Retoma tus hábitos después del verano sin (demasiado) esfuerzo

«Lo mejor de ir al gimnasio es la superioridad moral», le digo a Pablo una mañana de mayo mientras caminamos de vuelta a casa. Es domingo y la gente tiene cara de resaca; nosotros, en cambio, nos hemos levantado temprano, hemos cumplido con nuestro entrenamiento y lo hemos anotado pulcramente en nuestras libretas de vigoréxicos.

Avancemos tres meses. Agosto está dando sus últimos coletazos y Pablo y yo nos refugiamos en Málaga porque Granada es un horno. Ahora estamos en el Starbucks pidiendo un café para llevar antes de entrar al gimnasio, que es de la misma cadena que el de Granada y nos deja entrenar gratis.

—Creo que me voy a quedar aquí un rato —le digo, mientras remuevo mi café con un palito de madera. Estoy leyendo una fanfic de Sherlock súper adictiva y, sinceramente, no tengo ganas de entrenar. Pablo se va y yo me siento en una esquina a darle sorbos a mi caramel macchiato mientras leo sin parar y un horrible sentimiento de culpa se va instalando en la boca de mi estómago.

Porque lo peor de no ir al gimnasio es la culpa.

Tengo millones de excusas: en junio me fui a un congreso de una semana, en julio a Portland, en Oregón y, en serio, ha hecho tanto calor en Granada que caminar por la calle a según que horas era hasta peligroso. Además, no estoy siguiendo ningún programa y entrenar sin propósito me desmotiva.

Pero las excusas no van a mantener en forma los tímidos músculos que me ha costado tanto desarrollar. Así que tengo que encontrar la forma de volver al gimnasio. Pero el cafe está riquísimo y la fanfic es demasiado entretenida, y en Málaga hace menos calor pero la humedad convierte la sensación térmica en la de un invernadero a pleno sol.

Por fin, termino el café y el capítulo que estoy leyendo. Junto los dos gramos de fuerza de voluntad que quedan en mi cuerpo veraniego y me arrastro al gimnasio, donde Pablo ya se ha montado un mini rocódromo con su multipresa portátil, su libro de entrenamiento y lo que parece un kilo de polvo de magnesio extendido a su alrededor.

La foto es de otro día. De un día sin magnesio.

Lo más importante de los hábitos no es empezarlos: es aprender a volver. Porque siempre, siempre, siempre te vas a caer del tren. Vale, no siempre. Hay gente que empieza el hábito y no lo deja jamás. Pero esa gente son obsesivos hiperactivos que no tienen tiempo para leer este blog y, en cualquier caso, no nos caen demasiado bien.

Así que yo, que hace unos meses escribí súper orgullosa que el deporte es parte de mí, tengo que aprender a volver, a esto y a todo. Pero ¡no pasa nada! Como dice Leo Babauta en este post sobre empezar, el problema no es interrumpir un hábito, sino nuestra esperanza de que nada debería molestarnos nunca, de que las cosas siempre tendrían que ir sobre ruedas.

Esto es lo que sé sobre volver a empezar:

Lo importante es hacer algo

Me meto en el vestuario. Mi candado ha dejado de funcionar y me he olvidado de mis «gafas de deporte», las que no se me escurren de la nariz con el sudor. Entierro la mochila en la última taquilla del fondo, con la esperanza de que nadie mire y decida robármela, y salgo a la zona de estiramientos. Sacudo la cabeza al ver a Pablo cubierto de magnesio, y él me mira con ojos enloquecidos de ya-llevo-un-rato-entrenando-y-tengo-las-endorfinas-a-tope.

Arrastro una colchoneta a una esquina de la sala. Me tumbo bocarriba. Se supone que voy a calentar, pero de momento solo estoy tumbada. Me giro con esfuerzo y me coloco a cuatro patas. Empiezo a hacer el gato-vaca de yoga y se me caen las gafas. Las pongo a un lado. Pablo se me acerca y sé que está tratando de expresarme algo con la cara, pero no veo nada, así que hago una mueca y cierro los ojos.

Hago tres gatos-vaca. Giro el cuello un par de veces. Me pongo en pie y doy unos cuantos saltitos diminutos.

Me dejo caer otra vez en la colchoneta.
—Ya está —le digo a Pablo que, obviamente, está haciendo dominadas con una mano con cara de superioridad moral, porque para algo es lo mejor de entrenar —. Me voy a la bici estática a leer.
Pero no lo hago porque, en realidad, es mucho más fácil seguir entrenando cuando ya has empezado. Lo importante es hacer algo, lo que sea.

Es más fácil si te gusta

Acabo de darme cuenta de que el subtítulo suena como algo que diría un violador. Lo siento; no era mi intención.

Me gusta que se me noten los músculos de los brazos. Hay un hashtag en Instagram que me encanta: #bigarmsbiglife, y es verdad que la hipertrofia, por frívola que parezca, tiene en mí el curioso efecto de hacerme sentir más parecida a la imagen mental que tengo de mí misma. Porque yo mido 1’57 y tengo los hombros estrechos, pero interiormente soy una giganta. Y no puedo crecer, pero puedo trabajar los deltoides.

Así que empiezo por los hombros. Detrás de mí, Pablo se suspende de la punta de los dedos en su multipresa. El muy asqueroso tiene unos deltoides preciosos y redondos, y eso que no los trabaja jamás. Accidental bodybuider, le llamo yo. Me hago varios sets de una tabla de ejercicios que se llama Arm Pump (algo así como «brazos hinchados»).

Quiero parecerme a Xena, la princesa guerrera, y que nadie nunca jamás me diga lo que tengo que hacer.

Recuerda la emoción (positiva y negativa)

En las paredes de mi gimnasio dice «sal como nueva», y es un buen eslogan: cuando haya terminado esta sesión no voy a estar más fuerte, ni más flaca, ni con las cavidades del corazón más ensanchadas. Pero me voy a sentir mejor. Es importante acordarme de eso antes de empezar. De paso, puedo recordar también cómo me siento cuando leo fanfic sin autocontrol: un poco sucia, como después de terminarme una bolsa entera de Lays receta campesina.

No te exijas demasiado

Pablo está haciendo un estiramiento con peso: se trata de ponerse en posición de sentadilla con una kettlebell y abrir las caderas con los codos. Obviamente, el modelo de su libro lo está haciendo con la kettlebell de ocho y Pablo con la de veinticuatro.

—Intentalo —me dice, mientras se levanta con esfuerzo.

Cojo la kettlebell de ocho, me pongo en posición y protesto un poco.

—Verás cuando te levantes —anuncia Pablo, sonriendo con los mencionados ojos de loco.

Yo suelto la kettlebell y me levanto, sin más.

—¡Pero tenés que subir con la kettlebell, chanta! —exclama, indignado por mi falta de respeto a su ejercicio.
—No —contesto yo, y pongo los brazos en jarras —. No puedes obligarme.

Después le explico algo que he aprendido este año en el máster, y que se llama counter pliance. Pliance a secas quiere decir que haces las cosas para satisfacer a los demás, y está mal porque no haces lo que realmente deseas hacer. Pero luego está la counter pliance, que es hacer las cosas solo por llevar la contraria.

—Vos tenés mucho de eso —me dice.

Si logras arrastrarte al gimnasio un día de agosto en Málaga con un 88% de humedad, y tu novio insiste en que termines tu estiramiento sosteniendo la kettlebell, niégate. Haz creer a tu subconsciente que, hasta cierto punto, todavía puede hacer lo que le apetezca.

Alégrate de haberte caído del tren

Es la segunda vez que digo lo del tren y sé que es una traducción literal de la expresión inglesa, pero me gusta cómo suena. La cuestión es que mi amigo y compañero de profesión Anxo siempre contaba la misma anécdota a sus pacientes: les hablaba de su perrita Pitu, a la que recogió de la calle cuando ya era adulta, y que se portaba fatal. La llevó a un adiestrador de perros y él le enseñó a corregir a la perra cuando se portaba mal.

—Y el adiestrador me dijo que me alegrara cada vez que Pitu hiciera algo mal —explicaba siempre Anxo, con su media sonrisa de manchego expatriado—, porque era una nueva oportunidad para enseñarle a hacerlo bien.

Congratúlate de haber fallado, porque quiere decir que lo intentaste y que, como Pitu, tienes la oportunidad de aprender de nuevo a llevar la vida que deseas.

Y mírate los deltoides hinchados bajo las luces favorecedoras del gym. Eso siempre ayuda.

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13 comentarios
13 comentarios
  1. Tania agosto 28, 2017

    Jajajajaajajajaajjaaj

    ¡Me encantan estos relatos!

    A mí también me encanta verme formita en los brazos…algo que pasa una vez cada 5 años y no me toca hasta dentro de 3…

    Me parece genial lo de las redes sociales, tú que puedes! Algún día yo también lo haré porque es algo que me repatea del todo, pero bueno.

    Muchas gracias por tu humor Marina!

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  2. pa agosto 28, 2017

    Hola Marina!

    Coincido contigo en lo de las redes sociales. Ya me picaste para tomar la decisión de ir a mis clases de natación que lo vengo postergando desde hace dos meses!!!, Igual me gusta tu humor y tu honestidad…

    Que estés bien

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  3. ana agosto 28, 2017

    También adoro el otoño: la estación de los olores a tierra mojada y hojas aplastadas a viento húmedo directo de los árboles.Cuando llega siempre hay una primera brisa de aire fresco capaz de atravesarme por completo y, pese a ese punto invariable de nostalgia, sonrío a ese principio, a esa promesa, con la mente despierta y el cuerpo alerta

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  4. Ana agosto 29, 2017

    Buenas!!!
    Como se conoce que no vivís en Asturias!
    Adoro el verano..me encanta esa sensación de liberta ,aunque lo que verdaderamente me gusta es lo que ahora no sucede que es cada estación en suel tiempo.
    Me encanta como escribes Marina.Gracias!!!!!

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    • Marina agosto 29, 2017

      Estoy de acuerdo contigo: el verano en Asturias es lo mejor.

      Un abrazo, Ana!

      Marina

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  5. Jos agosto 29, 2017

    Muy bueno, no conocia el concepto de counter pliance y me ha llamado la atención. Ya he aprendido algo hoy gracias a ti.
    Enhorabuena por «sacrificar» las redes sociales. Está claro que tendrás una liberación mental importante..

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  6. Rosa agosto 29, 2017

    Yo adoro el verano, en Ávila no nos sobra el calor a lo largo del año, asi que ¡lo atesoramos cuando llega!. Me ha encantado el post, totalmente de acuerdo y con un nuevo aprendizaje (como siempre que te leo). Importantísimo para mi recordar lo que siento (emoción) para poder continuar con determinados hábitos (ejemplo: hacer ejercicio), me ayuda sobre todo en esos días que me sobran las excusas (reales o no) para no hacerlo jeje. Un abrazo!

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  7. Juan agosto 29, 2017

    Es genial el post!

    Todas esas sensaciones del deporte que nos suceden a tod@s y contado con un gran humor, me encanta tu estilo Marina.

    Gracias por darnos una clave para después de caernos del tren, la ‘counter pliance’ para hacerle creer a nuestro subconsciente que todavía nos queda un poco de dignidad jajaja

    Un abrazote y ánimo a todos los deportistas 😉

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  8. jose david agosto 30, 2017

    Hola Marina tanto tiempo, bueno lamento contrariarte con eso del verano alla en tu tierra, mientras tu te fundes de calor yo aqui estoy hecho paleta de frio ¿ sabes espero que eso de tomar esas extremas deciciones de dejar parte de las redes sociales dejar a tu novio cambiarte de casa y otras cosas, hayas estado hablando de manera ipotetica por que caso contrario creo que tienes un problema lo que si me gustaria que dejes eso de andar escalando montañas. miles de personas te amamos por tu simpatia graciosa espontanea, y te queremos por muuuuuuuucho tiempo mas te espero. un tremendo abrazo de oso ,desde chile jose david.PD escalar montañas es muy peligroso

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  9. Karen septiembre 1, 2017

    Hola Marina, a mi de entrada me quedó sonando lo de las «gafas de deporte» de cuáles tienes?? a mi lo que no me gusta de ir al gimnasio es tener que dejar mis lentes y andar cegatona 😀

    Saludos, muy buen post!

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    • Marina septiembre 4, 2017

      Son unas metálicas de Multiópticas de hace unos años. Yo creo que lo importante es que no sean de pasta y tengan las «patitas» en la nariz, que se resbalan mucho menos. Yo las uso incluso para escalar y hasta ahora no se me han caído 🙂

      Abrazos,

      Marina

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  10. Marco septiembre 1, 2017

    Lo primero que me sorprende es que haya tan pocos posts ante tu estilo fresco, cercano, alegre, inteligente y en resumen, genial.
    Gracias porque nos ayudas a ver los hábitos con otra perspectiva, pero sobre todo, porque nunca hablas desde una solemne altura moral sino desde tus flaquezas y errores tan comunes a nosotros los mortales.

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  11. Elena septiembre 4, 2017

    ¡Feliz ex-verano! También es muy buen momento para construir hábitos nuevos: curso nuevo, recién descansados de las vacaciones o menos carga de trabajo y mejor jornada, etc.

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