Desarrolla tu capacidad de hacer las cosas sin ganas

Desarrolla tu capacidad de hacer las cosas sin ganas

Ya te he hablado alguna vez de mi profesora de lengua de Primaria, la Cone. Le llamábamos así porque sus grandes dientes delanteros le daban aspecto de conejo. Era una mujer cruel que ridiculizaba a los alumnos, pero enseñar lengua se le daba muy bien. Tengo los apuntes sobre sintaxis grabados a fuego en mi cerebro. Y la Cone también era una mina de frases épicas que nos soltaba a menudo y que hoy todavía recuerdo.

Una de esas frases nos la decía cuando no teníamos los deberes hechos, y era: «y después vendrá el llanto y el crujir de dientes». Es de la Biblia, si no me equivoco. La decía levantando un dedo huesudo y abriendo mucho sus ojos saltones.

Otra, mi favorita, era: «sois la Ley del Mínimo Esfuerzo», y solía repetirla mientras agitaba en el aire una hoja de deberes llenos de tachones o a medio terminar. Decía que los alumnos trabajábamos lo justo para aprobar, y que para ella eso no era suficiente, y que por eso nos íbamos a quemar todos en el infierno de sus suspensos.

Evil Bunny

Y luego ponía esta cara

Pero la Ley del Mínimo Esfuerzo es fantástica en psicología. No quiere decir hacer las cosas a medias ni con borrones, sino encontrar el punto de ataque más débil, el cambio más pequeño que puedes hacer para desencadenar cambios cada vez más grandes. 

Es algo parecido a alinear fichas de dominó de menor a mayor. Si cada una midiera el doble que la anterior, en solo 31 fichas ¡podrías tirar una del tamaño del Everest!

Por eso, si quieres tener una vida plena y sentir satisfacción con la persona que eres, lo más recomendable no es perseguir cambios enormes tipo «quiero ganar millones de euros y tener un físico de estrella de cine», ni siquiera «quiero ser la persona más buena de la Tierra y cambiar el curso de la Humanidad».

Lo que te sugiero es que busques pequeños cambios con grandes efectos.

Buscar razones para nuestros actos no sirve para (casi) nada

La semana que viene estará disponible de nuevo mi fantabuloso curso de escritura terapéutica Reescríbete, y en estas últimas semanas he estado puliendo los detalles para que esta segunda edición sea un éxito: recabar feedback de los antiguos alumnos, hacer cambios, preparar nuevos bonus y regalos, contactar con personas que podrían estar interesadas en hacer promoción, etc. etc.

Y te voy a confesar algo: no tenía (y aún no tengo) ni p***teras ganas. 

Al principio, hice algo muy común en los humanos, que es buscar razones para mis problemas.

Pensé que la anterior edición del curso fue una paliza y que probablemente aún estoy cansada; que esta semana nos mudamos de casa y es mucho follón; que soy una vaga sin remedio que no sirve para esto; o que la culpa es de Pablo porque… bueno, no sé, porque cuando estoy frustrada y no se me ocurre qué hacer le echo la culpa a Pablo.

El problema de buscar razones es doble:

  • Por una parte, encontrar razones no soluciona nada. Imagina que todo esto es verdad: saber el por qué no soy capaz de hacer algo no me da más datos sobre cómo conseguir hacerlo. Nuestra mente ansía explicaciones y piensa que cuando las tenga todo se solucionará, pero la mayoría de las veces no es así. Lo que nos cambia no son las explicaciones, sino las acciones.
  • Además, ¿y si encuentro razones que no puedo cambiar? La primera edición del curso fue una paliza y ya no tiene remedio; me mudo esta semana y no puedo cambiarlo porque se nos acaba el contrato y los nuevos caseros nos esperan. Y si soy una vaga sin remedio, pues… eso, que no tengo remedio.

A menudo, buscar razones y encontrarlas no sirve más que como otra manera, mucho más refinada y socialmente aceptada, de paralizarnos y dejar de luchar por las cosas que nos importan.

¿Cuándo sirve de algo buscar razones? Cuando podemos traducirlo en acciones útiles para evitar estos errores en el futuro.

Por ejemplo: ya sé que programar mudanzas y lanzamientos la misma semana no es buena idea, y que debo dejarme tiempo suficiente para descansar después de un periodo de trabajo intensivo.

einstein

Soy un genio.

La solución que no tenía glamour

Pues ahí me tenéis a mí, Marina, psicóloga con un blog en propiedad. Cada día me levantaba, me encargaba de las tareas del día durante varias horas (Mailterapia, otros correos, etc.) y después abría mi lista de tareas del lanzamiento del curso, estiraba mis deditos… y me ponía a jugar al tetris.

«¿Y tú pretendes ayudar a la gente a dar sentido a su vida, hacer las cosas que les importan, etc. etc.? Dios, Marina, eres una estafa monumental», me repetía. Traté de solucionarlo. Hice una lista de motivos para trabajar en mi lanzamiento. Reflexioné sobre mis valores. Programé el móvil para que me enviara un mensaje diario de ánimo a la hora en que empiezo a trabajar.

Lo único que conseguía era mejorar mis puntuaciones del tetris cada vez más.

Tetris score

Esta foto me hace sentir avergullosa (una mezcla entre avergonzada y orgullosa)

Hasta que un día, Pablo me dijo algo que me encendió una bombilla:

– No le des más vueltas: tienes que hacerlo porque es tu trabajo.

Es un poco triste y un poco Problema del Primer Mundo que te tengan que recordar que la razón por la que debes hacer las cosas es porque es tu trabajo y ya está. Me sentí mal cuando Pablo me dijo esto. Pero me sirvió para darme cuenta de que estaba tropezando con la misma piedra con la que veo toparse a menudo a mis lectores y clientes.

A saber: tenía la expectativa de que pensar razones, hacer listas de valores y mandarme mensajes al móvil me diera de repente unas ganas súbitas de ponerme a trabajar en el lanzamiento.

Y eso, colegas, es un error. Porque puede que suceda o puede que no.

Las ganas son volátiles.

Si alguna vez te has apuntado al gimnasio, sabrás que a veces tienes ganas y a veces no. Y que cuando no las tienes, no te sirve de mucho recordarte el cuerpazo que se te va a poner si vas. No te da unas ganas locas de ponerte a sudar en la clase de Zumba.

Quizá te dé motivos. Pero no es lo mismo tener motivos que tener ganas.

Además, había entrado en el círculo vicioso de no tengo ganas -> no hago nada -> me siento mal -> tengo aún menos ganas. La bola de ansiedad que sentía cada vez que me sentaba a trabajar en el lanzamiento no ayudaba en nada a que las ganas aparecieran de repente.

Así que me tragué mi propia medicina y apliqué la solución más sencilla y con menos glamour del mundo: me puse a trabajar sin tener ni p***teras ganas.

¿Crees que no he descubierto la pólvora? Sigue leyendo

Es probable que estés leyendo esto y diciendo: «vaya, querida. Eres brillante (modo ironía on). Yo hago miles de cosas sin ganas al día. Voy al trabajo sin ganas, o cambio pañales sin ganas, o friego platos sin ganas. Esa capacidad la tengo ya muy desarrollada.»

Pero la cuestión no es hacer sin ganas las cosas que tienes que hacer sí o sí. Yo también soy capaz de hacer sin ganas las cosas que no tengo más remedio que hacer. El tema del curso es que es optativo. No hay ninguna consecuencia terrible a corto plazo de no hacerlo: nadie me despide, ninguna infección bacteriana mortal acampa en mi cocina porque los platos llevan una semana fermentando en el fregadero.

Y quizá en tu caso haya muchos proyectos parecidos: que no tienen consecuencias terribles a corto plazo si no los empiezas, pero que quieres hacer igualmente. Porque tienes motivos, porque son importantes para ti o para otras personas.

Nadie te va a matar si no vas al gimnasio hoy, pero quieres ir igualmente. No te van a despedir si no te preparas para pedir un aumento o para opositar a un puesto superior, pero quieres hacerlo de todas formas.

Las cosas importantes de tu vida son las que haces porque quieres… y, aun así, son las que más trabajo cuestan.

Piensa conmigo: ¿qué podrías conseguir si fueras capaz de hacer las cosas sin ganas? Puedes escribirlo en un papel (o en el ordenador) si te apetece.

Ser capaz de hacer cosas sin ganas es como echarle sal a la comida

Hay un cuento sobre un rey que preguntó a sus tres hijas cuánto le querían. La mayor le dijo que más que al oro; la mediana, que más que a los diamantes, y la pequeña, que más que a la sal.

Al rey lo de la sal le pareció tan cutre que echó a la hija pequeña de palacio con un saco de sal a la espalda.

No recuerdo muy bien la parte intermedia del cuento, pero sé que termina con la princesa cocinando para el rey una comida sin sal. El rey se da cuenta de que sin sal la comida no tiene gracia y de que la princesa en realidad le quiere mucho. Le perdona, ella probablemente se casa con un príncipe que andaba por ahí, etc. etc.

Ser capaz de hacer cosas sin ganas es como la sal: parece sencillo, parece cutre… pero prueba a vivir sin ello. Prueba a hacer solo lo que te apetece en cada momento. Después de un tiempo, tu vida también te parecerá tan sosa y sin sentido como las comidas del rey.

Eesto no quiere decir que nunca te vaya a apetecer hacer algo que es bueno para ti. Yo a menudo me levanto con ganas de escribir en este blog, o de hacer deporte, o de comer algo súper sano. Pero no siempre. Y cuando no es así, saco mi solución cutre y sigo adelante… cuando me acuerdo 😉

Pasemos a la práctica: 4 truquitos para hacer cosas sin ganas

¡Ningún post es un post sin su lista! Así que aquí te dejo las sugerencias prácticas de este artículo, para que empieces a desarrollar tu músculo de HCSG (Hacer Cosas Sin Ganas).

1. Asume que las cosas a veces no apetecen y encuentra una forma de recordártelo

Los humanos no solemos aprender las lecciones en una vez. Necesitamos recordatorios. Yo soy psicóloga, trabajo en esto y me he pasado semanas buscando a las ganas por toda la casa, así que no te machaques si a ti se te olvida.

Si esto que acabas de leer tiene sentido para ti, y si tu experiencia te dice que puede servirte de algo, entonces toma medidas para recordártelo a menudo.

Por ejemplo: puedes escribirlo en un papel y colgarlo en un sitio donde puedas verlo. O puedes imprimir esta imagen del Barón de Münchhausen, que se sacó de un lago tirando con fuerza de su propia coleta.

munchausen

Nadie va a venir a rescatarte del lago, así que aunque te parezca increíble tirar de tu propia coleta, aunque te parezca que atenta contra las leyes de la física, muchas veces es tu única opción.

2. Identifica las sensaciones y pensamientos que componen el «no tener ganas»

Si te pregunto: «¿cómo sabes que no tienes ganas de hacer algo?», quizá me contestes: pues «porque lo sé, ¡vaya pregunta!». Pero ¿qué quiere decir eso? ¿Cómo me lo explicarías si yo fuera una extraterrestre que ha venido a la tierra y que no tiene ni idea de cómo siente un humano?

Verías que el concepto «no tener ganas» está formado de pensamientos y sensaciones. En mi caso, por ejemplo, estos son algunos de los componentes de «no tener ganas».

  • El pensamiento: «no me apetece».
  • El pensamiento: «qué coñazo, quiero irme por ahí a tomar tapas».
  • La historia (compuesta de pensamientos) «no me he recuperado de la primera edición del curso y estoy demasiado cansada».
  • La sensación de pesadez.
  • La sensación de inquietud.
  • La sensación de cansancio.

¿Cómo te ayuda identificarlos? Porque sabrás a qué te tienes que enfrentar, qué es lo que vas sentir y pensar mientras haces las cosas sin ganas, y podrás dar espacio en tu mente y tu cuerpo a todos estos invitados poco agradables.

«Pero, Marina, ¿no hay forma de quitarme esos pensamientos y sensaciones de encima?».

La respuesta corta es que no… o, al menos, no de una vez y para siempre.

Para dar una respuesta más larga, fíjate en tu experiencia: ¿sucede así? ¿Eres capaz de eliminar los pensamientos y sensaciones desagradables de algún área de tu vida, de una vez y para siempre? Seguro que lo has intentado de muchas maneras, parecidas a las que usé yo: buscando razones, discutiendo con tu mente, tratando de generar motivación.

¿Lo has conseguido alguna vez?

Si la respuesta es que sí, ¡sigue haciendo lo que hacías hasta ahora!

Y si es que no, no te va a quedar más remedio que actuar a pesar de todos esos pensamientos y sensaciones: dejarles espacio. Que sean pasajeros en tu coche, no conductores.

3. No te centres en el placer, sino en el significado

Amber Rogers es una mujer de EEUU que escribe sobre imagen corporal, fitness y alimentación en GoKaleo. La semana pasada hablaba en Facebook sobre su tendencia a la depresión, y explicaba que ella a menudo no siente demasiado placer en su vida, y que por eso su vida no se centra en torno al placer, sino al significado. 

El neuroticismo, es decir, la tendencia a experimentar emociones negativas y altibajos emocionales, parece ser un rasgo de personalidad bastante estable. Esto significa que algunos de nosotros tenemos tendencia a ser más «infelices», según la visión tradicional del término, que otros. ¡Yo puntúo alto en neuroticismo! Tengo la mala costumbre de preocuparme por tonterías y trabajo activamente para que no pueda conmigo.

Pero incluso si te pareces a mi amiga Elsa y eres feliz en casi cualquier parte, es muy probable que haya momentos en tu vida en que te sientas mal. Y cuando eso sucede, saber que tienes una salida, que es no centrarte en el placer, sino en el significado, te puede ser de gran ayuda.

4. Actúa, actúa, ¡¡ACTÚA!!

La mejor manera de hacer las cosas sin ganas es hacerlas, punto. Mientras menos tiempo pases enredándote con tu mente o prestando atención a tus sensaciones, mejor. Como me decía esta semana una clienta por mail: «tengo la sensación de que esto es como si fuera un ovillo de lana que hay que desenredar, pero en realidad no hace falta desenredarlo sino echarlo a un lado». ¡No te líes en el ovillo! Dale una patada y ponte a hacer lo que quieres hacer.

La mayoría de las veces descubrirás que sumergirte en la acción hace que los pensamientos y sensaciones desagradables se atenúen o que su poder disminuya. Esto puede pasar o puede no pasar; no es tu objetivo fundamental. La idea es que tu objetivo sea actuar como te lo has propuesto, hagan lo que hagan tus emociones y pensamientos.

¡Esto es todo por hoy, amigos!

Espero que este artículo te haya servido 🙂

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37 comentarios
37 comentarios
  1. Cigi abril 26, 2016

    Casi no termino de leer el post, he soltado el té que me estaba tomando y me he vuelto al curro con las pilas puestas X’D

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Eso es efectividad xD :****

      Responder
  2. Olivia abril 26, 2016

    «La mayoría de las veces descubrirás que sumergirte en la acción hace que los pensamientos y sensaciones desagradables se atenúen o que su poder disminuya». ¡Cuánta razón! Llevo semanas sintiendome muy baja de moral, seguramente por cansancio acumulado, se acerca el final de curso y el cuatrimestre ya se acaba… Cada semana la bajona, luego el ponerse a estudiar para el examen porque no hay más remedio, y cuando ya estás en ello o cuando ya has hecho el examen o entrega… Te sientes más desahogada. Y a los pocos días, lo mismo con la siguente fecha de entrega/examen. No es como cuando madrugo para ir al trabajo (un trabajo que no me gusta), o cuando hay que cocinar el tupper para el día siguiente un miércoles a las 22:oo sin ganas. Es sentirte mal porque «no tienes ganas de estudiar la carrera que te gusta e interesa» y te hace sentir, como tú bien dices, un fraude. Vendrán tiempos mejores, en donde estar estudiando tenga más sentido o sea más satisfactorio, pero cuando no queda otra, es verdad: hay que hacer y pensar poco en el por qué. Es lo que nos garantiza no bajarnos del tren.
    ¡Mil gracias por este artículo en el momento más oportuno, Marina!

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    • Marina abril 28, 2016

      Sí, yo creo que es más una cuestión de sentirte satisfecha con la dirección general de tu vida (y, por extensión, de tu carrera profesional) que con TOOODOS sus momentos.

      Abrazos, Olivia!

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  3. Marîa Pardo abril 26, 2016

    Muchas gracias por este post. Ya no es el primero que leo, y me encanta tu forma de escribir.

    Además ha ocurrido que lo he visto mientras estaba desayunando, justo antes de tener que ir a hacer un trabajo sin ganas T-T Llevaba una semana retrasandolo… ¡pero voy a intentar seguir tus consejos y ponerme bien con ello!

    Saludos! :3

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    • Marina abril 28, 2016

      Jijiji entonces prohibida la palabra «intentar»!

      Un abrazo, María 🙂

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  4. Sara abril 26, 2016

    Hola Marina.

    Venga, te doy un motivo pequeñito por el que ponerte con el curso de Reescríbete, aunque sea sin muchas ganas:

    ***Porque cambia vidas***

    Y te lo digo yo, que fui alumna de la primera edición 🙂

    Y sí, para mí el curso también fue duro, muchos días de trabajo, de «mirar adentro a ver qué me encuentro hoy», con esa idea tentadora que te asaltaba a veces de «¿y si miro p’afuera, como he hecho siempre, en vez de p’adentro, con lo que cuesta?».
    Y hoy, un par de meses después de terminar Reescríbete ed.1, tengo muy claro que seguir adelante hasta el final fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

    Un abrazo fuerte, guapa.

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      OOOHHHHH felicidad máxima al leer tu comentario, Sara. Muchas gracias, ha sido un placer tenerte de «alumna». Un fuerte abrazo!

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  5. Eva abril 26, 2016

    «Nadie va a venir a rescatarte del lago, así que aunque te parezca increíble tirar de tu propia coleta, aunque te parezca que atenta contra las leyes de la física, muchas veces es tu única opción».

    Simplemente sublime =)

    Como digo yo -sobre todo con el ejemplo que pones del gimnasio- cuando no hay ganas… ¡disciplina!.

    Muchas gracias, Marina :*

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    • Marina abril 28, 2016

      Munchausen al poder! El Barón, no el síndrome 😉 Abrazos, Eva.

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  6. Silvia abril 26, 2016

    Es lo que me suele decir mi madre desde que tengo memoria,»hay que hacerlo «. Simplemente unos nacen con energía y otros nacen cansados. Cada cual juega con las cartas que le han tocado…

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    • Marina abril 28, 2016

      Mi profesor de lengua siempre decía «los andaluces no es que seamos vagos: es que estamos cansados» xD

      Si tienes menos energía, puedes hacer las cosas sin ganas más despacito 🙂 A mí me sirve.

      Abrazos, Silvia!

      Responder
      • Silvia abril 29, 2016

        También 😀 Lo que pasa es que así no cunde. En fin, que nadie es perfecto

        Un abrazo!

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  7. Carmen abril 26, 2016

    Marina,
    La Cone hizo un buen trabajo. Me encanta lo que dices pero también cómo lo escribes.
    Acabo de descubrirte por casualidad y ya me tienes enganchada.

    Un abrazo

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Eh! Yo ya escribía bien antes de que llegara la Cone (modo autobombo on).

      Ya en serio: la Cone me enseñó mucha lengua y le estoy agradecida por ello 🙂 Y también a ti por tus amables palabras. ¡Abrazos, Carmen!

      Responder
  8. Ale abril 26, 2016

    Hola, Marina!

    Súper!! Un post práctico que me calza como anillo al dedo!

    ¿Plis, podrías explicar un poco más la parte sobre no centrarse en el placer, sino en el significado?

    Gracias!!

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Hola, Ale!
      Esto tiene que ver con lo que he mencionado a menudo de vivir según los valores (puedes echar un vistazo a la etiqueta «valores» o a este post -> http://www.mailterapia.com/valores).

      La idea es no centrarse en el placer inmediato que te puede dar una acción, sino en la dirección a medio-largo plazo que sigue tu vida, y que va guiada por los valores que te inspiran. De esta forma consigues una satisfacción más profunda que no está tan ligada a los altibajos de la vida cotidiana. Probablemente has sentido algo parecido cuando has logrado algo que te ha costado sudor y lágrimas pero que ahora te hace sentir plena y orgullosa.

      Abrazos!

      Responder
  9. abril 26, 2016

    Marina,

    Muchas gracias por escribir, como verás en los comentarios existentes (y venideros) en tus posts; el hecho de que tengas la disciplina para continuar acá con nosotros es un ejemplo que das de que sí se puede lograr, con ganas o sin ellas.

    Y es que ese lado » también soy humana» que nos compartes de ti, hace de tu blog y de tu contenido algo fenomenal. ( Tuitea esto hahahaha).

    Leerte es muy agradable y de mucha ayuda!

    Un abrazo!

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Jajajaj se me ha ido la mano con el tuiteo en este post, ¿no? 😀 😀

      Qué le voy a hacer, estaba sembrada! Y sí, si se puede ser constantemente inconstante como yo, hay esperanza para todos!

      Abrazos, Lú!

      Responder
  10. Alejandra abril 27, 2016

    Buenísimo! Me encanta tu forma de escribir, tu naturalidad, lo cercanas que haces las situaciones y cómo las normalizas… Es un placer leerte siempre. Un abrazote!!

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Otro para ti, Alejandra!

      Responder
  11. chichita abril 27, 2016

    Las cosas que me mandas son maravillosas, cuando estoy de bajo ánimo te leo y enseguida estoy a las carcajadas y con ganas de todo.- Muhas Gracias . Sos Fabulosa!!!!!!!

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Qué bueno! Me encanta hacer reír 🙂 Un abrazo, Chichita!

      Responder
  12. Jesús abril 27, 2016

    Ohh qué bueno!! Muchas thanks por el artículo, Marina. Se siente uno.. consolado!!

    Ese músculo que dices, el HCSG… si lo tenemos muy desarrollado no puede ser un poco insano? Hacer demasiadas tareas sin ganas puede indicarnos que igual muchas de ellas no deberíamos hacerlas… por aquello de que no van en la línea del «fluir con la vida». Bueno, es un matiz…

    Por otro lado, es muy cierto que no es lo mismo hacer algo que tienes que hacer sí o sí que hacer algo que tiene es más opcional. O que por lo menos, las consecuencias de no hacerlo no son tan inmediatas. Pienso que, en este punto, los valores personales emergen como los grandes motivadores intrínsecos. Por ejemplo; para mi, uno de ellos es el bienestar y prácticamente no perdono ningún día de deporte de los que me marco. No concedo ese flaco favor a mente cortoplacista que inventa muy buenas excusas para no moverme del sitio.

    Por más como éste!! Un saludo. 🙂

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      Sí que creo que demasiadas cosas sin ganas pueden ser indicación de que tenemos que realinear prioridades. El HCSG es una herramienta más, no LA herramienta 🙂 Abrazos!

      Responder
  13. Alvaro abril 27, 2016

    Este articulo me llego en el momento más oportuno, como si supieras que estaba pasando por un bloqueo mente-cuerpo que prácticamente me tuvo parado durante 25dias, y si definitivamente hay que actuar, moverse, obligar al cuerpo diría mi madre.

    Espero esta vez sí estar en tu curso Rescribete.

    Recibe abrazos Marina.

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      ¡Allí te espero, Álvaro!

      No sabía que estabas pasando por un bloqueo, pero si es así te mando ánimos porque yo he estado igual. Así que ¡palante los dos! Abrazos.

      Responder
  14. Beatriz abril 27, 2016

    Muy buenas Marina, este post me ha encantado.
    La verdad es que tienes la capacidad de hacer que cuando lo he leido me he dado cuenta de las grandes verades que dices.
    Aplicaré todo lo que has dicho y seguro que va muy bien.
    Me encanta tu forma de escribir sigue así.
    Un saludo.

    Responder
    • Marina abril 28, 2016

      ¡Gracias, Beatriz! Un abrazo fuerte.

      Responder
  15. Enric mayo 5, 2016

    ¡Qué descanso! Por fin encuentro un blog riguroso y divertido sobre psicología y desarrollo personal. ¡Muy buen artículo Marina! Te seguiré la pista…

    Responder
  16. Celia mayo 5, 2016

    Estaba muy atenta y concentrada y de repente lo de «se casó con algún príncipe que andaba por ahí» me ha hecho mucha gracia y no podía parar de reírme, jajaja. Dicho esto, y sin desmerecer el post, tengo una frase de madre que añadir, en mi infancia ocurría esto:
    Yo: es que no tengo ganas.
    Mi madre: es que no tienes que pensar que no tienes ganas, es que eso ni se piensa, lo haces y ya está.
    Todavía la oigo en mi cabeza aunque no la diga mi madre, pero que alguien te lo desarrolle también viene bien! 🙂

    Responder
  17. Oriol mayo 24, 2016

    Hola, Marina.

    Gracias por el artículo. No he acabado de leerlo porque no tenía ganas, y porque tengo que hacer otras cosas para las cuales tampoco tengo ganas ni habrá consecuencias a corto plazo si no las hago.

    Leyéndolo he recordado esta TED Talk sobre la procrastinación: https://www.ted.com/talks/tim_urban_inside_the_mind_of_a_master_procrastinator?language=es (14 min, inglés con subtítulos)

    A mí me hizo reflexionar.

    Bueno, y ahora voy a seguir haciendo las cosas que no tengo ganas de hacer. Dejo esta pestaña abierta por si luego tengo ganas de acabar de leer el post. Creo que a esto se le llama think out loud.

    ¡Un saludo!

    Responder
  18. Cigi junio 7, 2016

    Me lo he releído, porque lo necesitaba…y qué post tan bueno Marina. Y es que vas al quid de la cuestion. Esas cosas que sólo hacemos por nosotros, que no son obligatorias, y que encima cuestan tanto, son las que van a marcar la diferencia en nuestra vida.

    Voy a tuitear tus frases pero en las paredes de mi casa X’D

    Responder
  19. Anna julio 2, 2016

    Muy útil, que bien viene ver desarrollado fuera de la cabecita y por alguién más neutro todo lo que llega a pasar ( y pensar). Este artículo me vino al pelo para mi momento actual, y lo guardaré para momentos futuros en que recordarmelo me vendrá bien jajaja. También los comentarios de la gente son un gran complemento, me encantó ese de » no se piensa el no tener ganas, se hace y ya está».
    Muchas gracias!

    Un abrazo

    Responder
  20. Gabriela julio 17, 2016

    Hola Marina,te leía antes, volví a suscribirme me puse al día y me gusta mucho como escribes,pero que pena me da pero no me ha gustado nada este post. Empezó muy divertido pero me costó mucho terminarlo… aburrido,repetitivo en fin es lo que me ha pasado a mí, es una opinión sin ánimo de ofender. Quería expresarlo mas por mí que por lo que pueda interesarte mi opinión.
    Un abrazo

    Responder
  21. Hernan julio 21, 2016

    Hola Marina,
    me gusta tu estilo de escritura, es muy cercana. Apoyo la idea de desarrollar nuestra capacidad de hacer las cosas sin ganas.
    Recuerdo una idea que decía que «la disciplina es hacer lo que dijiste que ibas a hacer tengas o no ganas».
    Se que es mas fácil decirlo que hacerlo pero hay que interrumpir ese dialogo que gira entorno a encontrar las razones de porque hacer algo o no y simplemente hacerlo, tomar acción.
    Espero que alguno sea consciente de cuando se experimenta este dialogo y actué sin pensarlo. Por experiencia propia aplico esto de «no pensar demasiado algunas cosas» y simplemente hacerlo y es como cualquier habito que se desarrolla al principio hay que pagar un precio.

    En estos casos la sensación de no tener ganas ¿No se debe al estado en que nos encontramos, es decir, la emoción que experimentamos en ese preciso momento? Y si es así, cambiar nuestra fisiología para cambiar nuestra emoción ¿No es una buena herramienta?.

    Me gustaría saber lo que piensas Marina. Un saludo.

    Responder
  22. Francisco agosto 15, 2016

    Gracias por estas palabras, lo cierto es que muchas veces no he hecho las cosas por eso mismo, pensando que hacer las cosas sin ganas es como ir a contracorriente… Pero me has hecho cambiar el chip con el tema del neuroticismo. Actuemos!! 😉

    Responder

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