Toda la vida del hombre no es más que una lucha por la oreja ajena.
Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido
Lo más importante no es aprender a escuchar. Lo más importante es querer escuchar. Hay un montón de buenos artículos que nos dan consejos acerca de cómo escuchar mejor a los demás. La pregunta es: ¿por qué resulta tan difícil? Y, sobre todo, ¿por qué deberíamos hacerlo?
Observa cualquier conversación, propia o ajena, y anota qué porcentaje de las frases de cada interlocutor empieza por la palabra “yo” o sus derivados. Parece que estamos escuchando, pero lo que hacemos en realidad es esperar hasta tener la oportunidad de meter baza.
Es muy difícil escuchar bien porque requiere renunciar a uno mismo, y eso es desagradable. Hablar consiste normalmente en extender nuestro ego frente al otro como una sábana: nuestras características positivas, nuestras sabias opiniones, nuestra increíble experiencia. Incluso las quejas son masajes en el ego: no son más que la muestra de lo mal que nos trata el mundo, con lo que nosotros valemos. Eso nos hace sentir bien como una droga barata y disponible, y es complicado no ceder a la tentación.
Podemos elegir escuchar como una forma de amor
Si tú, como yo, vas por la vida buscando la manera de mejorar un poco el mundo, hay pocas acciones más sencillas, efectivas y potentes que escuchar bien. Recuerda la última vez que alguien te escucho en serio. Recuerda la calidez que sentiste. Hay pocas formas tan bonitas de querer a alguien como escucharle de verdad.
Yo sueño con un mundo mejor, y la parte con la que más sueño tiene que ver con la forma en que me gustaría relacionarme con los otros y que ellos se relacionaran conmigo. Sueño con un mundo de amabilidad ridícula, donde la cordialidad y la consideración se prioricen; con una sociedad construida a partir del respeto, la curiosidad y el amor por los otros. Sueño con una honestidad cuidadosa que no resulte rara. Y hasta el momento en que me sienta capaz de actuar constantemente desde ese respeto, esa honestidad y esa amabilidad, aprender a escuchar es un buen entrenamiento. Escuchar, como leer, es una de esas actividades con las que casi nunca se puede herir al otro.
Así que lo primero que hay que hacer para escuchar mejor es querer de verdad escuchar mejor, y saber que no es agradable. O, por lo menos, que no es tan agradable como hablar todo el rato de nosotros mismos y nuestros problemas. Requiere un replegamiento del ego, una renuncia a ese constante anuncio publicitario de nosotros mismos que emitimos sin parar. Cada vez que rehusamos comenzar nuestra siguiente frase con un “yo”, algo dentro de nosotros se arruga. Después, sin embargo, podremos ser capaces de entender de verdad al otro y de hacer que se sienta mejor, y eso merece la pena.
Ahora que has tomado la decisión de escuchar “de verdad”, querido lector, he aquí tres pasos para conseguirlo. Que sólo sean tres no quiere decir que sean sencillos: cada uno de ellos es un arte y requerirá de todo nuestro esfuerzo para dominarlo.
Pasos para escuchar de verdad
1. Adopta el modo escucha
Colócate frente al otro, cerca de él, con los ojos y los oídos bien abiertos. Guarda el móvil. Evita distracciones. No interrumpas. Es desagradable sentir que le estamos robando a quien nos escucha su tiempo o que preferiría estar en cualquier otro lugar, así que esfuérzate por demostrarle que tiene todo el tiempo del mundo y que tú no vas a irte a ninguna parte. Que, como se dice en escalada, estás con él a muerte y pase lo que pase.
Hay dos formas útiles de emplear el lenguaje corporal cuando se escucha. La primera es imitar la postura del otro; eso acerca y ayuda a sentir de la misma forma que él. La segunda es cambiar de postura, y puede servir cuando intentamos serenarnos en una conversación demasiado intensa. Puedes alternar entre las dos en función de lo que necesites.
2. Trata de entender
Se trata simplemente de eso. Trata con todas tus fuerzas de entender lo que te está contando el otro, igual que intentarías enterarte de una película para saber de qué va. No tienes que pensar en qué le vas a contestar, ni relacionarlo con tu experiencia, ni pensar en qué harías tú en su lugar; intenta que esta vez se trate sólo del otro y sal de la escena.
Atiende a las palabras de tu interlocutor y también a sus gestos, al tono de su voz, a su expresión facial. Después, nota la sensación que lo que dice evoca en ti. ¿Te comunica tristeza, aunque parezca enfadado? ¿Te parece que está alegre, ilusionado, que tiene miedo? ¿Te hace sentir tranquilo o te está poniendo muy nervioso?
3. Devuelve
En un momento dado, tu interlocutor se callará para dejarte hablar. Aquí es donde interviene la parte realmente heroica y altruista de tu escucha, porque en lugar de recoger el testigo y aprovechar el rato que te corresponde para hablar de ti, tú se lo vas a devolver. Cada vez que consigas hacer esto, puedes hacerte una mini-ola mental para compensar la colleja que le estarás dando a tu ego. Es muy valioso que consigas algo así. En serio.
Hay varios tipos de devoluciones que puedes hacer:
- Pregunta. Pídele más detalles sobre lo que te está contando o anímale para que siga con otro tema. Esto es difícil, pero si has conseguido desarrollar una curiosidad verdadera en el punto anterior, no te costará mucho.
- Explícale lo que has entendido hasta ahora de lo que te ha contado. Se trata únicamente de exponer, no de ofrecer soluciones. Recuerda no llevarlo a tu terreno. No es lo mismo decir “debes de estar sintiéndote muy decepcionado” que “yo me sentiría muy decepcionado”. La diferencia es sutil, pero el efecto es muy distinto.
- Cuéntale lo que te hace sentir en este momento, aquí y ahora. Esto tiene que ver con una escucha consciente y atenta a tus propias sensaciones, y da una información muy poderosa, así como una impresión de estar siendo escuchado de verdad. Puedes decir, por ejemplo, “cuando te escucho me transmites mucha tristeza” o “puedo notar que estás muy ilusionado, porque al escucharte yo también siento esa ilusión”. La diferencia con lo anterior es que en una ocasión nos referimos al contenido de lo que nos cuenta, mientras que en la otra nos vamos al momento presente en que se desarrolla la conversación.
Por ejemplo: si un amigo nos está contando que su novia le ha dejado por otro, pero que se alegra de que se haya ido porque es una zorra, podemos responderle refiriéndonos a lo que nos cuenta (“debes de haberte sentido muy traicionado”) o sobre cómo nos lo cuenta ahora (“sé que dices que lo has superado, pero ahora mismo me transmites tristeza”). Es importante hacerlo sin juzgar; únicamente estamos dando información, y el otro tiene derecho a hacer con ella lo que quiera. Quizá no la recoja bien, o quizá le estemos enfrentando a aspectos incómodos de sí mismo. Lo que está claro es que va a sentirse escuchado, y que si conecta con el nivel de comunicación que tú propones, entraréis en un territorio nuevo de conexión y conocimiento mutuo.
Escuchar va de amor y de curiosidad que, en realidad, son dos conceptos que se parecen mucho. Si consigues hacer sitio a cualquiera de esos dos sentimientos, todo será mucho más sencillo.
Si te animas y conoces a alguien que se preste a ello, puedes intentar hacer un ejercicio de escucha consciente. Siéntate con la otra persona y proponed un tema. Aquí tienes algunas ideas:
- Cosas que te dan miedo.
- Cosas que te gustaría hacer.
- Algo que te haya ocurrido la semana anterior y que te haya afectado bastante, positiva o negativamente.
- Cómo reaccionas ante las cosas que te preocupan: qué pensamientos se te ocurren, qué sentimientos aparecen, qué sensaciones físicas experimentas.
- Tu mayor sueño.
- La lección más valiosa que has aprendido.
Son temas importantes porque si haces este ejercicio, merece la pena hablar de cosas importantes (en general, merece la pena hablar de cosas importantes a menudo, pero ése es otro asunto). No obstante, puedes aprender a escuchar hablar sobre cualquier cosa, hasta la más trivial. Haced el ejercicio por turnos:
- Primero, uno habla y el otro escucha sin interrumpir y permaneciendo lo más atento posible.
- Después, el que ha escuchado devuelve feedback acerca de lo que ha sentido en ese momento y de los sentimientos que el otro le ha transmitido.
- Por último, el que ha hablado primero da feedback sobre el feedback, es decir: le explica al otro hasta qué punto le ha resultado acertada u oportuna la devolución. Luego se cambian los papeles y se empieza de nuevo.
He hecho este ejercicio en un taller de mindfulness y es estupendo. En serio: es muy bonito. Es como ver a alguien de verdad por primera vez, y a la vez ser visto de verdad por esa persona. Cuando lo hice, me tocó con una chica con la que apenas había hablado y, de hecho, apenas he vuelto a hablar. Sin embargo, cada vez que la veo ahora es como si permaneciera el recuerdo de ese momento que compartimos; un momento realmente auténtico en un universo de máscaras.
Lo curioso de la escucha es que al principio cuesta, pero después deja una sensación agradable, como sosegada. Lo curioso también es que cuando realmente te importa alguien y le quieres de verdad, ni siquiera te hace falta hablar y te quedarías escuchándole todo el rato. Lo decía también Kundera: el amor es un preguntar constante.
Y ya paro, que me estoy poniendo romántica 😉
Hola Marina,
Sí, es difícil escuchar porque no estamos preparados, por lo general nadie nos ha enseñado a ello ni vemos muy a menudo ejemplos a nuestro alrededor. Y sí, mejoraría muchísimo el mundo porque la comunicación entre las personas se tornaría más verdadera y profunda, aumentando además la comprensión de nosotros mismos y de los demás.
El proceso que has descrito me recuerda mucho a la terapia de grupo que te comenté una vez. De pronto descubres sorprendida que escuchar de esta manera a los demás te enriquece mucho, a la vez que ayudas al otro, claro.
Tienes razón: un buen grupo debería favorecer este tipo de escucha. Y creo que la sociedad se beneficiaría mucho si se extendiera a ambientes no terapéuticos. Un beso grande!
Durante gran parte de mi vida me gustaba más hablar que escuchar, pero desde hace unos años he encontrado el placer de escuchar, aunque con frecuencia me sale el «pues yo». El escuchar te aporta muchísimo. Personas que por su aspecto te pueden parecer vulgares y sin nada que decir de repente te sorprenden al contarte su pasado, o la vida tan interesante que llevan.Te das cuenta de eso de que las apariencias engañan, y que no hay que menospreciar a nadie, el que menos te espera te puede ayudar o enseñar cosas que ni te imaginabas. También me encanta preguntar: sobre profesiones, costumbres de otros países o religiones, te amplía mucho tu horizonte.
PS: Me encanta como escuchas. Cuando te doy una opinión con mucha frecuencia dices:¡exacto!, nunca me interrumpes, y si te interrumpo pones interés en lo que te voy a decir en lugar de enfadarte. Bueno y muchas cosas más.Me pasaría horas hablando contigo, ya lo sabes.
¿De verdad consigues ese nivel de concentración en el otro cuando estás con los pacientes? y si llegas a esa conexión, ¿como consigues que no te afecte?
Si alguien se toma muy en serio esto de la escucha activa, ¿no acabará pareciendo un friki que no quiere compartir nada de lo suyo? a ver, me refiero a casos extremos de escucha activa, no a simplemente conseguir un nivel de 50% tu, 50% yo….. que ya es flipante.
¿Como consigues empezar una conversación «importante»? podrías darnos una especie de decálogo de las 10 cosas de las que necesitas haber hablado con alguien para decir que eres amigo/pareja/persona conocida.
Lo intento, lo intento, aunque con mis problemas de atención, a veces se me va un poco la pinza. Pero en general sí que lo hago. La cuestión, en mi experiencia, es que cuando de verdad te interesa lo que le pasa a la persona no puedes evitar prestar ese nivel de atención. Es como cuando ves una serie que te gusta. Además, si estás pensando en qué le vas a contestar tú o cómo vas a intervenir, la atención también se agudiza. Lo de que no me afecte es otro tema en el que estamos trabajando 😉
Lo de parecer un friki… a mí en general me pasa que cuando consigo escuchar de forma activa y atenta, el otro al final siempre me acaba preguntando por mí. Y entonces es más agradable hablar, porque no sientes que estés conquistando su oreja, sino que el otro te la ofrece.
Pensaré lo del decálogo 😀
Gracias por participar y disculpa que haya tardado en responderte <3 <3
En algunos creo que es más difícil la escucha por la mente tan charlatana que tenemos. Hace falta mucha concentración. Es lo mismo que cuando se intenta hacer meditación: a algunos se nos hace muy difícil pues son muchas las cosas que nos vienen a la mente y que tenemos que intentar aparcar. Creo, en mi caso, que es un problema de concentración. Pero intentaré poner en práctica tus consejos.
Tienes razón: es muy complicado. ¡¡Mucho ánimo!! Y lo de terminar las frases también es difícil de controlar, pero muy gratificante si lo consigues. Un abrazo.
Tampoco me gustaría concluir las frases de los demás, pero es una cosa que no puedo evitar, aunque soy consciente de ello e intento que no se produzca.
Visualizar como una película lo que te van contando los demás es una buena manera de mantener la atencion.
De todas formas, puede ser que lo que el otro te esté contando no tenga interés para ti; en ese caso, es mejor cambiar de interlocutor.
Tienes razón, y yo a veces lo he intentado en consulta para no perder detalles. Es una técnica que también recomiendan para estudiar y que viene muy bien.
Lo del interocutor es cierto, aunque mi tutora dice que no hay personas poco interesantes, sino miradas poco interesantes (¿o interesadas?).
Un abrazo.
Este post me ha gustado un montón! 🙂
Me alegro mucho, primor 😉
Interesante post Marina. Comparto las opiniones que han expuesto los Jippis. Saber escuchar es difícil y no estamos entrenados para ello de forma activa. Me considero un buen «escuchador» en un momento de mi vida tuve una buena «coach» que me enseñó bien, pero con el tiempo reconozco que me he oxidado un poco a nivel personal, y digo a nivel personal porqué a nivel profesional no me cuesta nada practicar la escucha activa. Pero a nivel personal patino un poco sobretodo a la hora de tratar problemas personales, dónde yo soy parte del conflicto ya sea como demandante o como demandado.
Pongo una nota a este post como de relectura obligatória periódica.
Un beso!
Que complicado es encontrar a alguien hoy en día que escuche en lugar de esperar a que llegue su turno, o ni si quiera eso.
Esta entrada me ha resultado interesantísima. Reflexionando sobre todo lo que dices en ella, me doy cuenta que muchas veces me cuesta horrores escuchar bien. Ufff. Me parece complicado eh, pero voy a intentar mejorar en ese aspecto siguiendo tus consejos 🙂
Un beso Marina!
Me encanta éste artículo también. lo voy a poner en práctica con todas mis fuerzas 🙂
Hola Marina, lamento incorporarme un poco tarde a tu blog, desde entonces, quizas por aquello de escuchar, solo me dedicado a leer e interpretar el mensaje que les da a tus lectores, creeme que todo lo leido me resulta muy interesante y me permite calificar cada uno de mis actos a lo largo de la vida, de la cual te digo, tengo ya cierta experiencia.
solo que si todos pudieramos escuchar como nos propone, que distinto seria el mundo en que vivimos, si al menos por un momento nos pudieramos poner en los zapatos del otro para entenderle, cuantas muertes inuteles se evitarian, gracias por tus articulos.
Me ha encantado. Me he sentido un poco avergonzada porque hace a algún tiempo que sé que necesito aprender a escuchar, y lo intento con todas mis fuerzas, pero en cuanto me doy cuenta ya he puesto 4 o 5 yoes en todas y cada una de las frases de continuación de la «supuesta escucha».
Reconozco también que sabía que algo no iba bien porque cuando es al reves, cuando la persona que tengo delante dice más yo de lo necesario no me siento nada cómoda. Debería haberlo notado con esta pista jajajajaja
Muchas gracias Marina, estoy deseando poner en práctica esta nueva manera de hacerlo/verlo.