el miedo por curiosidad
¿Y si lo que tienes delante fuera una nueva aventura, una enorme oportunidad de aprender? La incertidumbre es desagradable, pero en esos huecos que ahora mismo están a oscuras puede haber tesoros increíbles. Trata de cultivar una actitud de apertura y curiosidad hacia lo que va a pasar a partir de ahora, y celebra con un mini-baile de treinta segundos estar atreviéndote a dar este siguiente paso en tu vida.
Hay al menos dos sesgos importantes que nos alejan de la curiosidad:
- Uno es la tendencia a pensar que las cosas van a ser siempre como ahora. Como cuando me hice un esguince de tobillo y miraba a la gente capaz de caminar como afortunados superhumanos de cuyo reino había sido expulsada para siempre. No sé si esto solo me pasa a mí, pero miro los problemas como situaciones estáticas, inmóviles; quizá sea falta de imaginación.
Si tomas una decisión pensando que nada va a cambiar, es normal que te angusties. Si crees que siempre te va a doler el corazón como ahora cuando dejes a tu pareja, no la dejarás jamás, porque ¿quién quiere vivir eternamente con el corazón roto?
Por supuesto, las cosas cambian, y lo hacen muy locamente. Si eres capaz de recordar esto, tendrás un suelo más firme sobre el que plantarte para decidir.
- El segundo es nuestra capacidad de montarnos historias de terror sobre las imperfectas alternativas de nuestra decisión. Las cosas van a cambiar, sí, pero para peor. Mi ex se va a liar con una bella jefa de la mafia rusa, que no solo va a ordenar que me partan las piernas, sino que es más rubia que yo. Acabaré sola, y el mercado está fatal, y pasaré los viernes con mis gatos viendo reposiciones de Operación Triunfo 1, y nadie nunca me querrá porque, ¿cómo me van a querer, si la malévola rusa me ha lisiado para siempre?
La mente quiere saber, incluso aunque sea malo, y cuando no sabe, inventa. Prepararse para lo peor es una estrategia de supervivencia; sin embargo, admite que no tienes ni idea de qué va a pasar. Quizá tu ex pille sarna y pierda sus ahorros en el casino, y te lo encuentres pidiendo limosna mientras tú paseas por Puerto Banús agarrada de un maromo brutal y te compras zapatos con el dinero que te ha dado tu última operación en bolsa. O quizá te vuelvas, de hecho, una buena persona y no alimentes fantasías de venganza y las escribas en tu blog, incluso a pesar de que ahora mismo no tienes ningún ex del que quieras vengarte, MarinaporDiós.
Una técnica divertida para cultivar la curiosidad es hacer una lista de todo lo que hay ahora en tu vida y que no te esperabas, e imaginarte que viajas al pasado y se lo cuentas a tu yo de entonces. ¿Cuánto se sorprendería? ¿Cabe la posibilidad de que los próximos años te reserven también unas cuantas sorpresas a ti? ¿Puede, quizá, que muchas sean incluso agradables?
Da el primer paso. Y después felicítate por haberlo dado
Aquí viene lo simple (que no necesariamente fácil): identifica el primer paso de tu decisión. Da el paso. Congratúlate por haberlo hecho. Eres valiente, eres fuerte, eres un modelo a seguir. La gente te ve por la calle y, de pura inspiración, se va a correr una maratón o a ayudar a los niños de África.
No, en serio: ¡es genial que hayas decidido! Es esto, esta valentía, este poner un pie delante del otro, lo que te va a ayudar a conseguir confianza en ti. Imagina que tienes un amigo que te dice todo el rato lo fantástico que es, lo que tienes que confiar en él y lo mucho que vale, pero que no hace nada. Imagina que tienes otro amigo que, día tras día, está ahí para ti, te lo demuestra, se moja, actúa. ¿En quién confías? ¿En el de las palabras, o en el de las acciones?
La autoestima se consigue haciendo una y otra vez lo que consideras importante.
Y decidir sobre tu vida es importante.
Epílogo: ¿y después de decidir?
Ahora que te has tirado a la piscina, no voy a dejarte ahí en las procelosas aguas de tu decisión y ahí te pudras; en realidad, tu camino acaba de empezar. La parte buena es que lo que ocurra a partir de ahora, lo hará en la realidad, en lugar de dentro de tu cabeza. Ahora te has puesto en movimiento. Estás en la parte de la vida de los que juegan, y no de los que se quedan en la grada.
Date una ducha de compasión
En el fantástico y un poco deprimente taller turco sobre toma de decisiones, una de las chicas nos dijo, con mucha cara de pena: «Es normal que las decisiones tengan consecuencias negativas, así que es importante enseñarle al cliente a tener compasión hacia sí mismo».
¿Qué quiere decir tener compasión? Quiere decir mirarte con los ojos de alguien que te quiere, ver las mejores intenciones en ti y, sobre todo, respetar infinitamente a tu yo del pasado, que tuvo el coraje de tomar esta decisión. Incluso si es el yo que compró el billete del Titanic. ¡Tenía buena pinta! ¡Decían que no se hundiría nunca! No te juzgues duramente con la información que tienes ahora. Es una forma de creerte que si te fustigas lo suficiente, no volverás a «equivocarte»: otra manera poco refinada de luchar contra la incertidumbre.
Imagina una gran ducha de hotel, con una presión perfecta, con la temperatura adecuada, con una alcachofa gigantesca en la que todos los chorros salen por igual, y no hay una raja por la que se escapa uno de ellos y te da en la cara (¡te estoy mirando a ti, ducha de mi casa!). Ahora llena esa ducha de compasión. Métete debajo. Deja que te empape.
Momentos de decisión y momentos de acción
Cuando escalaba más, a menudo me paraba en un reposo, miraba lo que tenía que hacer, empezaba a escalar de nuevo y, de repente, en mitad del movimiento, empezaba a plantearme dudas: ¿era esa la mejor opción? ¿Y si el agujero que se veía desde ahí no era tan bueno? ¿Y si me caía? Acababa destrepando y volviendo a donde estaba, con los brazos más cansados y mi confianza por los suelos.
Entonces di con un libro que recomendaba dividir la escalada en dos partes: momentos de decisión y momentos de acción. Cuando tienes que decidir, decides: evalúas, planeas, anticipas. Cuando estás escalando, tu compromiso con la acción es absoluto. Seguir planteándote opciones solo te quita energía.
Si has decidido darle una oportunidad a dejar tu trabajo en ventas y probar con la escultura en metal, date un tiempo dedicado a la acción en el que no vas a plantearte en cada momento cómo sería tu vida si hubieras elegido el otro camino. En ese tiempo, actúa con confianza. Repítete las razones por las que es una buena decisión y deja de pensar en los caminos que no has tomado.
Es imposible volver atrás
Si dentro de un año decides que esta decisión no era la mejor y tienes que cambiarla, no te fustigues. No estás «volviendo atrás». Es imposible. Como decía el filósofo (¿Heráclito?), nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Es un tópico decir que ahora tienes más sabiduría y experiencia de la vida, pero los tópicos no son, a menudo, más que verdades repetidas demasiadas veces.
Haz inventario de lo que te llevas en tu mochila, pase lo que pase en tu vida, sea cual sea el resultado de la decisión. Te llevas, con un poco de suerte, aprendizaje. Experiencias. Una nueva perspectiva de la vida. Más comprensión hacia los demás humanos que, como tú, cometemos errores y no tenemos las cosas nada claras. Después congratúlate de nuevo, porque esa mochila es la que importa de verdad.
¿Y por qué? Porque a diferencia de los logros externos, es la única mochila que nadie te puede quitar.
Eso es todo… ¿o no?
Fiuu. Estoy dando un hondo suspiro de alivio, mientras miro el café que acaban de traerme con la terrible sospecha de que no es descafeinado y planeo mi venganza en caso de que sea así.
Me ha costado escribir este artículo. Sobre todo, porque pese a mi deseo de clasificar, ordenar y entender la realidad, decidir no deja de ser un proceso confuso, humano, falible y a menudo irracional. Si después de leer este artículo todavía sientes confusión y una buena dosis de miedo, es normal. Así es como se siente uno al borde de la piscina. Ahora solo te queda saltar.
Te deseo mucha suerte en todas las encrucijadas de tu vida. Recuerda: el peor de los casos es el Titanic y, aun así, ¿quién le quita lo bailao a Leo y a Kate?
Enlace al vídeo del rascacielos de Homo Zapping (minuto 1:47)
Recuerdo que cuando estaba estudiando primero de Filosofía, un amigo que trabajaba como fotógrafo asalariado estaba pensando en montarse su propio estudio y me invitó a asociarme con él. Por aquel entonces yo había conseguido reunir un millón de pesetas trabajando en una asquerosa empresa de seguridad y ahorrando como una diligente hormiguita en previsión de un crudo invierno existencial. Le pregunté si podía esperar hasta que terminase el primer curso para tomar esa importante decisión y me contestó que no había problema. Terminé primero con unas notas tan buenas que no me vi capaz de dejar la carrera. Conocía de sobra a mi amigo en su faceta laboral y sabía que sería imposible compaginar trabajo y estudios, así que seguí estudiando. Me abracé a «oh, qué maravilloso estudiante soy, ¿cómo voy a desaprovecharlo?» para tomar esa decisión, y no en lo mucho o poco que me estaba gustando esa carrera. Irónicamente, o quizá no tanto, abandoné Filosofía en 4º (cuando eran cinco años), y mi amigo se convirtió en un fotógrafo reputado y muy bien remunerado (bien por él). Por supuesto mi millón de pesetas encogió varias tallas hasta apenas 20.000 ridículas pesetillas y terminé trabajando en otra empresa de seguridad aún más asquerosa que la primera (algo casi inconcebible ahora que lo pienso). Pero siendo honestos, ahora mismo no estaría con aquel amigo fotógrafo. Él es un yonqui del trabajo y yo soy más del tipo ergofóbico.
En fin, cuantas más decisiones tomo, menos me cuesta decidirme, y a la inversa. Use it or lose it.
Así que en lugar de nuestro Waterloo personal, hagamos de la toma de decisiones nuestra batalla de las Termópilas. Nuestras pequeñas pero bien entrenadas y musculosas neuronas contra el formidable ejército de las decisiones existenciales.
Un post espectacular, Marina. ¡Enhorabuena!
Jajajaj me encanta lo de las Termópilas, Jorge. Al final, lo que muestra tu ejemplo es precisamente lo que comento en el post: que, en realidad, no hay manera objetiva de saber si habría sido mejor o peor, si estarías con tu amigo o habrías dejado el estudio en dos días o si caminando hacia el estudio te habría caído un piano en la cabeza. Lo mejor, como tú dices, es entrenar nuestra capacidad de decidir, por un lado, y la de ponernos en pie si nos caemos, por otro (pero ese es otro post y debe ser escrito en otra ocasión). ¡Un abrazo!
Marina
Marina, creo que éste es mi segundo comentario en años de lectura silenciosa. Voy a resistir el impulso de hacer un publirreportaje sobre la paleta de hembra porque las condiciones laborales del Mercadona ya tal (llevo un tiempo largo negándome a comprar alli y me estoy planteando cambiar porque es prácticamente la única pescadería/gran superficie accesible en el pseudoMagalef al que me he mudado, larga historia) (shame?). Solo tres puntos:
1.Sí, era Heráclito y lo que cambia no es solo el río, sino la persona que se baña en él.
2.Priorizar es bien, y buscar fuentes fiables de información es uno de los pilares de mi vida. A ver si la gente se anima a poner enlaces o libros que hayan marcado su vida, o qué criterios podemos seguir frente a la infoxicación cotidiana. A mí me marcaron mucho autores como Bauman y Frankl (pena que no pongan recetas de palomitas en sus libros) y en cuanto a información, las charlas TED (algunas), Naomi Klein y Chomsky. Eso sí, ver documentales sobre ellos leerlos no aporta sosiego precisamente. Pero sí deja clara la necesidad de contrastar información.
3.Hago otro llamamiento colectivo a esa palabra que sustituya «racionalizar» en la entrada. ¿Autoengañarnos? ¿Justificar a posteriori una conducta sabiendo que fue un error en el fondo?
He pensado mucho en una idea de la entrada de Facebook, una cita de un profesor tuyo, sobre la capacidad que tenemos los seres humanos de racionalizar CUALQUIER decisión (la cita no es literal). Y de ahí la importancia de las fechas límite, me parece a mí. Podemos zambullirnos en el barro (te robo la metáfora para mi día a día) de la búsqueda de información en una faceta de nuestras vidas hasta el infinito, el resto seguirán exigiendo tiempo.
De ahí la importancia de sacar conclusiones y pasar a la acción. Que no es fácil. Me sigue costando implementar la rutina matinal, y eso que seguí a rajatabla el curso (gran curso, por cierto, lo recomiendo y nadie me hace descuento ni nada por el spam)
Muchas gracias por el comentario, Esther. Me gusta tu propuesta de libros o enlaces que hayan servido a la gente para tomar decisiones o que hayan marcado sus vidas. Mi blog favorito ahora mismo, y creo que es muy apropiado porque habla mucho de simplicidad y no da demasiadas vueltas a las cosas, es Zen Habits, de Leo Babauta (www.zenhabits.net).
Un abrazo fuerte.
Marina
Hola Marina, yo también tengo ahora una disyuntiva importante. Una de las opciones es quedarme como estoy. La otra implica un gran cambio en mi vida, y la vida de otra persona (vamos, básicamente es ir a por un hijo por FIV sin pareja, con muy poca familia y potencialmente sin mucha ayuda para ayudarme con el bebé)
Si lo tengo, ¿cómo me saldrá el nene, cómo saldremos adelante, saldrá sano o con algún trastorno?¿Cómo le afectará el no tener hermanos ni primos?
Si no lo tengo, ¿a quién transmito mis valores, con quién aplico la visión educativa que me mola, a quién dejo el pisito que me gustaría comprarme, quién me enterrará cuando me muera?
Ahí estoy
Hola, Silvia:
Si, sin duda es una decisión muy importante, entiendo tus dudas.
Creo que te podrías beneficiar muchísimo de que hables con otras mujeres que hayan tomado una decisión así, ¿lo has hecho ya o te lo has planteado?
Mucha fuerza y un abrazo,
Marina
Excelente, como siempre. Muchas gracias.
Justo la semana pasada tomé una gran decisión en mi vida y salté de la grada al campo, así que como siempre, tú tan a punto en mi vida. Encantada de volverte a leer Marina!!
Qué bien, Sandra, enhorabuena.
Marina
Glups. Yo llevo todo un año dándole vueltas a una decisión muy importante, me he puesto una fecha límite y tengo demasiada información sobre ambas, así que ahora mismo, lógicamente, estoy completamente paralizada, así que creo que tiraré de intuición y procuraré fortalecer bien mis raíces capilares para cuando tenga que tirarme de los pelos por no haber acertado.
Marina, parece cosa de brujería, pero tus posts siempre me llegan en el momento más adecuado y en el que mejor me pueden ayudar.
En breve tendré que decidir qué especialidad MIR elegir, y en qué ciudad, y tus consejos me vendrán genial.
Gracias, una vez más 🙂
Buenos días Marina, felicidades, creo que está todo y expuesto de la mejor manera.
Me habría venido muy bien hace tres años cuando tuve que tomar la decisión más importante de mi vida: dejar a mi mujer a la que quería mucho-aunque sabía que nos faltaba algo-porque conocí a alguien de quien me enamoré perdidamente. Sé que suena frívolo, pero ha sido la época más dura de mi vida, resumiendo, tomé una decisión pero no conseguí durante un año querer a la persona de la que me enamoré y lo dejé varias veces sin estar seguro de qué hacer. El hecho de creer que podía volver a la situación previa me torturó todo ese tiempo. Las dudas, la culpa, las expectativas idealizadas, el dolor que hice a quien me quería y a mí mismo… Ahora tengo la perspectiva, he aprendido y cambiado, pero cuando pude salir de eso ya era tarde. No sé si en aquella situación mental en la que estaba atrapado podría haber visto la luz, pero te garantizo que según leía el artículo me decía constantemente: qué razón tiene. Creo que la mejor enseñanza que he sacado es que no decidir también es una decisión, y casi siempre, la peor.
Un abrazo Marina y gracias.
PD: Pregunta tonta del día: ¿Cómo pongo una foto de usuario aquí? No me gusta ser una silueta gris.
3 días en tardado en leer tu artículo completo, así de falta de tiempo estoy…me ha recordado al proceso que seguí cuando tenía que decidir qué carrera estudiar: tiré una moneda al aire, cara psicología y cruz, periodismo. Justo cuando la moneda está en el aire pensé, «¡que salga cara!» y no miré más, la decisión estaba tomada. ¿Conclusión? Simplificar y poner un límite.
Otra cosa: mi friki interior ha llorado cuando ha visto que mezclabas a karate kid con el pequeño saltamontes (de Kung Fu) 😉
¡Hola, Cris!
Gracias por la corrección. En estos días lo cambio. De todas formas, milagro que no le haya dicho Joven Padawan, que yo soy friki de Sherlock, de Dirty Dancing y para de contar.
Me ha encantado tu ejemplo con la carrera y la moneda. Tú eras de terapia breve estratégica ya desde chiquitita, ¿eh? Me ha hecho gracia también que dudaras entre psicología y periodismo, como yo.
Jo, tengo ganas de verte <3
Besos,
Marina
Hola Marina,
Te sigo desde hace años, a la antigua usanza… entrando de vez en cuando al blog a ver qué hay de nuevo. Me ha hecho gracia esta entrada, porque he dado con ella justo el día en que me despiden del trabajo. Me levanté con tiempo por la mañana, y mientras se hacía el café hice una de esas incursiones en el blog. Vi tu artículo, leí los primero párrafos y como iba para largo, lo dejé para después. Horas más tarde mi jefa me llamaba a su despacho para soltar la mencionada bomba. Bueno, ya llevaba un tiempo pensando en ello y parte de mí quería cambiar de trayectoria profesional.
Me lo he tomado como una señal. La vida me lo ha puesto fácil, no me ha hecho falta tomar la decisión drástica de abandonar mi trabajo, sino que me ha dejado él a mi (quizás lo he provocado yo), y ahora lo tengo todo más claro. Tu artículo me vendrá muy bien para plantear los siguientes pasos.
Un abrazo
Me ha gustado, me ha divertido y me ha servido.
En general soy mas inmovilista en los bloques grandes vitales y tengo mucha inquietud en las pequeñas cosas.
Hace unos años tome la mayor decisión de mi vida. ¿salió bien? No, fatal ¿me arrepiento? pues claro, todos los días, esa es mi compasión. ¿lo volvería a hacer? mil veces
Por cierto, pon Spoiler también en lo de Sophie, que no me la sabía
Holaaa
Últimamente prefiero dejar las «grandes decisiones» en barbecho un tiempo. Con los años veo que a veces las decisiones difíciles son una forma de escapismo de tu situación en ese momento. Evidentemente si lo estas pasando mal quieres cambiar algo, pero a veces la vida es sabia y la mejor decisión es no hacer nada, aguantar el chaparrón y dejar que corra el tiempo. A veces. Otras veces no. Como bien dices no puedes predecir el futuro ni garantizar nada.
Lo que hago ahora cuando CREO que debo decidir algo muy importante es dejarlo reposando en la mente para que madure. Me lo apunto y lo consulto en unos meses. Y el 80% de las veces son arrebatos ficticios que se desvanecieron en unas semanas. O se disolvieron las causas que provocaban la necesidad de tomar esa decision…
Lo que quiero decir es que la parte más difícil de tomar decisiones difíciles quizá sea reconocer la necesidad de tomar una decisión.
Gracias, me ha gustado mucho el post.
Nadie nos puede quitar lo bailado.
Un beso y gracias por tu forma tan elocuente de escribir.
Saludos desde Perú.
Mopi,
Es muy guay y sobretodo ultragracioso. Me he partido de risa, especialmente con lo de buscar en google si los chinos comen perros.
En el próximo encuentro de Sevilla ya puedes dar tú el
Montañas de abrazos
Hola Marina. Increíble artículo, me encantó, me hizo reír y sobre todo me tranquilizó. Muchas muchas gracias!!!!!
Este post tan largo me ha venido muy bien para entender y relativizar ciertas cosas que me atormentan. Me identifico con el sobrenombre del blog porque mi mente m traiciona muchas veces y me martiriza dándole vueltas a cosas desagradables que me han pasado o se dedica a imaginar otras que no han sucedido.
Un conflicto grave en el trabajo me ha obligado a decidir dejarlo; por suerte, puedo seguir en lo mismo en otro lado, pero ahí está la incertidumbre dándome caña: soy muy de pensar que los cambios son a peor y que los problemas son estáticos, nunca los vas a superar e incluso van a ir a peor. A veces eso es lo peor, entrar en ese círculo vicioso del miedo a tener miedo.
En fin, me guardo este artículo para cuando me asalten el miedo y la inseguridad.
Muchas gracias.