Son las ocho y media de la tarde, y yo acabo de pasar las últimas cuatro horas de mi vida en un salón de actos sin aire acondicionado, escuchando a Pamela Foelsch hablar de trastornos de identidad en el adolescente. Pamela es lista, divertida y tiene clase, y yo sigo pensando que la psicoterapia es el mejor oficio del mundo; aun así, la última media hora de su ponencia tenía ganas de cortarme las venas con el diploma de acreditación.
Cojo el metro hasta Sol, donde debería hacer trasbordo con la línea 3 para llegar a casa. En lugar de eso, salgo de la estación a la plaza atestada, camino hasta un Starbucks y me pido un descafeinado con leche de soja. Con la manía que tiene la gente de salir al exterior, cual marcianitos de Toy Story, la parte superior está completamente vacía. A mí me gusta el exterior, pero me gustan más la tranquilidad, esta música suave y la ausencia de humo. Me recuesto en un sillón y me paso la siguiente hora leyendo mi novela nueva como si no hubiera un mañana.
A la salida, me vibra el móvil en el bolso. Lo saco y veo una alarma que me puse a media tarde: «Llamar a T. MªPaz». T. MªPaz es mi tía, que vive en Coslada y me hace de base segura en la capital. Mi furgo está aparcada frente a su casa, y el fin de semana pasado me la llevé sin pasar siquiera a saludarla; después de toda la semana olvidándome de llamarla, hoy me he puesto la alarma en el móvil para que no se me pase dar señales de vida.
No quiero decir que sea una gran sobrina por esto. Probablemente, soy una sobrina terrible. Si lo calculamos en función del número de contactos que establezco con mi gente lejana, de hecho, también soy una amiga terrible, una hermana fatal y una hija regulera. Pero creo que de vez en cuando hay cosas que debo hacer aunque no «me salgan». No se trata de que no quiera. Claro que quiero llamar a mi tía, porque es amor. Se trata de que quizá, si no me pongo esa alarma en el móvil, me deje atropellar por el barullo de la vida y me olvide de que para ella es importante.
La espontaneidad está sobrevalorada. En las relaciones, en el arte, en el trabajo. Mi madre siempre dice que no hay que aprender a decir que no; que hay que aprender a decir que sí. Yo a menudo también tengo la impresión de que si seguimos defendiendo el «si no me sale, por qué voy a hacerlo» nos convertiremos en islitas individuales y herméticas como los envases unipersonales de Sopinstant. A determinadas cosas hay que obligarse. Un poquito. Lo justo para seguir pensando que somos flores especiales e inimitables copos de nieve que pueden fluir con espontaneidad positiva. Si fuera espontánea, no estaría aquí ahora mismo escribiendo esto; estaría durmiendo como una bendita o leyendo blogs. Pero lo prefiero. Me funciona. Aunque solo sea porque después me alegro. Y porque está bien forzar la costumbre hasta que el agotamiento se convierte en algo parecido a la claridad.
[Imagen: esta página, dado que la búsqueda de imágenes de Flickr creative commons no funciona hoy. Ahora caeré en la paranoia por la posible denuncia de la página del despertador. Me perseguirán y me torturarán haciendo sonar estridentes alarmas en mis oídos y lapidándome con cupcakes. Es terrible]
Coincido, la espontaneidad está sobrevalorada y en realidad no es algo tan bueno y maravilloso. Si lo fuera, no usaríamos excusas como «lo hice en el calor del momento», ¿no?
Es verdad que a veces esperar a la esponteneidad termina en eso que dices de «dejarse atropellar por el barullo de la vida», y son cosas que quieres hacer, pero si no buscas el momento, el momento no llega; me recuerda a una frase, que acabo de ver que es de Mafalda: «Como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante».
Tambié estoy de acuerdo . A mi me encanta la espontaneidad en las personas , en cuanto a que supone falta de rigidez , de tenerlo todo previsto de antemano . Pero me voy dando cuenta de que usar la cabezita a veces es esencial paara hacer las cosas bien. Las personas demasiado » espontáneas » resultan cargantes . Al igual que las » perfectas » y controladoras de todos sus actos . No sé que es peor jajaja .
Yo también creo que a veces el uso de demasiada espontaneidad puede conducir a errores de comunicación (sarcasmos/ironias/bromas en circulos sociales donde no se aceptan o no son bien vistos, o no se tiene esa «confianza» para hacerlos).
Hace unos años un amigo me descubrió un problema: Solo sabia decir «No». De hecho, me llamaba el Doctor No.
Él, que es muy fino, decía que lo usaba como defensa ante lo desconocido o lo inesperado, una especie de control sobre las situaciones, que vamos, básicamente consistía en cerrarme en banda a cualquier cosa. Yo lo llamaba la técnica del erizo.
Recuerdo como me planteaba ejercicios y retos para ir cambiando eso. A mi me molestaba un huevo, y al principio no le hacía ni caso.
Ahora, años después……no estoy seguro de si sigo empuñando ese arma…..voy a probar, y la próxima vez que alguien me proponga algo que se escape a mis planes, mi respuesta va a ser….»SI». Palabrita del niño Jesús.
Pues yo creo que la espontaneidad es un factor importante de salud. De hecho en psicodrama es con lo que medimos la salud. Quizá tenga una definición diferente de espontaneidad, lo cual podría dar lugar a la ridícula a la par que frecuente situación de que digamos lo mismo con palabras diferentes y creamos que decimos lo contrario.
Para mí, la espontaneidad no es vivir «al impulso», eso es impulsividad. La espontaneidad supone hacer y decir sinceramente lo que realmente se quiere. A veces ser espontáneo me supone quedarme en la cama hasta las 12, y otras madrugar terriblemente, depende de si necesito descansar para, por la tarde, parecer intelectualmente superior a un geranio común de balcón, o trabajar desde tempranito. Espontaneidad es poder decir en cada relación, en cada vínculo, la verdad, lo que pienso, sin que se sobrevenga la catástrofe (en consulta al final acabo teniendo que preguntar «¿qué es lo peor que puede pasar si…?» y al final, al explorar eso, resulta que es un miedo sobrevalorado como una sombra en la pared). Espontaneidad es poder salir de la zona segura, porque supone adaptarse, como dijo Jacob Levi Moreno, «dar respustas nuevas a viejos problemas, y respuestas válidas a problemas nuevos». También supone dejar de dar la barrila en cierto momento, por lo que aquí me despido, no sin antes decir que si no fueras espontánea, no escribirías como escribes.
Pues lo siento, Marina, el consejo de tu madre me parece autodestructivo, y más teniendo en cuenta que muchas/os de tus lectoras/os (y pongo el femenino por delante por motivos OBVIOS de socialización primaria y aculturización femenina) tenemos, como principal problema en la vida, precisamente, una falta de asertividad absolutamente trágica, como es mi caso, y una incapacidad para que nos salga un «no» del cuerpo, para defendernos, para expresar nuestra opinión o para no andar por ahí con la mirada fija en el suelo pensando que somos una mierda. Así que «gracias» por reforzar mi tendencia a la servidumbre; y no pienses que te estoy malinterpretando: no. Como profesional del Social Media deberías tener muy-mucho en cuenta la potencial audiencia que, como psicóloga que eres, podrías tener y no creo que te sorprenda que el problema de muchísimas mujeres y algunos varones es, precisamente, no saber decir otra cosa que no sea «sí», «vale…», «bueno…», «claro…»… Me entiendes sobradamente.
Un beso (y gracias por los demás posts… pero este… FATAL, tía, sinceramente; y tengo que decírtelo, es parte de mi terapia)
Hola, Bea:
Siento que te haya disgustado tanto el post. Parte de mi manera de enfocar la terapia y la vida tiene que ver con reforzar la asertividad y la capacidad para defenderse a uno mismo; de hecho, tengo un par de posts sobre asertividad publicados.
Sin embargo, otra parte de mi manera de enfocar la terapia y la vida se dirige a la necesidad constante de hacer cosas que no nos apetecen, no para satisfacer a los demás, sino para actuar de acuerdo con los valores que nos importan. La línea entre la asertividad y el egocentrismo es fina, aunque coincido en que también lo es la línea entre la generosidad y el darse tanto a los demás que uno acaba desapareciendo.
Por ejemplo: hoy me he hecho un café justo antes de que mi novio saliera por la puerta. Me ha mirado con cara de envidia y se lo he ofrecido, porque estaba en un vaso térmico para llevar. Eso puede ser interpretado como una actitud no asertiva y darse demasiado (a mí me apetecía mi café) o como generosidad, entrega y aprender a decir sí. Depende de los valores de cada uno, de la dinámica de la relación, de la historia previa y de hacia dónde tenemos tendencia a cojear. Yo me considero más bien asertiva y egocéntrica, así que en mi caso lo interpreto como un acto de generosidad. Mi novio, por cierto, ha rechazado el café, así que al final todos contentos 🙂
Respecto a tener en cuenta a mi potencial audiencia: es imposible escribir para todo el mundo. Yo pongo mis ideas en circulación y dejo bien claro que son mías. Quien las encuentre adecuadas las aceptará; quien no, como te ha pasado a ti, las mirará de manera crítica y será capaz de rechazarlas. No me parece que lo que he escrito haya reforzado para nada tu tendencia; más bien al contrario, teniendo en cuenta que has sabido levantar la voz y defenderte. Eso confirma mi teoría de que mis lectores son inteligentes y saben lo que les conviene.
Aun así, quería aclarar mi postura, por si te sirve de algo.
Un abrazo y gracias por tu aportación.
Coke es y sere1 una persona difedcil de odlivar. Un gallo la raja, siempre dispuesto a juntarse, a pasarlo bien, tirar la talla.Con el humor siempre a flor de piel, carif1oso y demostrativo, el hombre de las 1000 canciones, que a cada momento de jarana le poneda un gingle .bfCue1ndo conoced a Coke? Tengo pe9sima memoria bfEn la expo de FotoBlogs de Matucana? bfEn el paseo al Parque Mahuida? bfEn la subida a la nieve? bfEn el campamento en Isla de Maipo? bfEn la junta en los Sacramentinos? Para el caso da lo mismo. Solamente se9 que no lo conoced lo suficiente, y sin embargo siento en el alma su pe9rdida.Afan no puedo creer que haya pasado.Afan trato de pensar que es una pe9sima broma.Sea como sea, Coke, no te odlivare9. Eres y seguire1s siendo un grande.
Precisanebte la espontaneidad es no dejarse atropellar por el barullo de la vida, mas bien escasea, a mi modo de ver ademas de saber decir no, con el si parecemos todos autómatas