Lo que Pablo me enseñó sobre el amor

Hoy es el cumpleaños de Pablo. Mi Pablo. Ese chico al que conocí hace menos de un año en Moab, Utah, y que plantó en mi corazón la semilla del amor cuando yo ya pensaba que moriría sola y comida por pastores alemanes.

Hay muchas cosas que me gustaría haber sabido en mi angustiosa época de soltera, pero precisamente las he aprendido gracias a Pablo. Si pudiera, viajaría y se las diría a la Marina del Pasado, porque creo que podrían servirle. Como todavía no están perfeccionados los viajes en el tiempo, os lo cuento a vosotros: lo que sé sobre el amor y ojalá hubiera sabido cuando, hace un año, me acurrucaba muerta de frío en mi solitaria cama de matrimonio e imaginaba que alguien me abrazaba.

Hasta las gatas de mi compañera de piso tenían más amor que yo

Lo que Pablo me enseñó sobre el amor

1. A veces uno hace las cosas correctas con las personas incorrectas

Si eres como yo y te encanta tener el control de todo, irás por la vida convencido de que si te va mal, es tu culpa o, mejor dicho, tu responsabilidad. Sabes que atraerás lo positivo si piensas positivo, que los demás leen tus vibraciones de soledad y que quien busca, no encuentra. Te planteas si eres demasiado directo, demasiado bueno, demasiado colega, y te maldices por no saber utilizar el manual de buen ligón.

Por supuesto, puede que necesites cambiar el chip en el amor, y que vayas por la vida emitiendo el equivalente emocional al fluido de una mofeta, pero quizá no. Yo me preguntaba en qué me estaba equivocando, y la respuesta era sencilla: me estaba equivocando de persona.

Cuando engañé hipnoticé enamoré a Pablo, no hice nada distinto de lo que había hecho hasta entonces con otros. Fui yo misma. Aposté fuerte. No me hice la tonta. Lo que no sabía es que Pablo sería más listo, apostaría más fuerte y mostraría todavía más valor que yo. «¿Tú te vienes conmigo a escalar nada más conocerme? Yo me mudo de continente por ti.»

Examina tu actitud frente al amor, por supuesto. Pero si piensas que es la correcta para ti, que estás siendo quien eres y que estás mostrando aquello de ti que quieres que los demás amen, sigue así. Mantén la cabeza alta. Déjate de misticismos y ten claro que, en última instancia, esto es un tema de azar, ni más ni menos. Sigue comprando papeletas. Quizá toque.

2. Si crees en lo vuestro, apuesta fuerte

Como ya he dicho, yo pensaba que era valiente hasta que conocí a Pablo. Cuando nos encontramos en mitad del desierto, jugué un poco a hacerme la dura. «Ya sabes, baby – le dije, bajándome suavemente las gafas de sol  -, no creo en las relaciones a distancia. Así que vivamos el presente». A los dos días, ya estaba admitiendo que quizá, pero sólo quizá, me gustaría verle de nuevo en España. Él juraba que iba a buscar un vuelo para visitarme y yo pensaba que… bueno, que no sabía qué podía esperar de un argentino.

Volví a Madrid sin tenerlas todas conmigo. Estaba convencida de que su supuesto amor era una mezcla entre endorfinas e idiosincrasia porteña. Tres semanas después, apareció en Lavapiés; quince días después, cambió el billete de vuelta a Argentina; tres meses después, estábamos compartiendo piso. De hecho, empiezo a pensar que me tiene engañada, y que no puede volver a Argentina porque le han echado por vegano.

Si él o yo hubiéramos pensado que es muy arriesgado ponerlo todo en juego por alguien a quien apenas conoces, seguramente hoy no estaríamos juntos. Nunca le agradeceré lo suficiente su valor. Él creyó en esto desde el principio. Tenía miedo a que le hiciera daño, claro que sí, pero se lo tragó; conservó la fe y la capacidad de creer en lo cursi. Si encuentras algo que realmente merezca la pena, en el amor o en cualquier otro ámbito, ve a por todas. Los batacazos duelen, pero cuando sale bien, es el paraíso.

(Me van a llamar para escribir guiones de comedia romántica. Lo veo)

3. Si los opuestos se atraen, los parecidos se atraen más todavía

Aún hoy, nueve meses después de conocer al porteño, me asombra descubrir lo parecidos que somos. Es ridículo. Cuando a él le gusta algo y a mí no, suele ser porque aún no lo conozco; en cuanto sé un poco más del tema, me doy cuenta de que pienso lo mismo que él.

Esto, que puede resultar vomitivo, es bastante práctico. No nos gusta la tele, así que ninguno se molesta si el otro la enciende. Nos encanta escalar a los dos, y no tenemos peleas sobre cómo pasar las vacaciones o los fines de semana. No queremos tener hijos, lo que relaja bastante nuestro espacio mental, nuestro presupuesto y nuestros planes de futuro.

Si tienes claros tus valores y proyectos, tiene mucho más sentido buscar a alguien que se te parezca que a alguien muy distinto a ti. Busca a una persona que piense (más o menos) lo mismo que tú sobre la familia, el dinero, los hijos o la ausencia de ellos, la religión, la economía, el ocio. Los valores compartidos aumentan la energía que la pareja aporta al proyecto individual y ahorran muchísimas peleas estúpidas.

4. Los fracasos enseñan

Que conste que yo no creo en edulcorar el fracaso para no ser «negativos» o atraer «malas vibraciones». A veces las cosas salen mal, y es una mierda. Pero si ya salió mal y no hay nada que puedas hacer para remediarlo, procura aprender. El patinazo de hoy te enseñará a caminar mañana mirando por dónde pisas. El capullo de hoy es el que te recordará mañana cuánto, pero cuánto, tienes que cuidar al chico maravilloso que tienes delante.

5. No rompas la copa

En otras palabras: no la cagues.

Hace mucho tiempo, cuando yo era una jovencita inocente y no sabía nada de la vida, un colega me dijo: Marina, las relaciones son como una copa. Cuando se rompen, se pueden arreglar, pero no es lo mismo. En la misma línea, una foto que vi en Facebook un sabio dijo una vez: coge un plato y tíralo al suelo. Ahora pídele perdón. ¿Se arregló? Pues eso.

De pequeña, piensas que el amor de verdad lo puede todo. Que si amas en serio a alguien, nunca dejarás de intentarlo, y que aunque los dos os equivoquéis mucho, seguro que puede arreglarse con la cantidad suficiente de perdón y comprensión. Ahora creo que a veces la gente se hace tanto daño que vale más lamerse las heridas por separado y decirse hasta la vista.

La copa es la confianza. La copa es la lealtad. La copa es la certidumbre de que el otro nunca haría deliberadamente algo que te hiriera. La copa es el corazón de la persona a la que amas sostenido entre tus manos.

No la rompas.

6. La distancia es una mierda… y vivir juntos es otro nivel

Como persona que ha tenido relaciones a distancia, en la misma ciudad, sin vivir juntos y viviendo juntos, puedo decir que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Vivir con alguien es no tener escapatoria; su dormitorio es tu dormitorio, irte «a casa» es lo mismo que ir a su casa, y si te vas a dormir enfurruñada, tienes su cabeza al otro lado de la cama. Eso requiere trabajar duro y, al mismo tiempo, establece un vínculo mucho más potente. Es fácil ser buenos amigos, es fácil ser buenos amantes; ser buenos compañeros de piso es otra historia. Cada cual tiene su ritmo, pero Psicosupervivencia recomienda: si quieres hacer algo a ver qué pasa, hazlo y a ver qué pasa.

7. Si deseas tener pareja, no te avergüences de ello

Mi amigo Anxo me dice que lo que más le gusta de mi historia con Pablo es que yo he desafiado al mito de la soltera desesperada: iba por ahí agitando mi desesperación como una bandera y diciéndole alto y claro al mundo que quería un maromo. Y en lugar de repeler al universo, lo conseguí: ahí está mi maromo, durmiendo en el sofá de al lado y siendo adorable.

No, tus pensamientos no te gafarán, ni ahuyentarán al destino, ni te tatuarán en la frente una bandera de «soltero/a con el reloj biológico acelerado busca víctima». Tus acciones son las que tienen consecuencias; tus pensamientos se quedan dentro de tu cabeza.

Sé que decir que quieres tener pareja cuando estás soltero suena mal, y que los Petulantes Casados, como diría Bridget Jones, te ahogarán en «aprovecha las ventajas» o cuandomenosteloesperes. Pero también sé que a veces es duro sentirse solo en un mundo par, y que el calorcito al otro lado de la cama es muy agradable.

No es mi intención dar envidia, sino posicionarme a favor de la sinceridad con uno mismo. ¿Quieres pareja? Búscala, o no, tú mismo. Si la buscas y no la encuentras, tómatelo con filosofía. Pero sé consciente de tus deseos y no trates de maquillarlos.

Y poco más, jipis. Esta es una entrada totalmente acientífica y cien por cien subjetiva. En realidad, es mi intento de decirle a este chico tan guapo, el de los ojos azules que te miran y te derriten, que me ha cambiado la vida, que ha dado la vuelta a todo lo que sabía sobre el amor y me ha ayudado a recuperar la confianza. Que le quiero muchísimo. Y que feliz cumpleaños.

Puedes felicitar a Pablo dejando un comentario o, aún mejor, compartiendo su lindo, lindo artículo. Que conste que esto no es chantaje emocional: es social networking.