¿Necesitas un Lavado de Cerebro Antidietético?

¿Necesitas un Lavado de Cerebro Antidietético?

He perdido tres kilos desde mayo. En una personita como yo, más bien pequeña y delgada, tres kilos es bastante. En mayo no es que estuviera gorda. Estaba… bien alimentada. De buen ver. Como diría una abuela: «repuestita».

Entre octubre de 2010 y agosto de 2012 probé todo tipo de dietas para librarme del acné, primero, y para deshacerme de la grasa corporal y escalar fuerte, después. Experimenté con la dieta crudivegana, paleo, baja en carbohidratos, cero carbohidratos, alta en carbohidratos. Comí pescado crudo, yemas de huevo, col fermentada y cantidades industriales de coco. Comí seis veces al día, probé el ayuno intermitente y protagonicé millones de paseos desquiciados por el Carrefour sin saber qué meter en el carrito. El acné se fue, luego volvió, luego se fue y volvió otra vez. Perdí bastante grasa corporal para terminar soñando con comida, obsesionándome con el helado y alimentándome de extraños purés de proteínas.

Tras la última dieta, cuando no podía dormir ni pensar en otra cosa que no fuera cómo y cuándo sería mi siguiente comida, viví un efecto rebote preocupante. Terminé cenando helado en mi piso de San Fernando y con terror a pesarme. Como hago deporte y tengo otras maneras de gestionar el estrés, conseguí parar en diciembre. Terminé donde había empezado: con los tres o cuatro kilos de más que (según yo) me seguían sobrando.

A partir de ahí, mi vida se convirtió en una lucha contra esos tres o cuatro kilos. Entré en modo pánico. Pensaba que engordaría hasta tener que bajar rodando las escaleras de mi edificio de Lavapiés, y que acabaría sentada frente a la roca sobre una silla de Quechua, recordando cuando todavía era capaz de escalar. A pesar de haber escrito este artículo sobre cómo engordan las dietas y por qué es recomendable alejarse de ellas, seguía intentando ponerme a dieta. Nada serio. Sólo vigilar un poco lo que como, saltarme un par de cenas, quitar el aceite de la ensalada y perder esos tres o cuatro kilos. Después estaría lista para dejar las dietas y ser un ejemplo de salud alimentaria para mis lectores. Algo dentro de mí gritaba «¡¡hipócrita!!»; otro algo dentro de mí decía: «prefiero ser hipócrita a estar gorda».

En medio de esta turbulencia interior, me fui tres semanas a Boulder, Colorado. Boulder es la ciudad menos gorda de América; de hecho, tiende un poco a la vigorexia. Estaba contenta y viajando, y decidí no amargarme la vida pensando en comida. Come lo que quieras cuando te apetezca, me dije, y confórmate con no volverte obesa mórbida a fuerza de meter el dedo en la mantequilla de cacahuete. Entonces conocí a Pablo y comer, o no comer, o estar gorda, o la escalada, o casi cualquier aspecto de la vida que no tuviera que ver con él, dejó de tener importancia.

Poco a poco, volví a la cordura. Empecé a dar menos importancia a lo que comía. Me sentía guapa y fuerte. Sentía que la comida no era el único espacio para mí, ni la única manera de tener lo que quería cuando lo quería. De repente, vivir era mucho más interesante que comer. Volví a hacer caso a mi hambre. Dejé de obsesionarme con los macronutrientes. Paré de comer cuando tenía suficiente, porque en realidad no me gusta sentirme llena.

Ahora he perdido tres kilos. Desayunando todos los días. Comiendo helado. Y chino. Y CHOCOLATE. Me siento bastante bien. Todavía quiero cambiar algunos hábitos e investigar qué me hace sentir mejor, pero tengo claro que una dieta estricta no es el camino para mí. La disciplina alimentaria me vuelve loca y me saca de mis casillas. Ahora mismo soy feliz con mi manera de comer; me siento liberada de los últimos tres años de obsesión con lo que me metía en la boca. No sé si el acné, que ahora está más o menos gestionado gracias a la medicina tradicional, volverá en algún momento, pero sé que mi solución no pasa por una dieta radical.

Yo quería hacer una introducción breve, oh, querido lector barrita a, y he acabado contándote mi vida. Me ha salido así. Pasarse años obsesionada con la comida cuando nunca has pasado de los cincuenta y seis kilos parece de loca. Sé que no estoy invirtiendo en dar confianza en mi futuro consultorio. Pero ya me conoces: creo en la honestidad de una forma casi fanática, y en este tiempo me he dado cuenta de que tener problemas con la comida no tiene nada que ver con cuánto pesas.

Perder peso no es algo que debas plantearte en semanas. Ni en meses. Perder peso es un proyecto de años. Consiste en crear una vida que tenga como consecuencia natural un peso adecuado. Esto implica un cambio mucho más profundo que cenar verduras a la plancha. Abarca todas las facetas de nuestra rutina: cómo nos divertimos, cómo gestionamos nuestras emociones, qué significa comer (o no comer) delante de los demás. Qué importancia damos al peso, con qué está relacionado, qué alimentos elegimos y por qué lo hacemos.

Como dice Leo Babauta en este post, los hábitos para estar delgado deberían adquirirse a lo largo de años. Él habla de siete años para su propio proceso, y no me parece una mala estimación. Es cierto que cuando has entrado en pánico porque te aprietan los vaqueros, lo único que quieres es trasladarte de manera instantánea a un lugar feliz donde vuelves a estar delgada y no tienes que fijarte en lo que hay en tu plato. Reposar sin miedo en los kilos de más y empezar a sentirse fuerte y feliz sin que la báscula cambie un gramo es lo complicado.

El primer paso para adelgazar es librarse de la tiranía de las dietas.

Desprogramarse. Deslobotomizarse. Y es complicadísimo, porque son AÑOS de constante bombardeo de información relacionada con el peso, la imagen y la nutrición. Librarse de las dietas no es un lugar al que se llega para siempre jamás. Es un proceso dinámico en el que uno puede hacer avances y sentirse más o menos cómodo; el problema con la comida es que, a diferencia de otras sustancias, no puede abandonarse del todo, y por eso es necesario trabajar nuestra relación con ella todos los días, a todas horas, el resto de nuestra vida.

La relación con la comida no es un problema que resolver, sino un proceso que vivir.

¿Cómo sé si necesito un Lavado de Cerebro Antidietético, o LCA?

No tiene que ver con cuánto pesas, cuántas dietas has hecho o qué peso quieres alcanzar. Quizá te obsesiona perder tres kilos para escalar más duro. Quizá quieres perder treinta para poder verte los pies. Necesitas un LCA si, peses lo que peses, tu vida gira total o parcialmente en torno a la comida.

Algunas pistas:

  • Piensas que estar delgado es un prerrequisito para tu felicidad. No una circunstancia más, sino un paso previo para empezar a ser quien realmente quieres ser.
  • Lo que dice tu báscula tiene el poder de cambiar (para bien o para mal) tu estado de ánimo durante el resto del día.
  • Alternas épocas (o días, o comidas) de gran autocontrol dietético con otras de descontrol. Por ejemplo: hacer dieta durante la semana y atiborrarte el fin de semana, o comer mucho en un viaje y ponerte a dieta estricta justo después.
  • En ocasiones, la comida se vuelve más importante para ti que la gente o las actividades, independientemente del hambre que tengas. Por ejemplo: eres incapaz de centrarte en la conversación, o estás deseando que termine una película para ir al restaurante, o has dejado un bizcocho enfriando y no puedes dejar de pensar en él, o las galletas de tu hijo «cantan» desde la despensa mientras tú intentas centrarte en el trabajo.
  • Comes a escondidas o cambias tu conducta alimentaria delante de determinadas personas, porque te sientes juzgado de forma real o imaginaria.
  • Tienes listas de alimentos «buenos» y «malos», o «permitidos» y «prohibidos», por razones puramente calóricas.
  • No sabes cómo te sientes cuando tienes hambre, porque nunca te dejas tiempo para experimentarla.
  • Comes a menudo por aburrimiento, por ansiedad, porque estás triste, porque quizá más tarde no puedas comer, porque es la única manera que conoces para recompensarte, porque echas de menos algo y no sabes bien qué. Sobre todo, comes cuando no tienes hambre.
  • Te das atracones. Un atracón no tiene que ver con la cantidad: es un estado mental. Tiene que ver con la falta de control; con la necesidad de parar y no saber cómo; con perder la perspectiva y sumergirse en la inconsciencia. Puede ser privado, a solas con las galletas de nuestra cocina, o público, con incursiones imparables de nuestro tenedor a la ración de calamares fritos o de bravas. Puede incluir dulces y nocilla, o salados y grasas. Puede ser con alimentos prohibidos en nuestra dieta o con alimentos permitidos. En mis dietas bajas en carbohidratos he llegado a encontrarme tomando nata líquida directamente del tetrabrik, sólo porque era un alimento «bueno». Eso es un atracón.
  • Te sientes culpable a menudo por lo que comes. No importa lo que peses, ni lo que comieras ayer, ni las grasas saturadas o azúcares refinados que tenga lo que te estás metiendo en el cuerpo. La culpa no conduce a un cambio duradero.
  • Haces ejercicio con el único fin de adelgazar, o como medio para comer más ese día, o como compensación para el exceso del día anterior. Cuando me puse a dieta el año pasado, los día de entrenamiento eran los días en que cenaba carbohidratos para «rellenar» el músculo. Poco a poco, mis adorados entrenamientos en el roco se convirtieron únicamente en un medio para un fin: poder tomar patatas, o pasta, o arroz, ya que me los prohibía el resto del tiempo.
  • – Etcétera… hay tantísimos comportamientos problemáticos relacionados con la comida que queda en ti decidir si te suponen un problema o puedes vivir con ellos. Si todo esto te resuena, serás el primero en darte cuenta. No voy a venir yo a decirte qué es lo que pasa en tu vida.

¿Por dónde empezar?

No me gusta terminar un post sin dar algo práctico a lo que hincarle el diente. Por eso, si piensas que este otoño NO necesita una nueva operación bikini (u operación septiembre, o no-quiero-llevar-una-braga-faja-bajo-mi-vestido-de-Nochevieja), sino un buen Lavado de Cerebro Antidietético, te propongo un ejercicio.

A lo largo de varios días (una semana o dos, a ser posible), lleva contigo un cuaderno y registra qué comes, cuándo lo haces y cuál es la causa de esa ingesta en particular. Puede ser hambre, claro, pero también puede que sea la hora de comer, o que te hayan puesto una tapa con la bebida, o que estuvieras aburrido, o ansioso, o triste. Trata de identificar el motivo detrás de cada ingesta y anótalo.

Examina cómo te hace sentir el hecho de apuntarlo. ¿Te parece excesivo, te sientes examinado, te da vergüenza? ¿Lo apuntas todo, te «olvidas» de algo, clasificas tu conducta como «buena» o «mala»? ¿Comes siempre a la misma hora? ¿Estás en contacto con tu hambre? ¿Sabes reconocer cuándo tienes hambre?

Aquí déjame introducir un párrafo apasionado. HAZ LA TAREA, jipi. Yo sé que has leído el artículo, y quizá hayas asentido con la cabeza un par de veces, y ahora te parece que lo has entendido y que más o menos sabes de qué va tu relación con la comida. Pero es mentira. No lo sabes. Sabes lo que te viene a la mente en este momento concreto, influido por tus pensamientos y experiencias de las últimas horas o los últimos días. Hasta que no te enfrentes en negro sobre blanco a la situación no podrás hacerte una idea clara de ella. El salto de la lectura a la acción es el más importante, y de eso va este blog. Nadie cambió su vida sólo leyendo.

¡¡VAMOS!! Acércate a la papelería de la esquina y compra una libreta bonita y un boli de un color que te guste. Las libretas son amor. ¡Te estoy dando una excusa para comprarte una libreta nueva! DE NADA.

En unos días continuaremos (si el tiempo no lo impide, y soy capaz de abstraerme el tiempo suficiente de esta relación pastelosa que tengo con mi maromo) proponiendo otros conceptos y ejercicios útiles para liberarse de la tiranía de la comida. ¡Ánimo, jipi! Si yo he podido, tú también puedes.

¿Te ha sentido identificado con el artículo? ¿Te parece todo una sarta de chorradas? ¿Te animas a hacer el ejercicio? ¿Y a compartir los resultados con nosotros? Cuéntalo en los comentarios.

La inspiración para el ejercicio y gran parte de lo que sé sobre este tema se lo debo a Geneen Roth. Recomiendo, como en otras ocasiones, su libro No más dietas.

[Imagen: ulterior epicure]

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30 comentarios
30 comentarios
  1. Caro chan septiembre 18, 2013

    jajajajajajaja…yo sé el porqué has perdido esos tres kilitos…dieta del cucurucho!!!XDDD

    Mi relación con la comida llegó a ser muy conflictiva, desde que me han detectado unas intolerancias soy otra persona…me cuido muchisimo más y miro lo que como, no sé si ha sido para mejor o peor porque me he convertido en la tipica tikismikis que lee todas las etiquetas e interroga al camarero en el restaurante(pobres….)pero, mira, he perdido 10 kilos desde Febrero! Aunque aún me quedan los últimos cinco, los peores porque me han cogido tanto cariño que se quieren quedar conmigo!jajajaja

    Creo que estoy en la trampa de que entresemana me porto muy, muy bien, pero llega el fin de semana y me tiro al barro, claro que Graná no se lo pone fácil a nadie^.^ Voy a hacer el ejercicio apuntandolo en mi agenda, a ver si saco en claro que me pasa….

    Por cierto estoy escribiendo todos los dias!!Gracias por empujarme a ser una mejor versión de mi misma!<3

    Chu!!!

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    • Marina septiembre 18, 2013

      ¡De nada! Me alegro de que con el tema de las intolerancias alimentarias estés encontrando una forma de cuidarte. Ya me contarás qué sacas en claro con el ejercicio. ¡Besitos!

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    • Mari septiembre 24, 2013

      me ha encantado lo de la dieta del cucurucho, jajajjaja

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  2. Ana septiembre 18, 2013

    Joooooder… No me puedo sentir más identificada con todas las pistas. Definitivamente tengo un problema y tengo que hacérmelo mirar xD

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    • Marina septiembre 18, 2013

      ¡Míratelo tú misma 😉 ! ¿Comprar libreta, quizá? Jejeje Un besote.

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  3. Cigi septiembre 18, 2013

    Hola, me llamo Cigi y tengo un problema con la comida.

    Me levanto por la mañana y lo primero que hago por la mañana desayuno, aunque no tenga hambre o la cena todavía me esté dando vueltas en estómago.
    Llego al trabajo y lo primero que calculo es cuánto tiempo falta para el desayuno de media mañana.
    Desde ahí a la comida, otra cuenta atrás.
    La tarde en el trabajo se hace soportable porque la hora de la merienda se acerca.
    En cuanto llego a casa me hago la cena.
    Si me aburro por la noche, como de nuevo.
    Como aunque esté llena, me duela la tripa y mi cuerpo me grite que no quiere más.

    Siempre digo que la comida es mi droga. Igual que otros fuman o se meten rayas o lo que sea, yo como. Si me aburro, me estreso, estoy triste: como. Si salgo con los amigos es para comer algo. Si me siento especialmente mal, me pego atracones, siento que tengo que “tapar” algo a toda costa. De vez en cuando me pongo a dieta, ya que antes aunque comiese en exceso o me pegase atracones tenía un peso estable, pero me imagino que la edad no perdona y en los últimos 4 años aumenté 11 kilos. Ahora mismo estoy en proceso de perderlos, pero aunque sé que mi problema está muy relacionado con las emociones y cómo las gestiono, o con los aspectos de mi vida que no me gustan, siempre caigo en la trampa de pensar que haciendo dieta, que con fuerza de voluntad, volveré a mi peso y ahí permaneceré forever and ever y seré finalmente una delgada feliz.
    En fin…
    Ya tengo la libretilla y voy apuntando lo que como intentando no juzgarme. Hasta es divertido. A ver qué sale de esto.

    Muchas gracias Marina, sobra decir que me interesa mucho este tema y que lo sigo de cerca. Me alegro de que estés en un momento en el que tu vida es tan interesante que la comida haya pasado a segundo plano.

    Un beso

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    • Marina septiembre 18, 2013

      Muchísimas gracias por tu sincero comentario. Yo he estado donde tú, así que no te sientas bicho raro. He tenido épocas donde me daba la impresión de que la comida era LA fuente de satisfacción, bienestar, entretenimiento y autocuidado más grande que tenía. Poco a poco. La libreta es un buen primer paso.

      PD: Sé que te debo un mail; llegará, ¡¡lo juro!! La confianza es que da asco 😉

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  4. Pablo septiembre 18, 2013

    > Nadie cambió su vida sólo leyendo.

    Puede que haya sido una de las oraciones más poderosas que haya leído en un tiempo en un blog. Le diste mucha fuerza a lo que ya era un GENIAL artículo!

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    • Marina septiembre 18, 2013

      Gracias, primor. Te re quiero.

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  5. Marta (Galicia) septiembre 18, 2013

    Apuf. La verdad es que yo siempre tuve un peso casi fijo (fluctuaba un quilo arriba o un quilo abajo), pero este último año el estrés y la ansiedad me afectan bastante y varío bastante más, y es algo que me gustaría evitar. Pero claro, supongo que para eso debería de dejar de comer cantidades brutales cuando estoy agobiada, y no estoy segura de poder 🙂

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    • Marina septiembre 18, 2013

      ¡Ánimo! Madrid es dura en ese sentido. Quizá explorar con un poco más de detalle lo que te pasa te ayude. Un beso grande y no dudes en escribirme mail si tienes alguna duda más concreta. ¡¡Muaaaak!!

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  6. Gloria septiembre 18, 2013

    ¡Gracias Marina! Es un post fantástico y la conclusión, tras leerlo, es que necesito un CLA urgente porque bastantes pistas me han llevado a darme cuenta de que mi vida gira parcialmente en torno a la comida. Hoy he empezado a hacer el ejercicio de registro, pero no estoy segura de que conocer el motivo detrás de la ingesta vaya a ayudar a erradicar la conducta. Me he dado cuenta de que muchas veces como simplemente por frustración, para obtener con la comida la satisfacción que no obtengo por otros medios. Me encantaría que tu relación pastelosa, (como tú la llamas, je,je…¡qué graciosa!) te deje tiempo suficiente para seguir dándonos pautas y ejercicios sobre este tema que, en los últimos, tiempos me está preocupando bastante porque se está convirtiendo en un problema que no controlo. Bueno jipi. Un besote y ,de nuevo, gracias por tu ayuda y buen rollo 🙂

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    • Marina septiembre 18, 2013

      Tienes razón: a veces los autorregistros modifican la conducta, pero suele ser un efecto temporal. El objetivo del registro es únicamente ése: registrar y saber lo que está pasando. Es como una radiografía de un hueso que está roto: hay que hacerla antes de intentar arreglarlo de una u otra manera. No te preocupes, planeo seguir más adelante con instrucciones, recomendaciones y planes; lo que pasa es que quiero ir poco a poco para que nadie se sienta abrumado 🙂 ¡Besitos!

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      • Gloria septiembre 18, 2013

        O.k. Marina. Me alegra saberlo. Estaré pendiente de tus publicaciones. ¡y a disfrutar de tus 3 kilos menos y tu maromo, que eso si que es motivo de satisfacción total! Besos 😉

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    • Mª Ángeles octubre 1, 2013

      Gloria, opino lo mismo, pero me tranquiliza si Marina luego sigue con las instrucciones!
      Yo tb acabo de cojer una libreta que tenía perdida por el bolso y he empezado a apuntar, a ver que tal! Pero es verdad que la mayoría de veces como por comer y no porque tenga hambre. Ansiedad, gula, yo que sé, me arrepiento después, pero ya es tarde y por supuesto no uso métodos «alternativos» para librarme de la comida ingerida, eso núnca!
      Bueno, Marina, estaremos pendientes! 😉

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  7. Silvia C septiembre 20, 2013

    Como muchas otras personas, me he sentido muy identificada con tu post…
    Yo fui una niña y una adolescente delgada, pero con los años, los malos hábitos y la falta de ejercicio fui acumulando bastantes kilos.
    Ni que decir tiene que he hecho mil dietas, y encima no puedo echarle la culpa a mi metabolismo, que es maravilloso, y en cuanto dejo de comer porquerias empiezo a perder sin grandes problemas…
    El problema, claro está es que nunca lo hago de forma constante, y el efecto yo yo acaba haciendo acto de presencia….
    El verdadero problema de fondo es que independientemente de lo gorda que una pueda estar o no físicamente, muchas personas podríamos reconocer que hemos sido en algún momento o somos “gordas mentales” y eso evidencia una mala relación con la comida, que muchas veces es utilizada como vía de escape, y acaba siendo más que un problema metabólico, un problema psicológico.

    En tu post dices “Sé que no estoy invirtiendo en dar confianza en mi futuro consultorio”
    … Todo lo contrario Marina… Quizás el secreto de tu éxito como profesional sea, además de poder ser una excelente psicóloga por meritos académicos, serlo porque has vivido en primera persona muchos desordenes que preocupan a la población. Como te decía en un post anterior, antes que psicóloga eres humana, y la experiencia propia, además de hacerte empatizar con el paciente, puede ser un valor añadido a todo tu arsenal terapéutico… Al menos así es como lo siento yo.

    Creo que las dietas es un campo muy interesante en el que trabajar desde el punto de vista psicológico…No se si estaré equivocada, tú tendrás más datos al respecto, pero me da la impresión que todavía son pocas las personas que van al psicólogo porque tienen un problema con la comida (exceptuando anoréxicas y demás) , si lo comparamos con las que van al dietista, endocrino o medico estético para perder peso cuando el problema real es de coco.
    Yo lo comprobé en mi retiro de meditación vipassana, sabía que no podía comer cualquier cosa ni a cualquier hora, y no tuve absolutamente ningún problema con la comida ni me obsesioné un solo segundo ¿conclusión? Simplemente iba mentalizada… super metalizada. No habían más opciones, y esa es la que yo había elegido.

    Gracias por compartir además de tus conocimientos, tus “contradicciones” … Eso te hace aún más humana y cercana. Es un buen ejemplo de evolución personal.

    Un beso

    Silvia

    Responder
  8. Silvia C septiembre 20, 2013

    PD: Este verano he estado a dieta y una de las cosas que hacía desde el primer día, era como tú dices, apuntar en una libreta preciosa todo lo que comía, y cualquier cosa que me pasase…
    Es realmente útil para ser consciente de todo lo que comes…Además apuntaba lo que pesaba cada día y podía analizar cuando me estancaba que alimento podía ser el causante del estancamiento…
    Cuando empiezas a dejar de apuntar es como cuando no te quieres pesar porque intuyes que has cogido peso…

    ¡No dejemos que esto ocurra! … De verdad que merece la pena

    Responder
  9. Angie septiembre 20, 2013

    Yo he estado gorda toda la vida, no gordita ni rellenita: GORDA con todas las letras, llevo luchando con mi sobrepeso desde que tengo uso de razón, hace unos tres años pasé por un momento muy malo y a raíz de eso decidí que si ya no podía caer más bajo no podía más que empezar a «tirar pa arriba» y empecé a coger las riendas de mi vida, entre otras cosas he adelgazado 33 kilos desde entonces, me ha costado Y MUCHO, pero es una lucha constante, para horror de horrores no voy ni por la mitad de la meta, pero bueno, como siempre digo, no me desperté un día y estaba gorda así que no pretendo despertarme mañana y estar delgada.

    Por supuesto no soy para nada un dechado de virtudes, tengo mis momentos de bajón como todo el mundo, me he vuelto una tikismiquis en el super, bien podría trabajar de reponedora en el super que queda cerca de casa sin que me tuvieran que entrenar, que yo ya tengo controlado en donde está todo, he hecho del ejercicio parte importante de mi vida y el cambio se nota para bien, aquí no voy a ir de heroína porque bajonazos he tenido bastantes, alguna pizza cae de vez en cuando y algún mojito también, la diferencia es que ahora he podido encontrar mi límite, alguna vez leí (puede ser en Twitter) que si hay que probar una tara pues se prueba, pero el resto de la tarta sabe igual, así que no hay que comérsela toda, en mi caso particular he descubierto que me escondía detrás de la comida porque quizás no quería que me viese nadie, pero ahora me veo a mí misma y me gusto.

    Apagar el chip de «estoy a dieta» ha sido lo mejor porque no se puede vivir en una dieta perpetua, lo que se puede es comer mejor (madre mía menudo Quijote que te estoy echando ¿en dónde está mi premio Planeta?).

    Yo me descargué una app para llevar el control de las comidas y no sé, pero ver lo que comía me hacía concienciarme de lo que estaba haciendo mal, también dedico tiempo los sábados a planear tranquila y sin hambre el menú de la semana (incluyo el caprichito de los viernes), le digo a todo el que me quiera escuchar que me estoy entrenando para correr un supersprint del triatlón, y la San Silvestre, que si llego a la meta del triatlón cuando estén quitando las marcas y sólo adelante al carro de la basura, pues eso, que si me toca comerme las uvas en la San Silvestre, pues me las llevo en una latita, el paso más difícil es decidirse, luego todo es seguir, un paso a otro es como se recorren todas las distancias.

    Un abrazo.

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    • Marina septiembre 20, 2013

      ¡Enhorabuena, Angie! Me gusta muchísimo cómo estás enfocando tu objetivo. Me ha encantado eso de que «el resto de la tarta sabe igual» y, de hecho, se disfruta más cuando te la comes con hambre y ganas verdaderas, y no cuando simplemente se engulle por pura ansiedad o de forma mecánica.

      Como muy bien dice Silvia, no te olvides de pasar por aquí para contarnos qué tal te va.

      PD: Premio Planeta Psicosuperviviente para ti, por cierto 😉

      Responder
  10. Silvia septiembre 20, 2013

    ¡¡ANIMO ANGIE!!

    Son muchos kilos los que has perdido aunque aun te quede la mitad.
    ¡¡Enhorabuena!!.
    Vas muy bien ;)) Y lo importante es que has cambiado el chip y tus habitos alimentarios y de ejercicio. Yo tambien lo he hecho recientemente y es el gran cambio en mi vida….Fundamental si queremos vivir con mas calidad de vida y vitalidad en vez de sentirte vieja siendo aun joven, porque no puedes con tu alma… Mi objetivo es perder 12 mas pero ya sin dietas «malignas» y deprimentes. Mi carrera, igual que la tuya , es e fondo…
    Pasarse de vez en cuando no es el problema, es el famoso «ya que…» el verdadero peligro.
    Mucha fuerza y animo.
    ¡Estoy segura que vas a conseguir tu objetivo final! No dejes de contarlo por aqui para celebrarlo contigo y animarnos nosotros mismos ;))
    Un beso
    Silvia

    Responder
  11. Isabel septiembre 20, 2013

    Me gusta este post porque estoy totalmente de acuerdo y es la visión que yo ofrezco a mis clientes.
    What you resist, persists. Cuando dejas de intentar ir en contra de tu cuerpo y de ver a los kgs como tus enemigos y emprender una lucha contra tu cuerpo, y te centras en vivir más y vivir mejor, los kgs van desapareciendo poco a poco 😀

    Responder
  12. Vanesa septiembre 23, 2013

    Bueno, primero escribo algo y luego leo los comentarios en casa tranquilamente xD (me guardo la pag que no tengo internet en casa 🙁 )

    Me ha gustado mucho este post, destaco lo que has escrito sobre que perder peso es un proyecto de años, creo que has dado en el clavo, la meta no se queda en perder X hilos sino en mantenerte en un peso, con hábitos que hayas integrado en tu vida junto con un montón de cosas, la integración es lo jodidamente difícil, no dejar que el peso ideal sea el inició que desencadenará todas las soluciones y las maravillas.

    Mi relación con la comida ha sido más bien satisfactoria, excepto unos años en los que engordé por cuestiones de salud, siempre he comido y controlado mi peso, soy de pesarme para llevar un control, los dulces me pierden pero últimamente me empieza a asquear todo lo que sea industrial,
    (excepto los bracitos de fresa por supuesto)

    Pero ese periodo en el que llegué a pesar 10 kilos más (era debido a medicación) pude observarme, las obsesiones por la comida, el hambre insaciable, el aguantarse sin picar, las autonegociaciones » si pesas X sigue haciendo bondad pero si te pasas, total ya que estás…» no era mi manera habitual de comportarme y pude ver como poda ser tener la comida como una prioridad, cumplía los puntos que has expuesto y no me gustó nada sentirme así, fue todo un alivio para mí que mi metabolismo se recuperase y dejara de tener hambre continuamente.

    Ahora el único problema que tengo con la comida es en el desayuno, nunca me apetece nada la primera hora y media después de levantarme, beber algo si pero comer no me llama, si me voy a andar me obligo a comer algo para luego no acabar tirada por ahí y acaba siendo algo dulce que me dejan asqueada.

    Así que para hacer algo por solucionarlo (el ejercicio que has propuesto ahora mismo no lo necesito) hoy he desayunado una naranja, que parece ser la única fruta que no me da patadas en el estómago cuando está vacio, y le he dicho a mi madre que compre más, me ha sentado superbien y de momento me conformo con eso.

    Me da la sensación de que el comentario ha quedado un poco caótico pero necesitaba desahogarme, yo también soy fan de las libretas! siempre que puedo uso una xD

    Saludos!

    Responder
  13. Mari septiembre 24, 2013

    Eres increíble, Marina, me resultan super útiles e interesantes tus post y además me río. escribes tan bien que es como si te oyera hablar…

    Muchas gracias, voy a por la libreta ya!! 🙂

    Responder
  14. Elena septiembre 30, 2013

    Coco, col fermentada, yemas de huevo, ayuno internmitente, …parece que te inspira Mercola, como a mí! y Leo Babauta también! Somos sus fans!

    Responder
  15. Juan Carlos octubre 30, 2013

    «- Comes a menudo por aburrimiento, por ansiedad, porque estás triste, porque quizá más tarde no puedas comer, porque es la única manera que conoces para recompensarte, porque echas de menos algo y no sabes bien qué. Sobre todo, comes cuando no tienes hambre.»

    ¿No crees que es por llenar esas sensaciones de vacio que alguna vez tenemos y que no es por hambre precisamente?

    Responder
  16. Alfred diciembre 15, 2013

    I am sure this piece of writing has touched all the internet viewers,
    its really really good article on building up new web site.

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  17. Helen febrero 6, 2014

    Mi relación con la comida es un poco confusa, dejo muchas horas entre comidas y me entra hambre que ignoro, es decir, aguanto aunque me duela la barriga y sienta náuseas y calor, cuando como me cuesta llenarme y hoy por ejemplo he comido mucha bollería porque no la tomo a menudo (hace más de mes y medio) y hoy no pude más y comi. Me resulto buena, la verdad, se que no es sano pero incluso disfrute, compre los que más me gustaban como donuts y chucho de crema, temo engordar pero creo que mi dieta es demasiado estricta por tema de carbohidratos y pasó lo que paso…… Hoy que me ha pasado lo estoy apuntando, no me flagelo, ni me juzgo, tan sólo me cuento, me estoy explicando, para entenderlo y compartirlo con mucha mucha gente que le pasa igual que a mi. Hay que hacer caso del hambre y no pasar de ella hasta acabar de los nervios

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  18. Elena diciembre 29, 2016

    Creo que con las dietas y el exceso de información sobre todo en las redes, el cerebro se satura y al prohibirte alimentos tu sistema emocional se revoluciona y te das atracones con esos alimentos precisamente e incluso estando a dieta también te los das con los permitidos como comer aceite de coco a cucharadas pero como no tienes hambre biológica pero si privación esa ansiedad no se va con eso. Las dietas fracasan no por pasar hambre sino por la privación ya sea auto impuesta o por un experto, a mi modo de ver

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